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miércoles, 21 de diciembre de 2022

La soberbia en la política

 


Mauricio Valdés

 

La soberbia estorba mucho en la política, porque agrede con tres ingredientes: la ira, el menosprecio y la envidia. Se convierte en una trampa, porque el soberbio, al sobreestimarse, afecta su lucidez y la cooperación indispensables para una actividad de naturaleza gregaria como es la política.

Se observa en la prepotencia, la vanidad, jactancia, vanagloria, petulancia y muchos males más de la conducta y actitud. Cuando alguien ejerce un cargo debe reconocer lo efímero de la vida y del propio cargo, principalmente cuando su desempeño demanda vocación de servicio y colaboración de los demás.

La soberbia deja en claro nuestros propios defectos, que destruyen la imagen artificial de seres superiores a quienes imaginan que todo les queda pequeño. En el trato hacia los demás, a pesar de las máscaras para disimular, se muestra en la arrogancia, la altanería, el tono despectivo hacia los demás, mezclado con desprecio, frialdad, desconsideración, distanciamiento, impertinencia y hasta la humillación de palabra y de hecho. Ese disimulo es de una desvergüenza cínica, mordaz, hasta con rasgos de magnificencia que alimentan el fuego de la fanfarronería.

Reconozcamos que la autoestima por méritos propios proviene de causas nobles y justificadas, como son el orgullo de un buen padre, hermano, profesionista, artista, un estadista que puede enmarcarse en el reconocimiento a una labor bien realizada.

El soberbio muestra un aire de presunta autosuficiencia que pretende aparentar no necesitar de nadie, dado su complejo de superioridad. Son susceptibles a cualquier comentario adverso, lo que entorpece cualquier conversación y relación, que hace casi imposible la convivencia, porque exige sumisión y hasta servilismo. Para estar bien con alguien, primero es indispensable estar bien con uno mismo.

Lo opuesto a la soberbia es la humildad, consecuencia de la mezcla entre autoestima y dignidad, indispensables en la relación humana. El humilde reconoce sus limitaciones y tiene confianza y seguridad en sus posibilidades y capacidad complementaria.

Estamos a unas semanas de iniciar la competencia para elegir a una gobernadora o gobernador del Estado de México por los siguientes seis años, de 2023 a 2029. Estamos próximos a ver nuevamente una transformación de “políticos” soberbios en humildes buscadores de votos tratando de confundir al elector, disimulando su prepotencia, aunque saben que la elección es oportunidad de que el pueblo los castigue.

El pueblo conoce a los diestros en el “ciclismo político” que se agachan con los de arriba y pedalean a los de abajo. Pronto lo veremos.

Mauricio Valdés

 

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