Toda la clase alta mexicana de la época, quería subir al estudio fotográfico ubicado en la azotea del Hoja de lata, pues era garantía tener la mejor vista de la ciudad de México.
En 1911, la Ciudad de México todavía era muy chaparrita, por lo
que cualquier cosa que saliera de las dimensiones convencionales le quedaba
grande. Ese año la naciente capital tuvo su primer rascacielos, un
edificio con la escalofriante altura de siete niveles, algo que causó conmoción
entre los citadinos.
Porque lo único alto en la capital hasta el momento eran las
torres de las iglesias como la Santa Veracruz, la de San Hipólito o
la cercana Santa Brígida, todas encargadas de custodiar los cielos, y
enseñarle a los habitantes qué era lo más alto que podía llegar algo creado por
el hombre.
Se llamaba Edificio Gore, como el arquitecto
canadiense de origen irlandés que lo erigió, Thomas Sinclair Gore. No
era la primera vez que el constructor llamaba la atención por sus obras. Antes,
al lado de su esposa Pauline Yngrid, levantaron el hotel Geneve con
todo el lujo, estilo y comodidad norteamericanos y europeos. En él se sirvió en
1910 el primer sándwich en México, gracias a que la cercana panadería
La Ideal empezaba a hornear pan de caja.
También en el Geneve, durante la Revolución Mexicana,
se hospedaron lo mismo embajadores del régimen que revolucionarios, pues el
hotel fue declarado zona neutral en el conflicto. Con este
antecedente a cuestas, Gore decidió erigir el primer rascacielos de la ciudad
en el esquina de San Juan de Letrán y Nuevo México, ahora
conocidas como Eje Central Lázaro Cárdenas y Artículo 123.
Hoja de lata o Gore, el edificio más moderno
Una vez levantado a base de bloques de hierro fundido,
como el Palacio de Hierro, el Gore fue provisto de todas las comodidades
con las que no contaban otros inmuebles: agua caliente o helada, elevador y un
sublime último piso de cuatro caras en donde se leía un cartel “Fotografía,
Fotografía, Fotografía Marst”, negocio del empresario de Jalisco H.
J. Gutiérrez.
Porque aunque los primeros seis pisos eran de despachos y negocios como La
Reina de la Moda, la mayoría de la gente iba al Hoja de lata para solicitar los
servicios del estudio fotográfico en la cúspide, y de paso, disfrutar
la panorámica más alta de la ciudad hasta entonces.
El fin del edificio Hoja de lata
Pero todo duró muy poco. Al amanecer de la década de 1930
las autoridades vieron la necesidad de ampliar la avenida San Juan de
Letrán por lo que el Edificio Gore tuvo que ser demolido, sin dejar
prácticamente ningún registro oficial de su existencia. Esto porque cuando se
derrumbó no existía siquiera el Instituto Nacional de Bellas, y mucho su
sistema de memoria arquitectónica.
Para toda persona interesada en conocer en persona cómo
lucía el primer rascacielos del país, puede visitar el edificio High Life
ubicado en Gante, así como el edificio Woodrow de 5 de Mayo, muy similares al
lamentablemente extinto Gore.
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