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miércoles, 14 de diciembre de 2016
Gasolina sube, gasolina baja
Peras Y Manzanas
VALERIA MOY
México ya no es un país petrolero, mucho menos es un país gasolinero. La aclaración es pertinente. Cuando a generaciones enteras del país se les transmite que el petróleo corre por nuestras venas, se llega a conclusiones equivocadas, generando expectativas erróneas.
Esa es la expectativa que se ha generado en el debate en torno a la liberalización del precio de la gasolina que tendrá lugar el año entrante.
La realidad nos va a sorprender.
Hoy en día el precio de la gasolina tiene varios componentes. En primer lugar, están los precios de referencia, que toman en cuenta el promedio de varias cotizaciones de diferentes gasolinas en Estados Unidos. Este factor representa aproximadamente 44.7 por ciento del precio de la gasolina en cualquier estación de servicio en México. El segundo componente es un margen que incluye transporte, fletes y costo de manejo y equivale a 13.4 por ciento del precio de la gasolina Magna y 18.1 de la Premium. En tercer lugar, está el IEPS, que fluctúa entre 3.52 y 4.16 pesos por litro dependiendo del octanaje, y representa 26 por ciento del precio de la Magna y 18.9 de la Premium. (Aunque en 2016 el IEPS fue una cuota fija, en la ley se contempla un componente variable temporal para que el precio no rebase los valores de la banda establecida por Hacienda). El último componente incluye un IEPS a combustibles fósiles y el IVA, que equivale más o menos a 17 por ciento del precio.
Todos estos diferentes factores están basados en una cadena de valor que empieza desde la extracción de petróleo, pasan por la refinación y llegan hasta la bomba en la gasolinera. Los precios de cada etapa determinan el precio final que paga el consumidor. Hasta hoy, los precios de cada etapa de esta cadena productiva han estado ocultos por ser Pemex y sus subsidiarias los responsables de todos los procesos. La determinación actual del precio de la gasolina en México en nada responde a prácticas de mercados competitivos.
La Ley de Ingresos de la Federación para 2017 establece que a partir de ese año se empezará un proceso de flexibilización del precio de la gasolina, para que se determine bajo condiciones de mercado. Para que el proceso sea ordenado, la Comisión Reguladora de Energía tendrá que emitir un cronograma que podrá modificar con base en las condiciones del mercado.
Las seis refinerías que tenemos en México, propiedad de Pemex, operan por debajo de su capacidad. En 2015 operaron al 66 por ciento, en 2014 al 70. Esta baja utilización puede explicarse, en parte, por paros de producción no programados.
En ese mismo año, Pemex importó 53 por ciento de los combustibles de origen fósil para satisfacer la demanda nacional. De estas importaciones, 80 por ciento llega al país por vía marítima. Sin embargo, la capacidad de importación marítima de petrolíferos del país es baja.
Hoy el precio de la gasolina es el mismo en prácticamente todo el país, y no refleja los costos de transporte asociados a llevarla a diferentes lugares. Cuando se libere el precio, se hará evidente la falta de infraestructura y se revelará el precio real del transporte del combustible, lo que impactará el precio de venta de la gasolina de forma distinta en diferentes regiones, aunado a la cantidad y ubicación de las estaciones de servicio existentes.
Otro tema a considerar es la capacidad de mantener inventarios. Si hoy tuviéramos un problema en el suministro de gasolina, México cuenta con inventarios para cubrir cuatro días de consumo nacional. En un entorno de precios flexibles, la capacidad de inventarios tendrá que ser ampliada si se quieren evitar subidas abruptas de precios o situaciones de desabasto.
La flexibilización del precio de las gasolinas sacará a la luz muchas ineficiencias y deficiencias que hemos ido generando con los años: falta de consistencia en la refinación que se hace en el país; enormes déficits de infraestructura en todas las etapas del transporte, desde la recepción de gasolina importada por mar o por tierra; distribución poco eficiente de las estaciones de servicio; márgenes garantizados por Pemex a los operadores, entre otros.
No se trata únicamente de liberar el precio del producto final, sino de permitir la competencia en todas las etapas de la producción para, de entrada, conocer el precio real del combustible e ir generando mejoras en la cadena productiva. Flexibilizar el precio de la gasolina no debe generar la expectativa de que el precio va a bajar. Tendremos que estar listos para que el precio fluctúe. Estar listos para que el precio baje, pero más listos aún para cuando suba.
Valeria Moy es profesora de economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos?
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