En México el 29% de mujeres
mayores de 15 años ha sufrido al menos un incidente relacionado con violencia
económica o patrimonial o discriminación en el trabajo, de acuerdo con el Inegi
La violencia económica se vive en
cualquier ámbito y en ocasiones se cruza con la que es física, sexual y
emocional, lo que deriva en un control sobre los ingresos y gastos de la mujer.
Foto:
Mujeres que no aceptaron altos
puestos laborales por temor a que el aumento de salario causara controversia en
sus matrimonios o que utilizaban ropa interior desgastada porque sus esposos no
veían la vestimenta como un gasto primordial son los casos que más recuerda
Elena Olascoaga, maestra en Género y Desarrollo, al hablar sobre violencia
económica.
Este tipo de violencia la define
como cualquier acto donde se controlan los recursos económicos o se evita
la posibilidad de que una mujer tenga acceso a ellos, ya sea en el ámbito
familiar, de pareja, laboral o comunitario. También incluye a las acciones u
omisiones de un agresor, en su mayoría del género masculino, para afectar la
supervivencia económica.
“Actualmente tenemos derecho a
generar nuestros propios ingresos; sin embargo, en una sociedad que ha
normalizado la dependencia económica, esta violencia no es tan fácil de
percibir, ya que conlleva un control sobre los ingresos de las mujeres que
históricamente estaba presente”,
En México el 29% de mujeres mayores de 15 años
ha sufrido al menos un incidente relacionado con violencia
económica o patrimonial o discriminación en el trabajo, de acuerdo con la
Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH)
2016 del Inegi.
Parte del control sobre la
autonomía económica, financiera y patrimonial sobre las mujeres proviene de que
se les ha hecho creer que cualquier acto relacionado se hace “por su bien”,
asegura Oresta López Pérez, integrante del Laboratorio de Investigación: Género,
Interculturalidad y Derechos Humanos en el Colegio de San Luis.
“En los hechos concretos es
violencia porque alguien está tomando decisiones sobre la autonomía de las
mujeres y lo que está haciendo es mantener el nivel de pobreza femenina. Este
desempoderamiento que se genera en nombre de que ellas están bien en su casa es
una gran falsedad porque van a tener menos oportunidades de autonomía
personal”, asegura a Excélsior.
Por ejemplo, en San Luis Potosí,
donde la investigadora coordinó un diagnóstico
sobre la violencia que viven las mujeres en 20 municipios, se encontró
que más del 50% de las entrevistadas había sufrido este tipo de violencia. Las
parejas o exparejas eran los principales violentadores, ya que ejercían
acciones que disminuían su autonomía económica.
“Quien más repite e impide que
las mujeres de la familia estudien, trabajen o logren su autonomía es el padre,
así como familiares en general y las suegras convocan a que las nueras no
estudien o trabajen, en el ámbito comunitario está la parte de vecinos”,
asegura.
Al ser una violencia sobre el
control en la autonomía de las mujeres, en este ámbito entran aquellas parejas
que tratan de controlar los pagos en pensiones alimenticias a las madres;
quienes obligan a que una mujer cuide de los hijos o personas con alguna
discapacidad, o quienes tratan de despojar a las viudas de una herencia que les
corresponde.
Más señales
La violencia económica se vive en
cualquier ámbito y en ocasiones se cruza con la que es física, sexual y
emocional, lo que deriva en un control sobre los ingresos y gastos de la
mujer. De esta forma la vuelven dependiente económica ante cualquier
decisión que implique bienes materiales o patrimoniales.
Las especialistas comparten
algunas acciones que son características de este tipo de violencia:
Limitaciones encaminadas a
controlar el ingreso o percepciones económicas.
Despojamiento del dinero u
objetos de valor, control en horas de entrada al trabajo o pedir permiso para
hacer el gasto.
Ofrecer un salario menor por
igual trabajo y dentro de un mismo centro laboral en comparación con un colega
masculino.
Pedir pruebas de embarazo a una
solicitante de empleo.
Que un jefe limite un ascenso
laboral por el hecho de ser mujer.
Transformación, sustracción,
destrucción o retención de objetos, documentos personales, bienes, valores,
derechos patrimoniales o recursos económicos destinados a satisfacer las
necesidades de la mujer.
Que la pareja maneje las tarjetas
bancarias o ingresos económicos del hogar.
Cuando se registran bienes o
propiedades a nombre de la pareja aun cuando la mujer haya contribuido
económicamente.
Decidir que una mujer sea la
cuidadora de hijos o familiares con alguna discapacidad sin la oportunidad de
que genere ingresos.
En el medio rural, que los
hombres sean quienes se les reconozca la propiedad de la tierra.
Esconder papeles oficiales e
identificaciones como una forma de controlar la movilidad de la mujer.
Quitarle joyas, autos, artículos
de valor u objetos personales.
Prohibir que la mujer tenga un
ingreso extra o que se incorpore al mercado laboral.
Evitar la conclusión de los
estudios o el acceso a oportunidades educativas.
Olascoaga asegura que salir de
una relación en un ámbito donde se ejerce violencia económica suele ser
complicado, ya que existe desconocimiento sobre las acciones que pueden
llevarse a cabo. Pero también porque al ser dependiente la mujer no tiene un
sustento propio o una red de apoyo.
“A veces no salen de la situación
por la coerción que existe, lo que hace que se queden. Luego no es porque
quieran hacerlo, sino porque realmente no tienen nada, ningún recurso
patrimonial, red familiar, ni a dónde ir. Esta dinámica hace que tengan todo
que perder y cuando toman la decisión pueden enfrentarse a otras situaciones
que las dejan en vulnerabilidad”, dice.
Además de las consecuencias en la
salud física, este tipo de violencia genera afectaciones en la salud mental que
pueden derivar en depresión o ansiedad, lo que merma el desarrollo integral de
las mujeres que les permita sobrellevar el término de este ciclo.
Romper el ciclo de este tipo de
violencia tiene que ver con la erradicación de ideas y estereotipos en
todos los ámbitos sociales sobre que las mujeres está bien en casa sin recursos
o autonomía
“Se debe favorecer que las
mujeres vivan el empoderamiento económico, autonomía personal y la decisión
sobre sus cuerpos, empleos, sobre sus vocaciones. Es importante que hagamos
propuestas alternativas capaces de empoderarlas a que aprendan profesiones y
trabajos, a tener autonomía económica que les permita tener mayor oportunidad
personal, menos dependencia de sus parejas y llevar adelante los proyectos que
quieran hacer”, afirma López Pérez.
Las especialistas coinciden en
que a nivel gubernamental es necesaria la creación de un equilibrio que permita
a la población acceder a las mismas oportunidades sin importar su género. Por
ejemplo, programas de generación de empleo a mujeres, ayuda a madres
trabajadoras, apoyo al emprendimiento o auxilio económico a cuidadoras.
No hay comentarios :
Publicar un comentario