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martes, 3 de noviembre de 2015

Nadar de muertito


Enrique Quintana
La semana pasada, el presidente Enrique Peña le dijo lo siguiente a representantes de presidentes municipales al hablar sobre el tema de la seguridad:

“Esta es una tarea que compromete todos los esfuerzos de gobierno, porque lo que no se vale, lo que no es admisible para el orden particularmente municipal, es evadir la tarea pretextando no tener suficientes recursos, no tener suficientes capacidades y a veces hasta nadar de muertito y dejar que esta tarea vengan a hacerla otros”.

Fue literal. Pretextos puede haber muchos: no me alcanza; los policías son insuficientes; no tienen el perfil adecuado.

En fin, si se quieren respuestas del por qué no avanzar en materia de seguridad a escala municipal, la lista casi sería interminable.

Lo interesante es que el argumento de Peña se puede extender a muchos otros ámbitos.

Le refiero sólo dos, que están a la orden del día: la economía y la seguridad.

Empiezo con la segunda.

¿Por qué no hay un cambio realmente importante en materia de seguridad?

Porque es muy difícil cambiar el entorno en el que se desenvuelve la seguridad: municipios con policías corruptas; estados que no han desarrollado el mando único; tejido social roto en el que proliferan y se refugian los delincuentes; contrabando de armas de alto poder que benefician al lobby armamentista de Estados Unidos (EU); falta de recursos.

No cabe duda, si se quiere encontrar una explicación del por qué no se ha avanzado más en materia de seguridad, los argumentos abundan.

Y ya no se diga en la economía.

El crecimiento de 2.4 por ciento que probablemente tengamos este año es más que destacable porque EU va a crecer menos de lo previsto; porque hay inestabilidad financiera internacional; porque se cayó a la mitad el precio del petróleo.

Todos, argumentos convincentes y objetivos.

Casi en todos los órdenes, en la economía hay explicaciones del por qué no vamos más allá.

Pero lo mejor de este gobierno ha sido cuando esas explicaciones se han acabado y se buscó el ‘cómo sí’ hacer las cosas.

La refiero, por ejemplo, el caso de la reforma energética.

En un principio, el gobierno estaba instalado en el proyecto dereformar la Constitución para dejar el texto como estaba en los tiempos de Cárdenas. Se pensaba que era hasta donde se podía llegar.

Eso parecía lo posible. Y sin embargo, se pudo trascender.

Alguien tomó la decisión de ‘no nadar de muertito’ y avanzar.

Quizá, sin estar consciente de ello, el presidente Peña con su referencia de la semana pasada hizo una autocrítica de su gobierno y mandó un mensaje.

‘Nadar de muertito’ implica conformarse con el cambio que ya se dioen materia de las reformas estructurales. Para pasar a la historia pareciera no necesitarse nada más.

El problema es que si se deja el resto del sexenio a la inercia, es probable que la población rechace las reformas que no le representaron beneficios de corto plazo, y que quiera optar por las promesas del populismo, que amenazan con una regresión.

Si esta administración quiere realmente pasar a la historia, no puede ‘nadar de muertito’.

Tiene que arrojar lastres y bracear con fuerza para seguir adelante.

Si no lo hace, podríamos ver una regresión que haría historia.

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