Debido a la falta de centros de trabajo con empleos remunerados decorosamente en el Edoméx, provoca que al menos diez municipios del Valle de México funcionen sólo como dormitorios para 5.8 millones de personas
En el Estado de México hay municipios resignados a servir a sus habitantes sólo como dormitorio, porque de día se convierten en una especie de pueblos fantasma, en donde sólo habitan niños y mujeres. Existen miles de casas en los fraccionamientos que están abandonadas. Pero debe aclararse que este fenómeno, es originado porque diariamente miles de familias llegan del interior de la república y se ubican a esta región.
En la llamada zona conurbada, el arribo de miles de personas a esta región, genera, graves problemas sociales, porque demandan casi de inmediato, espacios para vivir, para asentar sus hogares, con la prestación de los servicios públicos básicos, pero de manera directa empleos para poder satisfacer sus necesidades económicas familiares.
El gran atractivo es la ciudad de México, es decir es el imán de los que dejan sus lugares de origen en el interior de la república, pero al llegar de rebote se instalan en los municipios de la zona metropolitana, aunque tengan que laborar en la ciudad de México..
La imposibilidad de comprar una vivienda en el Distrito Federal o pagar una renta obligó a cientos de familias a mudarse a estos lugares, a municipios como Ecatepec, Tecámac, Zumpango, ante la posibilidad de adquirir una casa desde 380 mil pesos, pero que después no les resulta funcional, por las grandes distancias que tendrán que recorrer para llegar a sus áreas de trabajo porque esas regiones , simplemente no hay espacios laborales y como única alternativa tienen refugiarse en el comercio informal de vía publica y tianguis o en los que “sea”
Es claro que las escasas oportunidades de empleo orillan a cinco millones 850 mil habitantes del Estado de México a retornar a diario a la gran Ciudad o a trasladarse a otras localidades de la entidad simplemente para poder trabajar.
Así un ejército de mexiquenses madruga para dejar Tultitlán, Cuautitlán Izcalli, Nicolás Romero, Ixtapaluca, Chimalhuacán, Tecámac, Valle de Chalco Solidaridad, Tlalnepantla, Naucalpan y Zumpango, entre otros municipios de la entidad; y retornan hasta ya entrada la noche. Para algunos ver la luz del sol desde la ventana de su casa se convirtió casi en un fenómeno extraordinario.
Tan complicado es el tránsito, que los mexiquenses dejan hasta un cuarto de su día —de cuatro a seis horas— en el transporte público o en su automóvil. Un trayecto similar del Distrito Federal a San Luis Potosí, que pueden recorrerlo sentados, sólo si les va bien. Si optan por el auto propio, les toca lidiar con desesperados conductores o ser uno de ellos, y con ruidos esquizofrénicos de miles de claxons sonando al mismo tiempo o de motores de los tráilers.
“Vamos todos peleando, frustrados, queriendo llegar a nuestras casas. Miras de repente cómo el conductor de al lado manotea su volante, a otro haciendo señas, el de enfrente que te rebasa. La verdad se paga caro el precio de tener una casa propia, mi precio ha sido vivir en estrés desde las cuatro y media de la madrugada, porque desde esa hora prendo mi coche con ansias de llegar a mi destino”, comenta Juan Carreón, taxista, residente de Tecámac.
Así, aunque trabajen únicamente ocho horas diarias, hay quienes se van antes de que cante el gallo y regresan hasta las nueve o diez de la noche. Otros de plano, llegan pasadas las 12, sin más que hacer, que dormir.
Este es el caso de Juan Carreón; según el Censo de Población y Vivienda 2010, alrededor de tres millones 300 mil habitantes del Estado de México viajan diariamente al Distrito Federal a trabajar.
“Están prácticamente todo el día fuera de su hogar con poca interacción social, y cuando regresan, seguramente lo único que quieren es descansar; los problemas del hogar les son absolutamente secundarios”, explica Carlos Welti Chanes, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
Paty recuerda la cara de hastío de Plutarco, su esposo, que a diario tenía que trasladarse desde Ixtapaluca a Polanco. El único tiempo que pasaba en casa era entre las once de la noche y las 5:30 de la mañana.
“Llegaba de malas, estaba más flaco, no desayunaba y a veces ni cenaba porque prefería dormir que comer”, relata.
Tan frustrado estaba por las largas distancias, que desde que le tocó ser parte del recorte de personal se volvió “temporalmente alegre” y especifica “temporal”, porque ambos saben que con el trabajo que encontró en Chimalhuacán no podrán mantenerse y habrá que regresar al Distrito Federal.
Lo peor es que la realidad de Plutarco y de Juan Carreón, el taxista, es una violación a sus derechos humanos, explica el presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), Ricardo Bucio Mújica.
A pesar de que los derechos a un transporte adecuado y al tiempo son básicos, no sólo para el trabajo, sino para el entretenimiento y la relación con la familia, casi seis millones de mexiquenses no los tienen garantizados.
“Es tan desesperante estar tras el volante, que muchas veces tengo pavor hasta de quedarme dormido”, confiesa Ángel Ramírez, habitante del fraccionamiento Fuentes del Valle, en Tultitlán.
Durante el recorrido desde su casa hasta el Ajusco donde trabaja, el joven de 27 años platica que ya ni siquiera ve a su familia, mucho menos tiene tiempo para hacer deporte o simplemente para leer un libro.
Ángel ya tiene dos años y medio trabajando en una empresa ubicada al sur de la ciudad; sale a las 6:30 de la mañana para poder llegar puntual a las 9:00; regresa a casa en promedio a las 11 de la noche, pero hay veces que irremediablemente vuelve hasta el otro día, alrededor de la una de la mañana.
“Es complicado, porque lo que quieres es llegar y dormir, incluso, te saltas la comida. Pero no me queda de otra porque si trabajara en Tultitlán tendría que ser de obrero, despachando gasolina, limpiado butacas en el cine o como cajero en un Oxxo”, dice.
A la altura de las Torres de Satélite, después de una hora y media de trayecto, el tráfico desquicia. Está a vuelta de rueda. Pero desde hace un año que tiene coche, Ángel intenta aprovechar el tiempo comiéndose el desayuno que su mamá le pone en el asiento de al lado, mientras descansa el pie del acelerador.
Él puede escuchar hasta tres discos durante el recorrido. Al menos eso lo relaja antes de que suene el teléfono y su jefa le pregunte dónde está; porque si salió cinco minutos tarde o el tráfico está más complicado que de lo normal comienza a sentir un hervor que le recorre el cuerpo.
“Antes, en transporte público era peor. Me hacía hasta tres horas y media: caminaba hacia la avenida López Portillo, tomaba la combi, bajaba en el suburbano, entraba y subía; volvía a bajar en el Metro, transbordaba y por fin tomaba un camión, siempre con la incógnita de saber si de regreso iba a alcanzar transporte. Encima, gastaba en promedio 30 pesos de ida y 30 de vuelta”, relata.
Siete pesos es lo mínimo que una persona debe gastar si quiere transportarse cinco kilómetros o menos en el Estado de México, pero desde Tulti-
tlán a Rosario se llegan a pagar 9.50 pesos; a Indios Verdes, 11 pesos, y al Toreo, hasta 14 pesos.
Entre las cuatro y las diez de las mañana los camiones van repletos. Esto, porque además de los tres millones 300 mil residentes del Edomex que se van al DF, hay dos millones 550 mil mexiquenses que se dirigen a otros municipios de la entidad a trabajar.
Hoy, Ángel volverá a su casa a las 11 de la noche; pondrá el despertador a las seis de la mañana; 30 minutos antes de tener que emprender el recorrido de 55 kilómetros al trabajo; de ida y vuelta significaría ir Pachuca; con tránsito, hasta Michoacán.
$60 invierte en promedio un mexiquense para su viaje de ida y vuelta desde su hogar a su centro de trabajo en el Distrito Federal.
$14 cuesta el pasaje del municipio de Tultitlán al Toreo, y 11 pesos a la estación Indios Verdes del Transporte Colectivo Metro.
$6 es el precio del viaje corto en tren suburbano (de 0 a 12.8km); el largo, de más de 12.9km, cuesta 14 pesos.
3.3 millones de mexiquenses se trasladan al Distrito Federal para trabajar, de acuerdo con
el Censo de Población y Vivienda 2010.
4 hrs. en promedio se invierten a diario en el viaje a la Ciudad de México y de regreso.
44 mil camiones para pasajeros había en el Estado de México en 2009, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
1 día de la semana pierden en promedio los mexiquenses que trabajan en el DF tan sólo en traslados.
4 de la mañana es la hora en que comienzan a salir trabajadores y estudiantes para llegar a tiempo a sus labores en la capital del país.
7 pesos es el costo mínimo para transportarse en el Estado de México; no hay tarifas fijas.
Trenes. 5:00 am inicia el servicio del transporte suburbano de lunes a viernes.
Casas. 9, 206 viviendas se han construido en conjuntos urbanos en 2011.
Mexibus. 21estaciones tiene el servicio que une a Ciudad Azteca con Tecámac.
Labores. 5.8 millones millones de mexiquenses salen de sus municipios para trabajar.
Migración
De acuerdo con el INEGI, en 2005 salieron del Estado de México 300 mil 042 personas para vivir en otra entidad. De esta manera, de cada 100 personas que se mudaron, 24 lo hicieron al Distrito Federal, diez a Hidalgo, siete a puebla, siete a Veracruz y seis a Querétaro.
Costo
A diferencia de la capital del país, en el Estado de México no hay tarifas unificadas, por lo que su costo es mucho mayor que en el Distrito Federal; incluso, hasta más de cien por ciento; por ejemplo, el camión que va de Tultilán al Toreo cobra 14 pesos.
Carecen de derechos
De acuerdo con Ricardo Bucio Mújica, presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, que un ciudadano no tenga acceso a un transporte público adecuado viola sus derechos humanos; aunado a ello, Carlos Welti, investigador de la UNAM, afirma que el perder casi una cuarta parte del día en traslados afecta la interacción con la familia.
"Están prácticamente todo el día fuera de su hogar con poca interacción social, y cuando regresan, seguramente lo único que quieren es descansar; los problemas del hogar les son absolutamente secundarios.” Carlos Welti Chanes, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
"Es complicado, porque lo que quieres es llegar y dormir, incluso, te saltas la comida. Pero no me queda de otra porque si trabajara en Tultitlán tendría que ser de obrero, despachando gasolina, limpiado butacas en el cine o como cajero en un Oxxo.” Ángel Ramírez, mexiquense de 27 años
Vamos todos peleando, frustrados, queriendo llegar a nuestras casas. Miras de repente cómo el conductor de al lado manotea su volante, a otro haciendo señas, el de enfrente que te rebasa. La verdad se paga caro el precio de tener una casa propia, mi precio ha sido vivir en estrés.” Juan Carreón, taxista
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