Al presidente le causa placer jugar con quienes le rodean y con las figuras que tienen cierto peso en la realidad política nacional
Al presidente le causa placer jugar con quienes le rodean y
con las figuras que tienen cierto peso en la realidad política nacional. Se
dice, por ejemplo, que cuando recibe de vez en cuando a uno que otro importante
empresario mexicano que llega con la intención de presionarlo en alguna
negociación, usa símbolos y menciona personalidades muy reaccionarias para
acalambrarlo, desorientarlo y desarmarlo.
Pues dentro de esa diversión y en su infinito egocentrismo,
buscando el control absoluto de las partidas en el juego, López
Obrador está apostando y velando por él mismo de cara al 2024. No
lo hace por Morena ni por los posibles candidatos, tampoco para
quedarse otros seis años —lo cual, bueno, no es que se pueda desechar. Lo que
quiere demostrar es que él es el único que importa.
Y no la tiene tan difícil. En realidad Regeneración
Nacional carece, y carecerá, de la institucionalidad que tuvo en su
momento el PRI o del diálogo incluyente que hubo en el PAN. Morena,
lo sabemos bien todos, se asemeja más a lo que fue el PRD cuando este
era un partido de cierto peso; está lleno de tribus, de intrigas y su único
cohesionador es López Obrador.
¿Cuál, entonces, es su interés con Morena? Que sea un
escenario donde pueda demostrar que él es quien manda en este país. Ni el
comité ejecutivo ni el presidente o secretario general del partido; solo él
puede decidir.
Los suspirantes a ser ungidos por Palacio empiezan a
moverse. No olvidemos que López Obrador es quien lo permitió. Su propuesta de
adelantar la sucesión tiene como objeto divertirse manipulando a las figuras
políticas. Sea Marcelo, Claudia, Monreal, Tatiana, Moctezuma o Durazo. Les
calienta la cabeza y luego se las enfría en cuanto estas empiezan a tener
inercia propia.
Si por él fuera, que los pre contrincantes se despedacen y
el partido político también. Siempre y cuando, claro está, eso no afecte ni su
imagen ni su popularidad ni sus prioridades específicas de gestión.
Pareciera un contrasentido destruir el partido propio, pero
para AMLO eso poco importa. Ya sabemos que puede crear otros, comprar al PRI,
actuar al estilo caudillo, entre otras opciones, todo siempre y cuando su
voluntad sea la que impere.
Mientras tanto, los aspirantes —no importa el cargo, la
dependencia o el nivel gubernamental— tratan desesperadamente de descifrar las
señales del líder, así como detectar dónde están los límites que ha impuesto el
presidente de lo que sí y lo que no pueden hacer.
Al respecto, así se entiende la participación que se anunció
para este viernes de Santiago Nieto en un seminario del Parlamento
Juvenil del Senado de la República. El ex funcionario fue invitado ni más ni
menos que por otro actor que también se la pasa probando la resistencia de “los
resortes” de López Obrador: Ricardo Monreal.
La invitación de Monreal lo dice todo. Ambos dos disfrazan
sus participaciones políticas como académicas, e intentar insertarse en un
ajedrez que levanta interrogantes y hace suponer nuevos acomodos en los grupos
internos de Morena para buscar el 2024.
Ver a estas figuras en acción, al igual que muchas otras más
intensamente ligadas a Morena y al lopezobradorismo, da una idea de hasta
donde López Obrador les permite ‘irse por la libre’ y/o que se despedacen entre
ellos. Algo así como lo hacen las hienas y demás carroñeros cuando alguien de
la manada se encuentra herido.
Vale la pena traer a colación el ejemplo en Brasil
cuando Inacio Lula da Silva impuso a Dilma Russef, quien creció a la
sombra del primero. Cuando se acabó esa “protección”, se dio el descalabro
político en Brasil. Tiempo después, con un Partido de los Trabajadores tan
destrozado internamente, no hubo quien enfrentara a Jair Bolsonaro.
Andrés Manuel confía en su aceptación, por lo cual poco
le importa lo que a Morena le suceda. Adelanta el proceso sucesorio, confía en
su alfil (el o la que resulte), pero ese suspirante llegará muy debilitado al
poder para hacerle frente y hasta requerirá el apoyo del tabasqueño para
gobernar. ¡Menuda forma de trascender! Una historia mal comprendida y que
podría ser peor ejecutada.
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