El líder del cártel de Sinaloa es el narcotraficante más famoso y el criminal más buscado del mundo. Su imperio de negocios es responsable de hasta la mitad de todas las drogas que se trafican hacia EU, un negocio que les reporta a los cárteles mexicanos unos 7 mil millones de dólares al año.
El país ahora se tiene que enfocar en mejorar el Estado de derecho. (El Financiero)
Todos parecen amar a algún bandido, sin importar qué crímenes haya cometido. La tumba del narcotraficante colombiano Pablo Escobar es ahora un lugar turístico, mientras que la película sobre su vida se ha convertido en un exitoso programa de televisión. Las carreras de los mafiosos de la época de la Prohibición como Al Capone se han escrito y filmado, incluyendo el éxito musical ‘Bugsy Malone’ de 1976. Y ahora tenemos a Joaquín “El Chapo” Guzmán, quien también imaginó su vida en la pantalla grande. Su vanidad llevó a las fuerzas de seguridad mexicanas al escondite de Guzmán y a su posterior detención el 8 de enero.
Su captura es un logro significativo del gobierno mexicano. El líder del cártel de Sinaloa es el narcotraficante más famoso y el criminal más buscado del mundo.
Su imperio de negocios es responsable de hasta la mitad de todas las drogas que se trafican hacia EU, un negocio que les reporta a los cárteles mexicanos unos 7 mil millones de dólares al año. Según su propia admisión, en una entrevista con la estrella de Hollywood Sean Penn, Guzmán surtió “más heroína, metanfetamina, cocaína y marihuana que nadie en el mundo”. Mientras tanto, los enfrentamientos con sus rivales domésticos son la causa de miles de muertes.
Durante la última década de la guerra del narcotráfico en México, más de 100 mil personas han muerto y otras 20 mil han desaparecido. México es un mejor lugar ahora que un mafioso como Guzmán ha sido detenido que cuando estaba libre.
Sin embargo, Enrique Peña Nieto, el presidente, cometió una estupidez al vanagloriarse declarando “misión cumplida” cuando Guzmán fue capturado.
Es cierto, se trata de un golpe de relaciones públicas para una administración aún resentida por la fuga de Guzmán de una prisión de alta seguridad hace seis meses. Sin embargo, su más reciente arresto (el tercero) ayudará muy poco a detener el tráfico de drogas. Probablemente les hará muy poco daño a las operaciones de su cártel, las cuales se realizaban aún cuando Guzmán estuvo tras las rejas por última vez. Tampoco ayudará mucho a reducir la inseguridad en México, la cual es el mayor desafío que enfrenta el país.
Esta inseguridad tiene muchas causas profundas. Se alimenta del suministro disponible de armas estadounidenses y de la demanda de drogas ilícitas. Sin embargo, su causa más importante es la corrupción y la impunidad en México.
Son éstas las que hacen posible las operaciones de los cárteles criminales como el de Guzmán. Sus negocios se extienden ahora más allá del narcotráfico e incluyen extorsión, secuestro, trata de personas, robo de petróleo y el envío masivo de mineral de hierro de contrabando hacia Asia. Mientras el Estado de derecho en México siga siendo débil, tales operaciones continuarán floreciendo. Corregir esto es la verdadera misión que México debe llevar a cabo.
A diferencia de cuando Guzmán fue capturado la vez anterior, esta vez Peña Nieto se ha tragado el orgullo nacionalista y ha permitido laextradición de Guzmán hacia EU. El proceso es acorde a la ley y puede tardar años.
Tampoco EU es inmune a las fugas de la cárcel. Pero al menos Guzmán quedará encerrado fuera de sus bien probadas redes de corrupción. Eso le quitará un problema de las manos al gobierno. Ahora, Peña Nieto debería impulsar las reformas judiciales y policiales que han estado flaqueando.
Estas reformas se prometieron hace años, pero nunca disfrutaron de la misma prioridad que su administración les dio a medidas más prominentes, tales como la histórica liberalización energética o incluso la captura de Guzmán. Ahora el gobierno mexicano debe mostrar la misma energía y determinación en mejorar el Estado de derecho. Si logra lo anterior — en lugar de simplemente alabar la idea — le dejaría a México un legado perdurable. Sólo entonces podría Peña Nietodeclarar de manera creíble “misión cumplida” y dejar atrás la farsa de la sangrienta vida de Guzmán y sus fugas y arrestos.
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