Frente a la circunstancia en la cual Morena está arrancando con ventaja, en la oposición han surgido voces que llaman a acelerar el proceso para definir la estrategia para 2024.
Desde hace poco más de tres semanas, Morena ha lanzado
abiertamente una campaña en la cual ya están desatados sus
aspirantes a ser candidatos presidenciales.
Andrés Manuel López Obrador se convirtió en candidato
presidencial de 2006 luego de largo tiempo de campaña, desde la jefatura
de Gobierno del entonces Distrito Federal.
Era famosa la frase que usó por varios años: “denme por
muerto”. Significaba, estoy vivo y peleando por la candidatura.
López Obrador aprendió desde entonces que en la
política el tiempo es lo que manda.
Arrancar con ventaja una carrera puede dar un margen
decisivo frente a los adversarios.
Si López Obrador perdió en 2006 fue por errores de su
campaña, pero pudo haber ganado sin problema si hubiera sido más inteligente en
la contienda.
Ahora, tras haber ganado la presidencia de la República y
comenzar su proceso sucesorio, López Obrador entiende perfectamente la
relevancia de anticiparse.
Como en 2006 y en las otras dos campañas presidenciales en
las cuales participó, sabe perfectamente que hay manera de darle la vuelta
a las restricciones que la ley fija.
Serán quizá coordinadores territoriales o cualquier otra
figura inventada los aspirantes por parte de Morena, es lo de menos.
Frente a la circunstancia en la cual Morena está arrancando
con ventaja, en la oposición han surgido voces que llaman a acelerar el
proceso para definir la estrategia para 2024.
Quizás la primera gran definición tenga que ser la
ratificación de la alianza opositora que, por lo pronto, incluye al PRI,
PAN y PRD.
El problema que tiene la oposición es que por lo menos en
los dos partidos relevantes que conforman la alianza Va por México, PAN y PRI, las
dirigencias nacionales se encuentran bajo fuego.
Ni en el PAN ni en el PRI las cabezas de los partidos tienen
la legitimidad ni la autoridad moral para lanzar una gran alianza opositora que
permita competir en 2024.
Las actuales dirigencias llevarían la alianza al precipicio. Pero
ninguno de los dirigentes parece estar dispuesto a soltar ‘su hueso’.
Para fortuna de Morena, de la 4T y de López Obrador,
tanto Alejandro Moreno como Marko Cortés hoy están más preocupados en
sobrevivir en sus cargos que en trazar una estrategia para la contienda
presidencial.
Algunos organismos de la sociedad civil que han estado cerca
de Va por México, están observando con preocupación cómo Morena, día con día,
toma ventaja en la exposición de sus aspirantes.
Probablemente, por las características de la comunicación
hoy día, pudiera remontarse esta ventaja siempre y cuando en el curso de las
próximas semanas o de muy pocos meses, la alianza opositora empezara a adquirir
protagonismo y al menos definiera el método a través del cual va a
seleccionar a su candidato presidencial… siempre y cuando ratifique que
habrá un candidato común.
Si, como producto de las contiendas internas, este proceso
no logra concretarse antes de que termine este año, lo más probable es que la
verdadera carrera por la presidencia de la República sea la que se suscite
al interior de Morena.
Para los historiadores de la política, esta circunstancia no
es nueva.
Antes de que comenzáramos con la alternancia, la verdadera
carrera presidencial no ocurría entre partidos políticos, sino entre los
prospectos del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Era en esa contienda donde realmente se definía el futuro
del país.
El resultado del proceso electoral formal era tan obvio que
resultaba irrelevante.
En contraste, lo que realmente suscitaba el interés público
era cómo se movían las corcholatas… perdón, los tapados.
Si no tuviéramos pronto candidato opositor, la clase
política mexicana demostraría que es su pequeñez y su mezquindad lo que habrá
dado espacio a Morena, que en esa circunstancia seguirá en el gobierno por lo
menos hasta el año 2030.
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