México, D. F.- Hay una gran alharaca con el llamado chapulineo. Es entendible. Que la mayoría de los delgados en la capital haya renunciado a sus puestos, deja en una especie de suspenso gubernamental a la ciudad. Lo mismo pasa con buen número de alcaldes y legisladores. En el campo de las cámaras empresariales hay un enojo con este tipo de decisiones. Me parece que más que tratar de evitar el brinco debieran hacer un observatorio sobre el desempeño de los funcionarios, esto permitiría tener herramientas para castigarlos o premiarlos con el voto.
Lo que sucede es normal en política, pasa en todos lados, no es privativo de nuestros partidos y no es práctica nacional. Los políticos se forman en una carrera pública. De ahí que busquen las candidaturas a otros puestos como forma de crecimiento profesional. Es como si se criticara que los asistentes quisieran ser gerentes y estos directores. Casi todos los presidentes y candidatos han pasado por algún puesto público anterior. Claro que hay excesos. Hay políticos que nunca han cumplido el tiempo de su encargo. Lo mismo los ves en un lugar que en otro sin explicación.
Sin embargo, hay algo de cierto en el enojo con esta práctica: los políticos no pagan costo por su aventura, solamente tienen incentivos para dejar un puesto. Me explico: si un legislador deja su puesto para ser candidato a gobernador le puede ir bien y ganar, lo que le permitiría lograr su aspiración y de ahí pensar en la posibilidad de ser presidente alentado por sus aduladores. Eso si gana las elecciones. Pero si las pierde no tiene ningún problema, pues regresa a su trabajo como legislador (en especial los senadores, que duran seis años). En lo que dura la campaña deja a su suplente recibiendo el sueldo correspondiente.
Resultado: la nómina no disminuye, el legislador no tiene todos los alicientes para ganar pues sabe que una derrota no le significaría políticamente demasiado y puede regresar a la grilla. Esto resulta inaceptable toda vez que el personaje ha sido rechazado por sus votantes, ¡y regresa a representarlos!
La solución a esto de los chapulines está en limitarles el regreso. Por lo menos así medirán el riesgo de una campaña incierta. Ojalá se atrevan a legislar al respecto.
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