Mauricio Valdés
La soberbia estorba mucho en la política, porque agrede con
tres ingredientes: la ira, el menosprecio y la envidia. Se convierte en una
trampa, porque el soberbio, al sobreestimarse, afecta su lucidez y la
cooperación indispensables para una actividad de naturaleza gregaria como es la
política.
Se observa en la prepotencia, la vanidad, jactancia,
vanagloria, petulancia y muchos males más de la conducta y actitud. Cuando
alguien ejerce un cargo debe reconocer lo efímero de la vida y del propio
cargo, principalmente cuando su desempeño demanda vocación de servicio y
colaboración de los demás.
La soberbia deja en claro nuestros propios defectos, que
destruyen la imagen artificial de seres superiores a quienes imaginan que todo
les queda pequeño. En el trato hacia los demás, a pesar de las máscaras para
disimular, se muestra en la arrogancia, la altanería, el tono despectivo hacia
los demás, mezclado con desprecio, frialdad, desconsideración, distanciamiento,
impertinencia y hasta la humillación de palabra y de hecho. Ese disimulo es de
una desvergüenza cínica, mordaz, hasta con rasgos de magnificencia que
alimentan el fuego de la fanfarronería.
Reconozcamos que la autoestima por méritos propios proviene
de causas nobles y justificadas, como son el orgullo de un buen padre, hermano,
profesionista, artista, un estadista que puede enmarcarse en el reconocimiento
a una labor bien realizada.
El soberbio muestra un aire de presunta autosuficiencia que
pretende aparentar no necesitar de nadie, dado su complejo de superioridad. Son
susceptibles a cualquier comentario adverso, lo que entorpece cualquier
conversación y relación, que hace casi imposible la convivencia, porque exige
sumisión y hasta servilismo. Para estar bien con alguien, primero es
indispensable estar bien con uno mismo.
Lo opuesto a la soberbia es la humildad, consecuencia de la
mezcla entre autoestima y dignidad, indispensables en la relación humana. El
humilde reconoce sus limitaciones y tiene confianza y seguridad en sus
posibilidades y capacidad complementaria.
Estamos a unas semanas de iniciar la competencia para elegir
a una gobernadora o gobernador del Estado de México por los siguientes seis
años, de 2023 a 2029. Estamos próximos a ver nuevamente una transformación de
“políticos” soberbios en humildes buscadores de votos tratando de confundir al
elector, disimulando su prepotencia, aunque saben que la elección es oportunidad
de que el pueblo los castigue.
El pueblo conoce a los diestros en el “ciclismo político”
que se agachan con los de arriba y pedalean a los de abajo. Pronto lo veremos.
Mauricio Valdés
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