POR FAUSTO HERNÁNDEZ
Muchos analistas se han apresurado a afirmar, ante el anuncio del Presupuesto base cero, que es una oportunidad, entre muchas otras cosas, para reducir la desigualdad y reducir la pobreza (sic), para reactivar el crecimiento (sic) y para hacer más eficiente el gasto público. Otros simplemente lo califican como un disfraz para recortar el gasto público ante la caída de los precios petroleros y la insuficiencia de recursos provenientes de la mala reforma fiscal.
Desde mi perspectiva hay una interpretación equivocada de lo que es un sistema presupuestario en el gobierno. Permítaseme hacer la analogía a un presupuesto en una empresa privada encargada de producir y vender autos. El sistema presupuestario puede ayudar a hacer más eficiente la operación de la empresa y a evaluar la viabilidad de los proyectos, aspectos por demás importantes, pero el administrador financiero no es el encargado de la planeación estratégica, ni de innovar la manera como se produce y ensamblan los autos y, mucho menos, es el responsable de elevar las ventas. El consejo de administración es quien lleva el mando, lo demás es ejecución y operación.
Regresando al sector público, el presupuesto es un instrumento para llevar a cabo las acciones que quedaron plasmadas en el Plan Nacional de Desarrollo. No es de ninguna manera el instrumento para solucionar una mala planeación, ni mucho menos un deficiente diseño de política pública. Si este último es ineficaz, ningún sistema presupuestario puede remediarlo.
En México a los instrumentos los hemos vuelto fines en sí mismos (el tipo de cambio y la propia reforma fiscal son dos de los más emblemáticos ejemplos de ello en los últimos 30 años), y el Presupuesto de base cero parece que entra nuevamente en esta categoría, infortunadamente.
El problema de México no radica en la forma de presupuestar sino en la ausencia de un buen conjunto de políticas públicas concatenadas que nos conlleven a la consecución de objetivos claros. Y esto es así porque no existe un buen diagnóstico de por qué no crece la economía y de por qué el nivel de pobreza y la desigualdad en la distribución del ingreso no mejoran.
Los subsecretarios de egresos de las últimas tres administraciones (otrora ministros de Programación y Presupuesto) se han convertido en los “cuenta chiles” del sector público, sin instrumentos jurídicos que les den la atribución de concatenar las políticas públicas para el logro de los objetivos. Esto no se ha entendido en el presente siglo, pues esos funcionarios se han deslumbrado con la introducción de simples herramientas (Presupuesto basado en resultados, por ejemplo) sin reparar en que éstos son el segundo peldaño (segunda derivada dirían los economistas).
El primer y más importante escalón, que es el diseño de una estrategia nacional que concatene todos los programas para que sean armónicos y coadyuven así a la consecución del objetivo, está olvidado. Hoy por hoy, el quehacer público está formado por una colección de programas públicos, unos buenos y otros malos, pero todos desconectados entre sí. No hay quien arme las piezas del rompecabezas. No hay dirección, pues. El Presupuesto base cero per se tampoco lo soluciona.
Una de las cosas positivas de haber aprobado las reformas estructurales es que ya no estorbarán más en la discusión de los grandes problemas nacionales. El cliché de que “no crecemos porque no se aprueban las reformas” está muerto afortunadamente, y ahora se necesita una discusión seria donde la creatividad impere y no los clichés y las recetas fáciles (vaya trabajo que tendrán los siguientes coordinadores económicos de las campañas presidenciales de 2018).
No es con el discurso de quitar y poner programas públicos –efectivos o inefectivos– sin ton ni son. Eso se ha intentado en los últimos treinta años con otro nombre. Ahora le llaman Presupuesto de base cero (que ni siquiera es viable en ninguna sociedad), pero el problema de raíz no se ataca porque ni se conoce. Peor aún, si se quería ligar el Presupuesto con el PND, ¿por qué no se hizo desde el primer año?
En suma, no es el Presupuesto de base cero el que nos ayudará a solucionar los grandes problemas nacionales. No se le puede pedir al instrumento que dé resultado si la Dirección no existe. El olmo no da peras.
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