La pandemia ha modificado el acercamiento con los fallecidos, pero no los ritos y el dolor
La causa de muerte en los pacientes de
covid-19 es multifactorial; la mayoría fallece por insuficiencia respiratoria
aguda, secundaria al daño pulmonar extenso, pero también pueden existir otras
causas como una falla orgánica múltiple. El doctor César Luna, jefe de anatomía
patológica del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), explica
el protocolo que sigue a la declaratoria de muerte por covid-19.
“Lo primero es notificar al servicio de
patología, quienes se preparan para recibir el cadáver; a la cama del paciente
llegan enfermeras para amortajar el cuerpo, consistente en obturar nariz y boca
con algodón y envolverlos en una sábana”.
“Después entran los camilleros y ayudan a
colocar el cuerpo en una bolsa mortuoria con cierre hermético; al mismo tiempo
se realiza la nota de defunción que incluye las causas de la muerte, también
incluye un documento con los hechos premortem”.
“Por rutas previamente trazadas, los
camilleros llevan el cuerpo al área de patología. Todo el personal mencionado
está cubierto con su equipo de protección adecuado. Es recibido por técnicos,
quienes los pasan a otras camillas o a gavetas refrigeradas, sobre todo si sus
familiares van a tardar en recogerlos”.
En este punto se pide permiso a los
familiares para hacer una necropsia. De 549 fallecimientos registrados en el
INER, han sido autorizadas 46 necropsias.
“Familiares entienden la importancia de
realizar un estudio post mortem y sobre todo el valor de arrancar de un hecho
tan trágico algo positivo, es decir, su familiar falleció, lamentablemente,
pero aún después de muerto puede todavía aportar algo valioso que nos permita
conocer mejor esta enfermedad”, explica Luna.
“Permitimos a los familiares que estén
hasta 10 minutos, porque dependiendo de sus diferentes creencias e ideologías,
muchos optan por platicar con sus difuntos, otros rezan, otros, como es de
entenderse, están muy destrozados y están llorando y parte de la reacción
instintiva del ser humano, en ocasiones, es lanzarse o abalanzarse sobre el cuerpo
de su ser querido, querer tocarlo, querer abrazarlo, incluso besarlo; tenemos
una cápsula de acrílico que nos ha permitido contener a los familiares”.
Tener la certeza de que el cuerpo entregado
es, en efecto, el paciente de la familia; genera tranquilidad en los deudos.
“Hay que tener también ese trato humano y
sobre todo consideración para los familiares de los pacientes que fallecieron y
en pláticas también con sicología y con siquiatría coincidimos en que esto
genera un duelo patológico, es decir, va a ser más difícil sobrellevar la
muerte de un ser querido como ocurre, por ejemplo, en un accidente o en este
caso que sí es una enfermedad que tuvo mucho tiempo de padecerla, pero que de
repente ya no podemos verlo”.
Solo puede pasar una persona por familia a
la identificación. En el marco del Día de Muertos el doctor Luna concluye
recordando una de las anécdotas que le han quedado en los meses de pandemia.
“La cuestión cultural es muy importante,
para autorizarnos una autopsia lo hizo uno de los familiares del paciente, pero
de acuerdo con sus creencias, redactó una nota y una oración que nos pidió que
antes de realizar el estudio se leyera al cuerpo de su familiar, lo cual
respetamos, el equipo leyó tal cual, respetamos por supuesto la voluntad para
poder hacer ese estudio y respetar sobre todo sus creencias”.
HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRO
“Vi como poco a poco su saturación de
oxígeno bajaba. Él boqueaba, se esforzaba por jalar aire. Don Jorge, de
aproximadamente 70 años de edad, diabético, hipertenso y amputado de 3 extremidades
infectado por el virus SARS-CoV-2 no respondió al tratamiento. Al ver su
situación me pidió que por favor no lo intubaran y firmó su carta de no
reanimación con la única mano que tenía”.
Alma Edith Benítez, jefa de servicio de
enfermería del sector 4-2 del Centro Médico Nacional 20 de noviembre del ISSSTE
acompañó a don Jorge, hasta su último suspiro.
“Fue muy deprimente y sentí mucha
impotencia. Lo que hicimos, todo el personal de enfermería, fue turnamos para
que no muriera solo, y mientras esto pasaba lo acariciamos, le tomamos su
manita, rezamos, le decíamos que cerrara sus ojitos y siguiera esa luz que lo
llevaría a donde ya no iba a sufrir más”, aseveró Benítez.
En 25 años de servicio, la jefa Alma nunca
se había enfrentado a tal dimensión de muerte.
“Ahorita estamos contra la muerte
constantemente, todos los días y a todas horas; la verdad es una experiencia
muy amarga. Estos pacientes se colapsan en minutos y el personal de enfermería
y médico somos los últimos en verlos, en despedirlos”
“Estamos pasando por un momento muy difícil
donde paciente que ingresa, de hecho, nos pregunta casi siempre ¿qué me va
pasar?, ¿me voy a morir? Es bien triste ver como entran familias completas
infectadas, familias de las que se muere papá, se muere mamá y deja huérfanos a
los niños”
Para la enfermera no hay duda de que el
mejor tratamiento que puede existir para los enfermos de COVID es el apoyo, el
cariño y la solidaridad.
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