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lunes, 29 de julio de 2013

Deslindes

Por Armando Sepúlveda Ibarra

Empeoran Economía e Inseguridad

A paso firme e imparable, como habitual pesadilla sexenal, el país se aleja cada día más del logro de las maravillosas ofertas electoreras con que el nuevo PRI y su generación de adalides del cambio, encandiló a quienes confiaron en sus promesas con la sana ingenuidad de los niños.

A estas alturas un poco más de la tercera parte de los votantes de 2012 que, según las cuentas alegres del descalificado Instituto Federal Electoral, sufragó por el partido tricolor para regresarlo a Los Pinos, debe andar inquieta y quizá esperanzada aún por la demora en beneficiarse de las encantadoras metas de campaña, distanciadas hasta el día de hoy como tristes espejismos.

Nadie quiera etiquetarse el penoso mote de ser víctima y burla de un vil engaño a cambio de la ilusión de obtener algún beneficio colectivo por su voto, porque todos los partidos sin excepción embelecan a los crédulos mexicanos con quimeras propias de merolicos de pueblos tercermundistas, con sus fórmulas mágicas de sacar al país de las crisis económica, social y política y, ahora como novedad, de la horrorosa violencia que engendró el menesteroso cerebro de Felipillo Calderón con su fallida y trágica guerra contra el narcotráfico.

El romance entre los electores pro priístas y el señor Peña Nieto y compañía de protagonistas del nuevo PRI, comienza a desencantar a propios y extraños (más todavía a quienes votaron en contra del retorno del parque jurásico) y amenaza con terminar la empalagosa luna de miel de los primeros meses de gobierno, que apenas se sostiene con la verborrea oficial que sigue aferrada a imaginar un futuro cercano de ensueño para los expectantes mexicanos.

La inercia del corrupto y violento sexenio de Calderón se trepó en el gobierno de los priístas e incluso la nueva administración elaboró o, para decirlo mejor, copió el presupuesto de ingresos y egresos del panista con algunos matices sin relevancia, así que la falta de visión e ideas y la chantajista apuesta de condicionar todo avance o retroceso a las reformas estructurales ha dado traspiés a las buenas intenciones de los antiguos dinosaurios de la política.

Como botones de muestra del fracaso en las proyecciones jubilosas oficialistas, destaca la economía y la seguridad, ambas empeoradas si uno las compara con las de por sí graves estadísticas que heredara Peña Nieto del desgobierno de Calderón y la secuela del frívolo y deslenguado y también corrupto sexenio del no menos oportunista Vicente Fox.

Por ejemplo algún día de campaña del 2012 Peña Nieto comprometió la osadía de vislumbrar con su plan un crecimiento cuatro veces superior al mediocre promedio tradicional de tres por ciento anual del calderonato. Dicho en otras palabras, creía que México con su mando crecería ¡12 por ciento¡ por año. ¡Qué audacia sólo imaginárselo!

Conservador en sus cálculos, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, se apegó a la estadística de los gobiernos panistas y estimó que el crecimiento andaría en 2013 por los 3.5 por ciento, pero la realidad empezó temprano a desbaratar sus pretensiones y desde los organismos internacionales vinieron bajando la presuntuosa cifra primero a 3.1, luego a 2.9, más tarde a 2.5 por ciento y hay expertos que juegan doble contra sencillo por un desplome por debajo del dos por ciento.

¿A quién culpar cuando las ofertas electoreras y los sabios de la economía avalados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, guías eternos de nuestra economía, fallan en sus felices augurios? Atinó usted, amable lector: Al entorno internacional, a la desaceleración y al marasmo económico de Estados Unidos, a la falta de reformas estructurales y a un sinfín de excusas en un país con una economía frágil y un aparato productivo desarticulado y sin apoyo gubernamental.

Ni Videgaray ni otro talentoso economista de la actual burocracia ha dicho que este gobierno carece, como los demás del pasado reciente, de un proyecto que conduzca y reafirme la economía nacional y la rescate de los vaivenes y zozobras y caídas que el tiempo propina al país cuando Estados Unidos y otras naciones europeas estornudan. Falta que reconozcan, entre sus ineptitudes, que de entre otras causas de esta crisis sobresale el indolente subejercicio en obras pública este año de más de 45 mil millones de pesos del Gobierno Federal mientras crece el desempleo y la informalidad y, a la vez, la población más desprotegida por los gobiernos carece de lo mínimo para subsistir y sigue presa de la desnutrición y el hambre. Dejar de invertir recursos de esta naturaleza es la peor estupidez y ameritaría, si hubiera justicia y dignidad, el cese de las altas e incapaces burocracias o, al menos, sus renuncias.

Y de la seguridad, mejor otro día hablamos: sólo recordamos por hoy que el atildado asesor de Peña Nieto, el general colombiano Oscar Naranjo, ofreció unos días después de las elecciones de julio de 2012 que con su genialidad descendería la violencia en 50 por ciento en los primeros cien días del gobierno de Peña Nieto y, sin embargo, a la fecha…. sigue el baño de sangre como en los tiempos de la guerra de Calderón.
armandosepulveda@cablevision.net.mx

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