Claudia Sheinbaum podría atraer más empresarios que Xóchitl Gálvez en sus respectivas reuniones con el CCE. Son ‘quedabién’ y no cambiarán hasta ver que la brecha entre ambas se cierra.
Hay hoy varios factores en contra de las probabilidades de
que el Frente Amplio por México se imponga en las elecciones presidenciales del
año entrante.
El primero de ellos es que desde hace tiempo Morena alinea
con éxito incentivos (por llamarlos de un modo suave) que hacen dudar a
empresarios, medios e incluso políticos sobre la conveniencia de oponerse a
quienes, se cree, tienen altas posibilidades de repetir en la presidencia de la
República.
López Obrador recurre a cualquier ardid para cimentar tal
alineamiento de “incentivos”. Cuando en privado ve a los empresarios, les
recuerda que en este sexenio les ha ido bien. Cuando le duele la cobertura
crítica de los medios electrónicos, dice clarito que ya tomó nota, que acusa
recibo.
Si bien con tono distinto, se trata de nada agradables
recordatorios sobre quién manda y qué margen da para las quejas, o la
independencia, de la IP. Y dado que en el pasado apretaron fiscalmente a
empresarios, pasaron charola a otros y hasta lanzan pesquisas contra algunos, a
buen entendedor…
Cualquier empresario pensará dos veces antes de decidir que
quiere apoyar a la oposición, o que siquiera se le vea desde el gobierno como alguien
que respalda a candidatos no oficialistas. Por ese actuar –pasivo, medroso y
hasta obsequioso– Morena cuenta hoy con la cargada empresarial.
Que a nadie extrañe entonces que –contraintuitivamente–
Claudia Sheinbaum atraiga más gente que Xóchitl Gálvez en sus respectivas
reuniones con el Consejo Coordinador Empresarial. Son “quedabién” y no
cambiarán de proceder si no ven que la brecha entre ambas se cierra.
El problema es que la verdad nadie sabe bien a bien de
cuánto es hoy esa brecha.
Hay algunos encuestadores confiables, ustedes saben quiénes
son, y otros que siendo capaces tienen –digamos– datos que le caen como anillo
al dedo al oficialismo. Y hay un tercer pelotón, “empresas de opinión pública”
que ni a encuestadoras llegan.
Con el uso a discreción de esas “encuestas”, habrá durante
muchos meses una cantaleta de que este arroz ya se coció para Morena. Pero las
campañas cuentan y los electores más. La única encuesta de verdad será la de
junio próximo.
Y no pocos medios, como apuntaba ayer en un tuit León
Krauze, forman parte de la construcción de la idea de que la elección está
cantada: ayudan al Presidente al divulgar acríticamente y sin contexto cada
frase o filípica mañanera, y con esas medias verdades saturan la conversación.
Lo que ocurre es que muchos medios no quieren “escupir para
arriba”. Dependen del presupuesto público para la publicidad o para sus otros
negocios, y por puro cálculo político habrán de fijarse más en errores de la
abanderada opositora que en fallas de la virtual candidata oficial.
Finalmente, el hecho de que ambiciosos vulgares, para citar
al clásico, justo en este momento salten a Morena en búsqueda de una
candidatura, termina de configurar la idea de que los partidos de oposición
hacen agua mientras el lopezobradorismo suma (es un decir, porque se llevan
cada cosa) cuadros.
¿Qué juega entonces a favor del Frente? La ambición de los
de Morena. Cosa de ver cómo se dan hasta con la cubeta en Baja California el
exgobernador –amigo de AMLO–, la gobernadora y la presidenta municipal de
Tijuana. Ayer hasta por unas narcomantas se enfrentaron.
Y que gobernar desgasta, y mal gobernar no se diga: en 2021
no pocos morenistas fueron castigados en las urnas.
Si la oposición llega consolidada, se enfoca en denunciar
las muchas fallas gubernamentales y construye un mensaje atractivo, las peleas
de morenistas harán el resto.
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