El inglés, como lengua franca, permite la cooperación entre profesionales del mundo y el consecuente desarrollo de ciencia y tecnología.
Varias décadas han pasado sin que las distintas administraciones gubernamentales hayan previsto los problemas que se avecinan porque la educación pública nunca ha puesto la atención necesaria en la enseñanza del inglés como segunda lengua (y en las comunidades indígenas, como tercera). Los gobiernos anuncian la llegada de inversiones, pero la gran mayoría son para empresas maquiladoras, pues los jóvenes que se integran al campo laboral poco participan en avances científicos y tecnológicos propios sin el conocimiento de este idioma.
En otras latitudes se genera gran cantidad de conocimiento gracias al uso de una lengua franca, que es la utilizada entre hablantes de distintas lenguas maternas para entenderse.
En la Unión Europea, por ejemplo, donde existe gran cantidad de idiomas distintos, se adoptó el inglés como lengua franca como parte de sus nuevas políticas educativas. Así, los alumnos universitarios toman sus clases en ese idioma y al egresar pueden compartir y participar de los avances científicos y tecnológicos con gente de distintos países que conforman el bloque.
“El inglés se convirtió en la lengua franca en todo el mundo, en su momento fue el francés, el griego, latín… cualquier lengua franca que hubieras puesto en su momento se convirtió en la lengua que permite el desarrollo de todos porque así se entendían. En este momento es el inglés”, expone la doctora Wendy Díaz Pérez, jefa de Gestión Curricular de la Universidad de Guadalajara.
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