Por Armando Sepúlveda Ibarra
México, DF.- A espaldas de los mexicanos y bajo el miedoso enclaustro tras murallas de acero y vallas de miles de policías, los senadores del PRI y PAN, modernos traidores a la patria, dieron anoche los pasos iniciales para traer de vuelta al porfiriato con la aprobación en comisiones de la reforma energética con que, al vapor, desnacionalizarán el petróleo para entregarlo a la rapacidad de las compañías petroleras transnacionales.
Aquella clase política codiciosa y escasa de representatividad atrincherada en la demagogia y en el híbrido ropaje del PRIAN, sesiona desde hace días con un despliegue de kilométricos muros impenetrables y una seguridad insólita por gigantesca, equiparable al modo como las feroces dictaduras recientes y las tiranías griegas y romanas se cuidaban del creciente repudio de los pueblos a sus dictados.
Al estilo de los sistemas despóticos los representantes populares del PRI y PAN en el Senado de la República imponían en el debate nocturno su autoritarismo con el clásico mayoriteo ajeno a la razón, desechaban las voces opositoras a la privatización de PEMEX-CFE y los energéticos con quimeras y burdos sofismas y, en síntesis, carecían de argumentos para rebatirlos, salvo su proverbial recurso de la verborrea de merolicos ignorantes, o bufones modelados de las obras de Shakespeare, como cualquier ciudadano pudo enterarse con sólo seguirlos por el canal del Congreso.
Aristóteles, en su Política, observó tres tipos de relación de dominio: la del marido sobre la mujer, la del padre sobre sus hijos y la del amo o patrón sobre sus esclavos, pero se sirvió de la de los gobernantes con los gobernados en los pueblos barbaros para bautizarla como despótica. Cuando el gobernante trata a los gobernados como siervos – terció Nicolás Maquiavelo – su sistema es el despotismo.
Para continuar con la reflexión de esos clásicos de la política, el lector puede aterrizar con los sucesos de los tiempos recientes en México, donde a propósito de la reforma energética y demás mamotretos modernizadores aprobados por las legislaturas, nadie ha consultado la opinión de la sociedad mexicana para modificar y elaborar nuevas leyes que a todos interesan y afectan. Y lo peor de todo: la mayoría de los mexicanos ha rechazado esas imposiciones y, para corroborarlo, es suficiente observar las marchas y plantones y bloqueos cotidianos, los desplegados de prensa contra los cambios operados en las legislaturas con el consenso sólo de los gobernantes y la irritación de la gente víctima de las despóticas y lesivas medidas impositivas en perjuicio de amplios estratos sociales.
A los senadores y diputados, auténticas marionetas de intereses de grupos y, por supuesto, beneficiarios de la corrupción que simbolizan los partidos políticos, poco les ha importado que, de acuerdo con las encuestas hasta del propio gobierno, la mayoría de los mexicanos está en contra de la privatización del petróleo y sabe, por experiencia, que ningún beneficio dejará al país que los traidores a la patria devuelvan a las transnacionales del petróleo expulsadas del país por el Presidente Lázaro Cárdenas el 18 de marzo de 1938 todos los recursos petrolíferos. ¿Quiénes ganaron con la venta de las empresas del gobierno (minas, ingenios, ferrocarriles, carreteras, teléfonos, bancos, etcétera) durante los desgobiernos de Salinas, Zedillo y demás? Sacaron la tajada del león los grandes empresarios nacionales y extranjeros amigos de esos gobiernos y al pueblo le tocó pagar los platos rotos como haberle endosado las deudas del Fobaproa y el rescate de los bancos.
Ahora vemos, con el retorno del nuevo PRI y su alianza con el PAN, un amasiato de intereses ansiosos de apropiarse de rebanadas del gran pastel de los energéticos, quizá con la esperanza de que algunos de estos neoliberales y sus cuates pudieran beneficiarse de la entrega del petróleo y, de la noche a la mañana, convertirse en nuevos personajes de la famosa lista de multimillonarios de la revista Forbes, como ha sucedido con aquellas privatizaciones.
Hasta avanzada la noche los nuevos Santa Anna e Iturbides, guiados como borregos por los pastores senatoriales el priísta Emilio Gamboa Patrón y el panista Jorge Luis Preciado, con la batuta de los demagogos César Camacho Quiroz y Gustavo Madero, pretendían imponerse al mandato de la Constitución de llevar a consulta popular la privatización del petróleo en las elecciones de 2015, para que los mexicanos decidan el destino de los recursos de la nación, como exige la izquierda y amplios sectores de la sociedad.
A la clase dominante sólo le importa su bienestar y repartirse el botín de la privatización y, con falsedades, quiere despojar a México de su recurso más valioso que, además de aportar más de 40 por ciento de sus ingresos para sostener a la inepta burocracia (sobre todo, la alta) y de ser pilar del desarrollo del país, tuvo una ganancia de 43 mil millones de dólares en los primeros nueve meses de 2013 antes de que el fisco los decomisara como impuestos.
La ultraderecha al servicio del gran capital doméstico y transnacional sacará la privatización con sus votos de senadores y diputados que a nadie representan, aun cuando saben que una consulta popular con la participación de los mexicanos echaría abajo la nueva traición a la patria. Esperemos que el porfiriato quede en la historia…
(Felices fiestas a los amables lectores de El Mexiquense. Nos vemos en enero).
armandosepulvedai@yahoo.com.mx
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miércoles, 11 de diciembre de 2013
Deslindes
La vuelta del porfiriato
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diciembre 11, 2013
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