«Uno de los aspectos verdaderamente misteriosos de los humanos es que vivimos vidas tan largas en comparación con muchos otros mamíferos», expresa Matthew Zipple, uno de los autores del reciente estudio de la Universidad de Cornell
Ya lo dijo Napoleón Bonaparte: «El porvenir de un hijo
es obra de su madre». Lo que él no sabía es que más de 200 años después de su
muerte este hecho lo confirmaría una de las universidades más importantes de
Estados Unidos. Un nuevo
estudio de Cornell, una de las ocho conformantes de la Ivy League, ha
desvelado que la relación entre una madre y su hijo podría ser una de las
piezas del gran rompecabezas de la longevidad de los seres humanos frente a
otros animales de la tierra.
Mientras la administración de Cornell está ocupada tiñendo
el campus de cultura woke –fijando criterios de raza para
admitir alumnos con la excusa de la diversidad racial–, sus investigadores y
académicos siguen centrados en la ciencia y en analizar todo aquello que hace
tan único al Homo Sapiens.
«Uno de los aspectos verdaderamente misteriosos de los
humanos es que vivimos vidas tan largas en comparación con muchos otros
mamíferos», expresa Matthew Zipple, uno de los autores de la publicación
incluida en el último número de las Actas de la Academia Nacional de Ciencias
de Estados Unidos. Esta es la razón de que decidiesen buscar una explicación a
esta larga esperanza de vida.
Una vida más larga y lenta
Una de sus principales conclusiones, a la que llegaron
mediante la observación de primates y otros grupos biológicos del reino animal,
es que en aquellas especies en las que crías dependen de la presencia de su
madre para sobrevivir a largo plazo (como los humanos), se tiende a desarrollar
una vida más larga y a un ritmo de vida más lento. Este «se caracteriza por
cuánto tiempo vive un animal y con qué frecuencia se reproduce», afirman los
investigadores.
A medida que analizaron este vínculo y su fortalecimiento,
se dieron cuenta de que estos animales «tienen vidas más largas y se reproducen
con menos frecuencia. El mismo patrón que vemos en los humanos», afirma Zipple.
Este modelo, según indican, parece ser general para los mamíferos. «Sabemos que
estos vínculos existen en otras especies además de los primates, como las
hienas, las ballenas y los elefantes», explica el autor.
Con esta información, han logrado elaborado un modelo
matemático universal que demuestra la relación entre la supervivencia
materna y la aptitud de su descendencia, por un lado, y por el otro, el ritmo
de vida. Su objetivo es que pueda ser empleado por los ecólogos para poder
predecir cómo los cuidados maternales impactan en la evolución de la esperanza
de vida de una especie.
Toda la investigación está basada lo que han llamado
la hipótesis de la madre y la abuela. Esta sugiere, mediante la
observación de poblaciones humanas de los siglos XVIII y XIX, que los hijos
tienen más probabilidad de sobrevivir si sus antecesoras mujeres están
presentes en sus vidas. Esta teoría, según explica Zipple, se ha empleado
también como explicación de la menopausia en los seres humanos: si cesa la
reproducción, disminuye el riesgo de muerte, ya que permite que las mujeres
mayores se concentren en el cuidado de los nietos.
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