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lunes, 13 de junio de 2016
¿La debacle del PRI? …y la generación de los “baby boomers”
Por José Luis Palacios Blanco
Soy parte de la generación de los “baby boomers” y nací y crecí con el gobierno de la “dictadura perfecta” que así calificaba Vargas Llosa.
La generación de mis padres y abuelos también crecieron gobernadas por el PRI. La generación del 68 luchó para que en los setentas y ochentas hubiera libertad de expresión y juego democrático con partidos políticos reales, no “paleros” como lo fueron el PPS y el PARM. Como muchos jóvenes me opuse al régimen priísta como pude y vi de cerca al Ogro Filantrópico que bautizaba Octavio Paz y que corrompía todo lo que tocaba; desde un puesto en un mercado, un permiso de taxi, un trabajo en el gobierno, el acceso a un apoyo.
El PRI era el dinosaurio que “despertaba y se daba cuenta que allí seguía”. Era un monstruo de mil cabezas que la joven oposición de derecha y de izquierda apenas alcanzaba a descifrar. Lo controlaba todo. Estaba en todo. Corrompía todo. Fueron 71 años de gobiernos de un solo partido en donde sin contrapesos de opositores o de la opinión pública y con medios de comunicación comprados, se despachaban “con la cuchara grande” la riqueza nacional. Fueron desarrollando los priístas un “gen”, un “ADN”, que sin dificultad aprendieron pronto panistas y perredistas para saborear el poder y el dinero. Difícil llevar una vida sencilla, imposible una austeridad republicana. Todos en la vida fácil viviendo del presupuesto público.
En el 2000 la alternancia nos trajo la esperanza de un cambio no sólo democrático sino prometía con Fox la frescura, un mañana distinto. La desilusión fue enorme. El poder y el dinero alcanzaron los ideales y una generación vio que era imposible eliminar las raíces de un sistema político diseñado para privilegiar a los políticos y olvidar al pueblo. Los políticos con buenos sueldos, cientos de diputados, fuero y leyes hechas para perpetuarse, monumentales actos de corrupción, escándalos por conflictos de intereses, crearon el hartazgo que como pueblo tenemos hoy para con la clase política.
Así es. El panismo no trajo cambios y sí nos robó las ilusiones. Las elecciones del 2012 trajeron de regreso al dinosaurio priísta con aquella máxima popular de que es mejor “malo conocido que bueno por conocer”. El regreso del PRI a la Presidencia traía la posibilidad de pensar que quizá “ahora sí harían bien las cosas” y se cuidarían de robar y saquear como lo habían hecho por décadas. Pero su genética fue más fuerte que el entorno. El pueblo claramente vio la corrupción que brotaba por doquier y poco crecimiento económico. Por eso, las elecciones del 2012 mostraron a un pueblo que estaba dispuesto a esperar resultados un ratito más. Pero el PRI y el Presidente Peña iniciaron una rápida caída de aceptación al “no poder tapar el sol con un dedo” y el hartazgo salió a las calles reflejando por datos oficiales del CONEVAL que las brechas entre ricos y pobres se siguen ampliando.
La novedad de las candidaturas independientes, la figura del referéndum y la iniciativa popular y el recientemente propuesto Sistema Nacional Anticorrupción fueron vistas como estrategias necesarias, hasta que el pasado domingo los resultados de las elecciones arrojaran esta realidad: los candidatos independientes no tienen la fuerza y aceptación que un partido político; la escolaridad del mexicano es mayor y ya vota con mayor razonamiento; los actos de corrupción del priísmo comenzaron a verse por todos lados; las alianzas de izquierda y derecha tuvieron su efecto al lograr victorias en diversos estados del País; la izquierda dividida reduce la probabilidad de triunfos amplios; MORENA crece pero no tiene porcentaje de la población para ganar; el PAN sale victorioso y tiene un bono que lo encamina a nuevas victorias.
Con estos resultados se aclara el escenario del 2018: el PRI no tiene fuerza en su “marca” y no tiene un candidato fuerte y limpio; sus tiempos para crearlo son cortísimos. El PAN tiene candidatos fuertes y valorará si va con el PRD o solo a la elección presidencial; la izquierda tiene en la división su pecado original pues no podrán separados nunca alcanzar el poder (son 5 partidos bien partidos) cuando están ahora más cerca de él. López Obrador tendrá un porcentaje importante de votación pero sin una izquierda unida no podrá tener la victoria. Los candidatos independientes sólo podrán tener fuerza en la elección si logran una candidatura única si es un ciudadano que no haya militado en partido político y tenga una trayectoria impecable y aun así no ganarían la elección. Los dos partidos con mayor probabilidad, el PRI y el PAN, deberán acercar a candidatos más cercanos a la gente y proponer a quienes tengan trayectorias impecables.
La reciente debacle electoral del PRI es una lección importante para los partidos políticos. El electorado en México ha cambiado; el “voto duro” ya no es suficiente para ganar elecciones. Se requieren perfiles de candidatos de vida austera; de estilo directo para con la gente; separados de intereses; gente honesta y sencilla que inspire confianza al votante. La elección del 2018 será inédita con un voto fraccionado en cuatro partes casi iguales: el PAN, el PRI y aliados, López Obrador (MORENA y aliados) y los candidatos independientes. Será una elección cerrada. De una adecuada elección del perfil del candidato(a) dependerá el triunfo.
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