La obesidad está íntimamente relacionada con el estrés, la depresión y la falta de sueño, tres fenómenos que afectan no sólo los hábitos de la persona sino, también, su salud física y emocional, según un reciente estudio del Center forHealthResearch.
Para nadie es un secreto que la pérdida de peso depende de una dieta equilibrada y la práctica cotidiana de ejercicio. No obstante, poco se sabe sobre la asociación que existe entre la obesidad y el entorno emotivo de cada individuo.
¿Es posible que el insomnio predisponga a desarrollar sobrepeso?, ¿la depresión y el estrés pueden provocar o agudizar el problema? Para responder a éstas y otras preguntas, un grupo de científicos del KaiserPermanent Center forHealthResearch ubicado en Portland, Óregon, se dedicó a analizar la repercusión de estos tres factores -insomnio, depresión y estrés- en el tema de la obesidad.
A partir del llamado LIFE Study -un ensayo clínico que compara diferentes alternativas para mantener el peso después de bajarlo- los expertos se concentraron en los niveles de depresión y estrés, así como en los hábitos de sueño de un total de 472 hombres y mujeres obesos de 30 años o más.
El LIFE Study se divide en dos fases: la primera se refiere a un programa de seis meses para perder peso y la segunda a las estrategias para mantenerlo. En este caso, sólo quienes hubiesen bajado al menos 4.5 kilos tenían derecho de pasar a la segunda fase.
Mediante la aplicación de diversos cuestionarios a cada uno de sus sujetos, los investigadores descubrieron que el estrés, la depresión y el insomnio sí habían jugado un papel importante en el éxito o fracaso durante la primera etapa.
En otras palabras, 60% de la muestra original que logró bajar al menos 4.5 kilos -y, por ende, pasar a la siguiente fase- mostró menores niveles de estrés y depresión, así como mejores hábitos de sueño.
Efectivamente, aquéllos que dormían entre seis y ocho horas diarias fueron más aptos para superar la primera etapa y bajar más fácilmente de peso. Lo mismo sucedió con quienes mostraron menos estrés y depresión.
De acuerdo a los científicos, la falta de sueño afecta los niveles de hormonas de leptina y ghrelina, ambas reguladoras del apetito.
Por otra parte, estudios recientes sugieren que el estrés crónico y la depresión pueden llevar a un incremento en el consumo de alimentos ricos en calorías lo cual -al cabo del tiempo- puede convertirse en una conducta crónica.
Con base en estos resultados, los autores advierten sobre la importancia de evaluar las condiciones de estrés, depresión y sueño que experimenta cada individuo como un paso necesario de cualquier programa para perder peso.
"De ese modo sería posible identificar a aquellos sujetos que pudieran requerir algún tipo de apoyo adicional, sea para reducir el estrés, salir de una depresión o mejorar los hábitos de sueño, a fin de que sus esfuerzos para bajar de peso realmente rindan frutos", señalaron los investigadores.
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