Este 10 de abril se conmemora el 102 aniversario luctuoso del Caudillo del Sur, el hombre que fue símbolo de la lucha agraria y levantó en armas a toda la nación
Esta imagen de Zapata fue tomada en 1911 en el Hotel
Moctezuma. Se desconoce su autor (Twitter: Fototeca Nacional)
Emiliano Zapata murió a os 39 años, pero poco tiempo le
bastó para crear su leyenda. A diferencia de otros personajes de la
Revolución, el general, como era conocido fue quien inspiró mayor
confianza y empatía en las huestes de todo el país, quienes centraron en su
figura la que mejor representación para la lucha por la tierra, la justicia, la
libertad y la dignidad de los campesinos, así como a las clases oprimidas
en general.
Y es que el Caudillo del Sur, ya sea a través de
reproducciones fotográficas o alegorías plásticas, es el héroe nacional
que más ha trascendido fronteras. Los orígenes de esta “idolatría” y su
vigencia fueron discutidos vía remota en la presentación editorial, organizada
por la representación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH)
en Morelos, a través del Museo Histórico del Oriente, en Cuautla, donde cinco
historiadores exploraron a zapata como mito, en el 141 aniversario de su
natalicio en 2020.
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“Estoy convencido que, sin la intransigencia, resistencia y
heroicidad de Zapata y del movimiento que encabezó, la Revolución Mexicana
hubiera sido muy distinta, quizás, solo política, limitada a sustituir un
gobierno dictatorial por uno electo democráticamente, pero carente del
contenido social y la transformación profunda y radical de las estructuras
económicas, sociales, políticas y culturales”, dijo al respecto Felipe Ávila
Espinoza, titular del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las
Revoluciones de México (INEHRM).
“Por eso, la huella
del zapatismo fue de tal magnitud que, incluso los “vencedores”, no pudieron
eludir la legitimidad de sus demandas. Y también creo que la persistencia en la
memoria colectiva y en la lucha de los sectores populares mexicanos, hasta la actualidad,
se explican por la identificación con la experiencia histórica zapatista”, dijo
en la transmisión, la cual se realizó por el canal de INAH TV en YouTube, como
parte de la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura del
Gobierno de México.
En su intervención, el historiador Salvador Rueda Smithers,
director del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, recordó que,
en los años 70, cuando formó parte de un grupo de jóvenes historiadores
dedicado a recuperar los testimonios de los últimos zapatistas, era común
encontrar en las humildes casas de los veteranos y las veteranas, fotomontajes
de ellos (en retratos de su juventud) con la figura del general, de quien
perpetuaron el simbolismo de héroe nacional.
Diferencia de métodos con Madero
Tras el triunfo con la Revolución y el maderismo, Zapata
no concibe el licenciamiento de sus tropas sin que a cada uno se le otorgue la
seguridad de tierras para sembrar a cambio de sus fusiles. Para él, la guerra
no terminaba con el derrocamiento del porfirismo, sino con la
cristalización del objetivo del pueblo campesino: la devolución de las tierras
robadas por los hacendados millonarios, con las décadas de imposición
latifundista de los hacendados.
Madero creía que primero había que hacer una reforma
política profunda, mientras que para Zapata era prioritaria la devolución de
las tierras robadas por las haciendas. A decir de Zapata, Madero había
traicionado la revolución.
Con Madero como presidente de la República, las diferencias
no disminuyeron. Zapata se entrevista con Madero en el Palacio Nacional, donde
sostienen una fuerte discusión. Madero ofrece a Zapata una hacienda en el
estado de Morelos “como pago a sus servicios a la Revolución”, cosa que
enfurece a Zapata que le contesta:
“No, señor Madero. Yo no me levanté en armas para conquistar
tierras y haciendas. Yo me levanté en armas para que al pueblo de Morelos le
sea devuelto lo que le fue robado. Entonces pues, señor Madero, o nos cumple
usted, a mí y al estado de Morelos lo que nos prometió, o a usted y a mí nos
lleva la chichicuilota”, respondió Zapata.
El cadáver de Zapata exhibido en Cuautla
Tejiendo la mortal traición, 50 muertos por una farsa
Tras el asesinato de Francisco I. Madero y el ascenso en el
poder de Victoriano Huerta, la lucha armada se exacerbó y Zapata fue uno de los
jefes revolucionarios más importantes, al tiempo que introdujo importantes
reformas en Morelos, su ciudad natal.
Alcanzó así fama nacional el movimiento zapatista como la
otra cara de la moneda entre los campesinos surianos y los del norte. En su
estancia en la capital, las tropas tuvieron una actitud más que pacífica:
obtuvieron recursos mediante limosnas y evitaron los robos y asaltos de algunos
bandidos que ensuciaban su nombre haciéndose llamar zapatistas.
La guerra por parte del gobierno tomó perfiles despiadados
en el norte. El gonzalista Jesús Guajardo le hizo creer a Zapata que
estaba descontento con Carranza y que estaría dispuesto a unirse a él. Zapata
le pidió pruebas y Guajardo se las dio al fusilar a aproximadamente cincuenta
soldados federales, con consentimiento de Carranza y Pablo González, y
ofrecerle a Zapata armamento y municiones para continuar la lucha.
Así, acordaron reunirse en la Hacienda de Chinameca,
Morelos, el 10 de abril de 1919. Zapata acampó con sus fuerzas a las afueras de
la hacienda, y se acercó a la mismo acompañado únicamente por una escolta de
diez hombres.
Al cruzar el dintel, una ordenanza apostado a la entrada,
tocó con su clarín la llamada a honores. Esa fue la señal para que los
tiradores, escondidos en las azoteas, abrieran fuego contra Zapata, que alcanzó
a sacar su pistola, pero un balazo se la tiró; después el caudillo cayó muerto.
No pocos condenaron el procedimiento. Además, esto dio lugar
a que, una vez muerto por más de veinte impactos de escopeta en el
cuerpo, Zapata se convirtiera en el propagador de la revolución y símbolo
de los campesinos desposeídos. El movimiento continuó, aunque ya con menos
intensidad, y los zapatistas acordaron nombrar a Gildardo Magaña Cerda jefe del
Ejército Libertador del Sur. Él sería el último, pues casi un año después, los
antiguos compañeros de Zapata se integrarían al gobierno aguaprietista, aunque algunos
de ellos serían asesinados por el mismo gobierno.
Sin embargo, nadie pudo acabar con lo que Zapata
significó para el pueblo de México y la lucha de ideales de libertad y
justicia.
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