Por Enrique Aranda
El Secretario de Gobernación reiteró la decisión de avanzar en la promoción de una reforma fiscal con el propósito de incrementar los ingresos gubernamentales
Desplazada de los titulares de los medios de comunicación y de la atención de la opinión pública nacional, la profundización de la crisis económica augura ya males mayores, y por un tiempo más largo, que los sinsabores causados a gobierno y sociedad por la escalada violenta de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) contra la reforma constitucional en materia educativa.
En las últimas semanas, efectivamente, la drástica reducción que de sus expectativas de crecimiento económico realizaron instituciones privadas —Bancomer y el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) ayer, que lo ubicaron en apenas 1.4% y 1.7%— y las propias autoridades hacendarias que, tras mucho resistirse aceptaron ajustarla a la baja, llenaron de incertidumbre al sector productivo y a la población en general que, por otra parte, experimenta ya los efectos del incremento del desempleo y el incremento de los precios, el de la paridad peso-dólar entre otros particularmente significativos.
Este ya, ni duda cabe, no será en forma alguna uno de los mejores años económicos del país. Y no lo será porque la economía parece estar resintiendo ahora, en toda su crudeza, sí, los efectos de una crisis global que parecía habíamos logrado sortear con relativo éxito e, igualmente, el estancamiento de la producción y la carencia de inversiones oficiales en prácticamente la totalidad de los renglones estratégicos.
Todo ello, agravado por la inseguridad que no cesa y que parece extenderse cada vez a más territorios, más la evidente inacción —que la sociedad traduce en incapacidad y/o impunidad— de autoridades federales y capitalinas ante el reto que les fuera planteado por las hordas de vándalosintegrantes de la Coordinadora cuando, amparados en su calidad de maestros, obligaron al Legislativo a dejar sus sedes oficiales para sesionar a salto de mata y a dar marcha atrás a sus propias decisiones, poco aporta a una mejor evolución en materia económica.
Ayer, por otra parte, y en lo que no pocos consideraron un error grave en lo que a selección de tiempos (políticos) se refiere, el titular de Gobernación, Miguel Osorio Chong, reiteró la decisión del actual gobierno de avanzar en la promoción de una reforma fiscal con el explícito propósito de incrementar los ingresos gubernamentales —vía el cobro de impuestos, se entiende— sería puesta en manos del Legislativo, el mismo que se dobló ante la presión de los supuestos maestros, el próximo 8 de septiembre.
Independientemente la atención que los medios de comunicación le dispensen y la mejor o peor percepción que de ella tenga la opinión pública, entonces, parece más que deseable, necesario, voltear la mirada hacia un asunto cuyos efectos inciden directamente en el bolsillo y en los niveles de bienestar de todos, so pena de correr riesgos que, en las actuales circunstancias, parecen indeseables…
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