Manuel Sandoval Vallarta y Albert Einstein, además de ser colegas científicos, compartieron una profunda amistad, tocando juntos música clásica en sus encuentros
Manuel Sandoval Vallarta, uno de los científicos más
influyentes de México, dejó una huella imborrable en la física y en la
regulación de la energía atómica. Nacido en la Ciudad de México en 1899,
Vallarta se destacó desde joven por su brillantez académica, lo que lo llevó a
estudiar en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT). Su
formación incluyó una licenciatura en ingeniería electroquímica y un doctorado
en física teórica, donde exploró el modelo atómico de Bohr bajo la relatividad
general.
Durante su carrera, Vallarta publicó cerca de 60 trabajos
sobre mecánica cuántica, relatividad general y rayos cósmicos. Su espíritu
crítico lo llevó a cuestionar aspectos de las teorías de Albert Einstein,
contribuyendo a debates que enriquecieron la comunidad científica. Su
colaboración con figuras como Norbert Wiener destacó la necesidad de unificar
la relatividad especial y la mecánica cuántica, en lugar de enfocarse en la
Teoría de Campos Unificados de Einstein.
Además de sus aportaciones teóricas, Vallarta jugó un papel
crucial en la regulación de la energía atómica. Fue miembro activo en la
creación de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) y en la
elaboración de sus documentos estatutarios, aprobados por la ONU en 1956. Participó
en las delegaciones mexicanas ante la Asamblea General de la OIEA y en la Junta
de Gobernadores, influyendo en la aprobación del tratado que prohíbe los
ensayos de armas nucleares en el espacio exterior.
Más allá de su trabajo científico, Vallarta tuvo una
estrecha relación con Einstein, compartiendo no solo debates científicos sino
también una pasión por la música. Juntos interpretaban música clásica, él en el
violonchelo y Einstein en el violín. Vallarta también fue un promotor
incansable de la ciencia en México, ayudando a establecer importantes
instituciones de investigación.
Manuel Sandoval Vallarta falleció en 1977, dejando un legado
de innovación y crítica constructiva que continúa inspirando a científicos en
todo el mundo. Sus restos reposan en la Rotonda de las Personas Ilustres en la
Ciudad de México, un testimonio de su impacto duradero en la ciencia y la
tecnología.
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