La alianza de Alejandro Moreno con López Obrador para duplicar el plazo de la presencia militar en tareas de seguridad pública llevó a la coalición opositora a la orilla del despeñadero.
La alianza de Moreno con el presidente Andrés Manuel López
Obrador para duplicar el plazo de la presencia militar en tareas de seguridad
pública llevó a la coalición opositora a la orilla del despeñadero, al rechazar
Moreno el ultimátum que le hizo Cortés la víspera, con tal fuerza que el PAN y
el PRD recularon y sólo suspendieron temporalmente el acuerdo.
No hubo la ruptura y el fin de Va por México, como parecía
ser su destino este miércoles. Moreno jugó exitosamente lo que era visto como
una traición a la oposición aliada para evitar que Morena repita en el poder, y
los llevó al umbral de un conflicto con el propósito, como define la estrategia
del brinkmanship, de lograr un resultado positivo. “Tenemos un proyecto
conjunto, pero eso no quiere decir que coincidamos en todo”, dijo en
conferencia de prensa. “Esto es por México, por la gente. ¿Con quién están?,
¿con los intereses de partido o con el interés supremo del pueblo de México?”.
Esta última pregunta los arrinconó. Alito Moreno
mostró más sagacidad e inteligencia que sus pares en un momento crítico, y
atajó el discurso de López Obrador de que no aprobar la adscripción de la
Guardia Nacional era ir contra los intereses del pueblo, que pide seguridad.
“No es un cheque en blanco ni le estamos haciendo el trabajo al gobierno”,
agregó. “La estrategia de seguridad falló y es un fracaso, pero la Guardia
Nacional no está lista aún para garantizar la seguridad en las calles”, ni
podían, señaló, “desamparar” a las familias mexicanas.
Leyó bien la realidad. El Ejército, la Marina y la Guardia
Nacional son las instituciones mejor evaluadas por la sociedad, y la
inseguridad y la violencia son el principal problema que ven los mexicanos. El
discurso académico sobre la militarización de la seguridad pública está rebasado.
La oposición, la prensa, las ONG y todas las personas y organizaciones que lo
interpreten de esa manera, hemos perdido esa batalla ante lo que sucede en las
calles. Por lo que reflejan las encuestas, a la gente sí le importa quién se
haga cargo de la seguridad, y hay un favoritismo claro por las Fuerzas Armadas,
el ser en quienes confían.
Hablar de militarización desde la oposición tiene
rendimientos decrecientes y contraproducentes. Pero también, particularmente
para el PAN, que gobierna estados con alta incidencia delictiva como Chihuahua
y Guanajuato, mantener la línea de confrontación con el PRI por su iniciativa,
lo ponía en riesgo de que la gobernadora Maru Campos y el gobernador Diego
Sinhué Rodríguez salieran públicamente a deslindarse de la dirigencia para
mantener el consenso en sus estados. Ésta habría sido una fractura peor.
El brinkmanship surge de una entrevista en 1956
con el entonces secretario de Estado del gobierno de Dwight Eisenhower sobre la
política exterior a propósito de la guerra en Corea, donde dijo: “Se tienen que
tomar las oportunidades para lograr la paz, tanto como las que se tienen que
tomar en una guerra. Algunos dicen que fuimos al borde de la guerra. Por
supuesto que estábamos en ese punto. La capacidad de llegar a él sin entrar en
una guerra es un arte necesario. Si no puede dominarlo, inevitablemente entrará
en una guerra. Si se rehúye, si está temeroso de llegar a ese punto, está
perdido”.
El término en sí mismo lo acuñó Adlai Stevenson, entonces
candidato demócrata a la Presidencia, quien al reaccionar en un discurso poco
después, dijo que “jactarse de un brinkmanship (una política
arriesgada) es el arte de llevarnos al borde del abismo nuclear”. Esa expresión
quedó asociada con el riesgo de un conflicto nuclear, y fue utilizada para
describir la gestión exitosa de John F. Kennedy ante Nikita Krushchov en la
crisis de los misiles en 1962, y a la política de disuasión mediante las armas
nucleares, que hoy se evoca en la guerra en Ucrania.
El ultimátum del PAN y del PRD, en la lógica de esta
estrategia, fracasó precisamente por la aparentemente falta de estrategia de
sus líderes y, quizá, por una reacción más emocional que racional. Como se
demostró ayer, la amenaza falló porque sus pilares eran débiles y no se
analizaron las consideraciones de Moreno para haber tomado una decisión
unilateral. El ultimátum se quedó en un bluff que no creyó el
priista.
Sin embargo, no todo es negativo para el PAN y el PRD en
esta derrota estratégica, si se montan en ella a partir de las propias palabras
de Moreno, que afirmó que la estrategia de seguridad de López Obrador ha
fracasado. Es cierto, es un desastre por donde se mire. En lo político, porque
al reconocer que optó por la militarización de la seguridad pública al no haber
otra alternativa, le da la razón a lo que hizo su archiadversario, el
expresidente Felipe Calderón. Segundo, la estrategia. No importa que la Guardia
Nacional se integre al Ejército, pues los resultados serán los mismos al
mantener el Presidente la orden de no enfrentar a criminales y ser sólo una
fuerza de disuasión, por lo que al final del sexenio probablemente se registre
el mayor número de homicidios dolosos en la historia.
La forma de aprovechar la coyuntura es sumarse al PRI, pero
agregando algo que podrán utilizar en el futuro: métricas para medir
resultados. Le darán al Presidente lo que quieren, pero a cambio de que, con
ello, haya menos violencia y traiga la paz prometida a la nación. Eso no
sucederá, porque tendría que cambiar la estrategia, con lo cual la derrota del
momento pueden convertirla en victoria para los años de definiciones
electorales.
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