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jueves, 18 de febrero de 2016

TEMA LIBRE * Se fue el Papa y con él, sus buenos deseos

* El país vuelve al infierno de su realidad
* Privilegios y corrupción de los políticos
Por I. León Montesinos


Se fue el Papa Francisco y el país sale de su postración celestial para tornar a su cruda realidad; un verdadero infierno para millones de mexicanos de escasos recursos que como siempre deberán llevar sobre sus espaldas los efectos de la actual crisis económica, donde las autoridades hacendarias anunciaron ya un tijeretazo al presupuesto de este año del orden de los 132 mil millones de pesos y que habrá de impactar en más de 25 mil despidos, sobre todo en Pemex, parálisis de la obra pública y encarecimiento, por la imparable alza del dólar, de alimentos básicos como la tortilla, cuyo maíz para elaborarla importamos desde hace más de una década, gracias a los “beneficios” del TLC.
El Papa ya no está y estamos seguros que sus palabras vertidas a lo largo y ancho del país, al menos en la clase política, le entraron por un oído para salir por el otro, sobre todo si tomamos en cuenta lo expresado por el Sumo Pontífice en la recepción de Palacio Nacional, donde el Estado laico mexicano, evadió lo establecido en las leyes para sucumbir a los dividendos políticos de aparecer en primer sitio a un lado de Francisco I, pues no hay que olvidar que somos un país mayoritariamente católico.
Antes de que el enquistado síndrome de la desmemoria de apodere de nosotros, retomemos lo expresado por el Vicario de Cristo ante el Presidente Peña Nieto y su gabinete en pleno:
“Cada vez que buscamos el camino del privilegio o el beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”.
El retrato hablado hecho por el Papa no pudo ser más exacto de lo que viene ocurriendo desde hace décadas en México y que hoy, en la dura recesión que enfrentamos, reafirma el infranqueable abismo abierto entre ricos y pobres; entre los trabajadores, burócratas sindicalizados, campesinos e indígenas con la clase empresarial y la “dorada” clase política. El privilegio de unos cuantos en perjuicio de millones. La antítesis de la doctrina cristiana, ni más ni menos.
¡Qué bueno sería ver a nuestros políticos, ministros y servidores públicos de primer nivel seguir al pie de la letra los dictados del heredero del trono de San Pedro y verlos anunciar que se bajan a la mitad sus jugosos sueldos¡
¡Qué gratificante sería para un pueblo agobiado y sin esperanza de un mejor futuro, observar como los cardenales y obipos – que dejaron de oler a “oveja”—se desprendan de sus joyas, coches blindados y demás riquezas para mitigar el hambre y las necesidades de la gente¡
Y ya entrados en la aplicación del verdadero evangelio cristiano, mirar absortos como los poderosos empresarios y los representantes de los oligopolios internacionales deciden desterrar el salario mínimo de sus trabajadores otorgándoles una remuneración honorable –como lo establece la Constitución--, negándose a firmar contratos de protección con sindicatos blancos que impiden a millones de mexicanos tener acceso a la seguridad social, a una vivienda digna y una pensión justa.
Es decir, llevar a los hechos lo que el Obispo de Roma ha venido predicando por el mundo desde que asumió las riendas de la anquilosa y amafiada Iglesia Católica, pues contrario a lo que nuestros conductores y presentadores de los medios masivos buscaron ocultar, no es que México haya sido inspiración divina para que Francisco I abordara temas como la corrupción, los privilegios, el narcotráfico, la violencia, la migración y la falta de oportunidades para que los jóvenes, y toda la gente, tengan acceso a un trabajo honesto y bien pagado que les permita contar con una vivienda digna y ver un futuro promisorio con sus familias; en síntesis, un modelo económico que implique deslindarse del neoliberalismo y su capitalismo depredador y salvaje que de acuerdo a las encíclicas papales, están acabando hasta con nuestra madre tierra.
En pasada entregas, en este espacio cité algo del contenido de la encíclica sobre Tierra, Techo y Trabajo que el Sumo Pontífice dio a conocer al mundo luego de reunirse con representantes de los movimientos sociales y populares de los cuatro puntos cardinales del plantea, a quienes luego de escucharlos, les expresó su apoyo y solidaridad para ir en busca de un movimiento de solidaridad que cambie el actual orden de cosas. De hecho, él mismo aceptó que no faltó quien le colgara el calificativo de “Papa Comunista”.
Retomemos parte de esta encíclica para entender mejor el origen de los mensajes que el pastor de la Iglesia Católica, dejó esparcidos en suelo mexicano.
Dijo en el Vaticano, en octubre del 2014: “Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares.
Este encuentro nuestro no responde a una ideología. Ustedes no trabajan con ideas, trabajan con realidades como las que mencioné y muchas otras que me han contado… tienen los pies en el barro y las manos en la carne. ¡Tienen olor a barrio, a pueblo, a lucha! Queremos que se escuche su voz que, en general, se escucha poco. Tal vez porque molesta, tal vez porque su grito incomoda, tal vez porque se tiene miedo al cambio que ustedes reclaman, pero sin su presencia, sin ir realmente a las periferias, las buenas propuestas y proyectos que a menudo escuchamos en las conferencias internacionales se quedan en el reino de la idea, es mi proyecto.
No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo.
Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo. Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es comunista.
No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia”.
Hasta aquí las palabras expresadas por Francisco I en Roma, a la clase trabajadora, indígena y campesina del mundo, mismas que valdrá preguntarse si tras la reprimenda a los obispos mexicanos, las escucharemos de ahora en adelante en los templos católicos del país, aunque esto sea una remotísima posibilidad por las implicaciones sociales que podrían acarrear a nuestra zalamera clase política, acostumbrada precisamente a no abandonar sus privilegios ni la zona de confort que le ofrecen los altos cargos públicos, siempre aderezados con las mieles de la corrupción.
Y si no, veamos uno de los estudios realizados a finales del sexenio pasado por el Centro de Investigación en Economía y Finanzas del Tecnológico de Monterrey, donde se establece que los funcionarios de primer nivel de Felipe Calderón, recibieron 818 mil millones de pesos entre 2006 y 2011, por concepto de sus salarios. ¡Casi un billón de pesos¡
La investigación reveló que unos 3 mil 277 servidores públicos recibieron sueldos por más de dos millones de pesos anuales. Y qué decir de nuestros diputados y senadores pues de acuerdo al análisis, el Congreso mexicano es el quinto más caro del mundo sólo superado por Estados, Unidos, Brasil, Nigeria y Japón. Un Congreso de la Unión experto en aprobar reformas como la laboral o la energética que implican el empobrecimiento de millones de trabajadores al legalizar las outsourcings y la devastación de la madre tierra, mediante el uso de un sistema agresivo de extracción como el llamado fracking. El contrasentido a las tesis papales.
El Secretario de Hacienda acaba de anunciar un recorte al presupuesto por 132 mil millones de pesos y la Auditoria Superior de la Federación (ASF), señala en su informe de la Cuenta Pública 2014 que hay nada menos que 42 mil millones de pesos sin solventar; es decir, que huelen a desvíos. Así y de manera simple y llana, dos de los problemas que aquejan a México, citados por el Papa durante su visita, aparecen a la vista: privilegios y corrupción. Ni en sueños los funcionarios se bajarán el sueldo aunque el barco de la nación se hunda por el pesado lastre de la corrupción y la indiferencia. ¡Adiós, Papa, adiós¡…

Correo electrónico: garrasleo6@yahoo.com.mx

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