En Morelia, el obispo de Roma llamará a los jóvenes a convertirse en promotores del cambio que el país requiere.
Por Enrique Aranda
Definida ya, hasta en sus más mínimos detalles, la agenda a cumplir durante su próxima visita al país y listos, o en proceso de conclusión, todos y cada uno de los lugares donde estará presente entre el 12 y el 17 de febrero, el interés de propios y extraños, del gobierno federal de manera preponderante, parece estar centrado ahora en “los temas y orientación de los mensajes” del papa Francisco.
Y esto, no porque se valide el absurdo de supuestos especialistas según los cuales el Pontífice podría, de manera intencionada, abordar aspectos sensibles y específicos de la realidad nacional con el consecuente impacto (negativo) en la imagen del gobierno en general o de alguna de sus instancias y/o estrategias en particular y beneficio de sus opositores sino, fundamentalmente, porque aun sabiéndose que la visita a realizar tendrá un carácter “eminentemente pastoral” a nadie escapa que su mensaje impactará y, en consecuencia, marcará el futuro de México.
A la vista de lo anterior, entonces, no sobra tener en claro cuál y desde qué enfoque podría el Papa abordar aquellos aspectos y temáticas específicas que, a la vista de la doctrina social de la Iglesia, deben estar en la agenda de gobernantes y gobernados. “No existe Bien Común —dice el propio sucesor de Pedro— si se ignoran pilares como la vida, la familia, la educación, la salud, la seguridad y (en términos gruesos) la justicia social”.
De todos ellos hablará el papa Francisco aunque, insistamos, siempre desde una perspectiva eclesial y de fe, “eminentemente pastoral”.
De justicia social, en San Cristóbal de las Casas con “el mundo indígena” y en Ciudad Juárez donde se prevé que aborde la problemática de la migración —un tema particularmente sensible para él— y de la compleja relación entre capital y trabajo o, en cuanta oportunidad tenga seguramente, de pobreza y marginación que, en el caso de México, alcanza a poco más o menos del 54% de la población.
También, en otros foros, en Tuxtla Gutiérrez, por ejemplo, abordará temas sin duda sensibles como son el necesario respeto a la vida (desde la concepción de la persona hasta su muerte natural) y la familia en cuanto que institución natural constituida por padre y madre, hombre y mujer, y orientada a la procreación o, en encuentros con obispos, sacerdotes y/o religiosos(as), sobre la vida de la Iglesia en cuanto tal y la necesaria cercanía de su jerarquía con la población, para acompañar a ésta en la solución de sus propios problemas.
Mención aparte, por su importancia, se espera que deberá tener el mensaje a la juventud en Morelia. Ahí, según quienes en verdad conocen sobre el punto, el Papa deberá volver a llamar a los más jóvenes del país a convertirse en promotores del (necesario, urgente) cambio que requiere el país y, sin duda, a echarse a las espaldas la responsabilidad de construir un mejor México, a “hacer lío…” y reclamar lo que en estricta justicia es exigible para ello.
Violencia e inseguridad y sus consecuencias también estarán presentes en el mensaje pontificio; pensar distinto nos llevaría al equívoco. La realidad nacional impone su atención… pero no desde la perspectiva que muchos quisieran sino, fundamentalmente, de la justicia que igual exige honestidad, lucha contra la corrupción y la impunidad, temas estos últimos de los que muchos sabemos.
Visita pastoral, pues, pero con un innegable contenido de realidad y llamado a recuperar valores perdidos.
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