Pablo Gómez puede ayudarse y ayudar al gobierno en la lucha contra la corrupción si actúa con seriedad y profesionalismo.En la tercera semana de septiembre, el entonces jefe de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, anunció que se habían bloqueado las cuentas de 186 personas vinculadas a 19 grupos criminales. De ellas, 57 que hacían operaciones desde Jalisco, pertenecían al Cártel Jalisco Nueva Generación, a cuatro de sus escisiones y al Cártel de Juárez. El resto, con base en el Estado de México, estaba asociado al Cártel Jalisco Nueva Generación, Guerreros Unidos, a La Familia Michoacana, a células del Cártel de los Beltrán Leyva y a las grandes bandas criminales en la zona metropolitana de la Ciudad de México. Pero lo que parecía como otro éxito de Nieto, en realidad era la metáfora de su deficiencia.
La acción para el congelamiento de esas cuentas había estado
descansando sobre su escritorio durante casi cinco meses. Había sido una petición
del gobierno de Estados Unidos para que tomara medidas sobre estadounidenses,
mexicanos y musulmanes, que eran personas de su interés. La displicencia del
exjefe de la UIF provocó que funcionarios estadounidenses dentro del Grupo de
Acción Financiera se quejaran con sus pares mexicanos en la Comisión Nacional
Bancaria y de Valores de que Nieto estaba únicamente dedicado a la agenda
política del Presidente, pero que si no hacía nada, advirtieron, la relación
con el gobierno de México quedaría suspendida.
La relación de Nieto con el Grupo de Acción Financiera
Internacional (GAFI), creado en 1989 por el G7, las siete naciones más
industrializadas de occidente, para combatir el lavado de dinero y el
terrorismo, que se convirtió en un organismo internacional intergubernamental
al que pertenece México, no era buena. En el inicio del gobierno era nula, pero
un funcionario de la CNBV con larga experiencia en el GAFI, fue trabajando para
que se fueran abriendo con él. La forma política como operaba Nieto no les gustaba.
En varias ocasiones, para satisfacer los deseos del Presidente, divulgó
información de inteligencia, y en otras, no pocas, manipuló a los
estadounidenses.
La necesidad de quedar bien con el Presidente y hacerle
sentir que le era altamente funcional, frente al desaseo en la Fiscalía
General, lo llevó a forzar la colaboración. La UIF puede congelar cuentas de
personas físicas o morales de acuerdo con el artículo 115 de la Ley de
Instituciones Bancarias, sólo bajo dos supuestos: por solicitud de una autoridad
extranjera, como el FBI o la DEA, o por resolución de un organismo, como el
GAFI. De otro modo, tiene que ir a través de la Fiscalía General y bajo control
judicial. A Nieto no le gustaba este control, por lo que le pedía a la DEA y al
FBI que le enviaran pedimentos para, de esta manera, darle la vuelta a la ley y
justificar sus acciones para bloquear cuentas.
Al depender la UIF y en general el gobierno mexicano de
información de alta calidad que les proporciona –aunque todavía marginalmente–
Estados Unidos, quedarse sin ella era para Nieto trabajar a ciegas y manco.
Cuando llegó el ultimátum se encontraba en una preluna de miel –porque tras
casarse no habría ninguna–, pero tan pronto como llegó a México, congeló las
cuentas solicitadas por Estados Unidos. La relación con ese gobierno, que
estuvo al punto del quiebre, se logró mantener frágilmente.
Nadie sabía en ese momento que iba a salir de la UIF, ni
siquiera Pablo Gómez, quien lo sustituyó, y que se enteró de que entraría al
relevo poco antes de anunciarse el lunes. El presidente Andrés Manuel López
Obrador no pensaba en él semanas antes, pese a que poco después de las
elecciones intermedias, cuando Gómez perdió con Gabriel Quadri una diputación
federal, ordenó que buscaran dónde colocarlo en el gobierno. La decisión de
sustituir a Nieto sorprendió a prácticamente todos, menos a los directamente
involucrados, ante su falta de experiencia en el combate a la corrupción. Pero
si tiene un buen equipo de abogados e investigadores, esa inexperiencia podrá
subsanarla.
El principal problema de Gómez no va a estar sólo en el
funcionamiento interno de la UIF, sino en el acceso a información de calidad
proveniente de Estados Unidos y su capacidad para ir generando confianza a sus
interlocutores. Funcionarios en varias naciones asociadas al GAFI vieron el
proceder de Nieto como el de alguien que politizaba los casos con la
información que le proporcionaban; las críticas a Gómez de ser un político
fogueado, no como Nieto, pero con rencores y carácter vengativo, tendrá que
desvirtuarlas con el trabajo. Igualmente, un elemento en su biografía política
que pesará, de acuerdo a cómo lo haga, es su pasado comunista, en cuyo partido
militó hasta su desaparición en 1988.
El gobierno de Estados Unidos es pragmático y no va a
bloquearlo. No lo hizo con Jorge Castañeda, otro exmiembro del Partido
Comunista, cuando fue secretario de Relaciones Exteriores, pero lo veían con
desconfianza. Aun con décadas sin Guerra Fría, los estadounidenses mantienen
resabios con quienes tuvieron directa o indirectamente lazos con Moscú, y según
lo que hicieron durante sus años de militancia, actúan. Por ejemplo, un senador
mexicano excomunista pudo pisar Estados Unidos sólo cuando el Senado solicitó
una visa especial para él, a fin de que pudiera asistir a una reunión
interparlamentaria.
La señal que envió López Obrador con el nombramiento de
Gómez puede tener diferentes interpretaciones, pero el irse rodeando de
exmilitantes comunistas y reforzar el ala radical mexicana, boliviana y
española alrededor de él, no es algo que dejarán de notar, particularmente por
su decisión de afectar inversiones estadounidenses. Puede ser un descuido del
Presidente o una acción deliberada, pero Gómez puede ayudarse y ayudar al
gobierno en la lucha contra la corrupción si actúa con seriedad y
profesionalismo, entendiendo que la subjetividad con la que pueden ver su
pasado en la fuente principal de la información que requiere para mejorar su
trabajo, puede neutralizarla con una colaboración sin engaño, como lo hizo Nieto,
donde la ideología podrá colocarse en la congeladora si genera la certidumbre
que, en esos cargos, se requiere.
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