Directorio

Directorio

lunes, 3 de junio de 2019

La belleza frente a la destrucción



Por: Fernando Flores Bailón

En el anterior artículo hablé de la riqueza y complejidad de la realidad, además de la
posibilidad que tiene cada uno de nosotros, apoyándonos de la música, la poesía o cualquier
otra manifestación artística, para habitar en nuestro entorno con un ánimo pletórico y
colorido; era necesario para esto, sacudirse la desconfianza y el hermetismo que genera en
nuestro estado de ánimo el paisaje gris de la ciudad y el amontonamiento de viviendas. Hoy
quiero ahondar más en este tema, considero que para la importancia vital de la belleza no
basta un artículo.

De todos los seres que habitan sobre este planeta, sólo uno de ellos es capaz de percibir la
belleza, es el ser humano. Él tiene la capacidad de admirarse de aquellos casos armónicos de
los que dispone la naturaleza. Únicamente el hombre, cuando ve descendiendo al sol sobre
el horizonte, se admira de los colores con que se va manchando el cielo; sólo el hombre
puede, como encantado, acercarse al árbol cuando oye que de ahí se desprende el coro de las
aves; nada más el ser humano es quien, en este mundo, puede quedar enamorado al ver la
belleza de la otra persona. He aquí que no percibimos simplemente la belleza, también la
sentimos; ocurre entonces, dentro de nosotros, el surgimiento de dos caminos que habremos
de recorrer. El primer camino es el de la inacción, el hombre respeta lo bello, no interviene
o incide, no quita o pone, no corta ni remueve del objeto bello, decide dejarlo intacto, hace
nada con la intención de que lo bello siga siendo bello. El segundo camino es el de la
actividad, aquí el hombre procura y cuida a lo bello para que se preserve, puede ir más lejos
y entonces hace un cuadro o escribe un poema, luego comparte su creación artística para que
los demás participen de la belleza y los generosos sentimientos que ella produce. Lo que
infunde lo bello dentro del corazón del hombre es compensatorio: le ayuda a soportar las
tristezas y pesares que la vida tiene para él.

Tal es la importancia de la belleza, que el hombre se ha dedicado fervorosamente en hacerla
parte de su vida. El éxito es innegable, la obra de arte es el producto de ese fervor. La creación
artística, además de reproducir lo bello, nos dice que el hombre valora la belleza y que tiene
una predisposición natural hacia ella. Muy raro es que existan tribus o pueblos que carezcan
de toda expresión artística; el hombre por muy iletrado o ignorante que sea, tiene la capacidad
para admirarse de lo bello; podrá no resolver ecuaciones de segundo o tercer grado, ni podrá
comprender la fisión nuclear, sin embargo, sí que puede encontrar lo bello en el cielo
estrellado o en el suspiro que produce la ola que va a morir en la playa.

Por muy rudo que parezca el ser humano le puede nacer el amor y el respeto por lo bello, lo
armónico y lo frágil. Ese respeto infundido puede encauzarse para que toque a los demás y
lo demás. Es decir, la contemplación estética de la realidad se puede ir perfeccionando a tal
grado que la belleza se vea en donde antes se veía algo simple y vulgar; quien aprende de lo
bello no omite a la flor que brota en la banqueta pública, quien aprende de lo bello se detiene
a contemplar esa estampa matutina de una ciudad cubierta de niebla, o bien, siente la belleza
que le produce la siesta despreocupada del perro callejero y en todo ello no querrá incidir, en
cambio, procurará su cuidado antes que su destrucción. Te preguntarás, estimado lector, ¿a
dónde estoy tratando de llegar? Únicamente a esta pequeña pero profunda conclusión: La
belleza tiene el poder de apaciguar toda intención de destruir o dañar.

No hay comentarios :

Publicar un comentario