En el equipo de Claudia Sheinbaum saben que pueden perder y se cubren con el cuento del golpe de Estado. A riesgo de que se anule la elección, en Palacio Nacional violan la ley.
Las encuestas son útiles para conocer las respuestas que dan
las personas que quieren opinar.
Convertirlas en una bola de cristal donde aparece el futuro
es atribuirles dones divinos que no tienen.
De ser así, no habría elecciones.
El oficialismo habría ganado en Turquía la semana pasada. Sergio
Massa tal vez sería el presidente de Argentina y Gran Bretaña seguiría siendo
miembro de la Unión Europea.
Nada de eso ha ocurrido porque las encuestas miden
tendencias y no hacen profecías.
Hay ocasiones en que coinciden con exactitud milimétrica con
el resultado final de una elección. Depende del rigor científico del
encuestador, de los encuestados y del contexto.
Existen encuestadoras que son contratistas de partidos
políticos o gobiernos estatales. No es el caso de Alejandro Moreno, encuestador
de esta casa editorial.
A las encuestas de contratistas las usan como instrumentos
de propaganda: desalentar al que vota sólo a veces y a los jóvenes que son algo
escépticos. O con el objetivo de crear un falso horizonte de triunfos en la
bolsa o derrotas cantadas.
También para poner nervioso al adversario y que cometa
errores.
Veremos si en el equipo de Xóchitl hay la madurez y el
temple para no confiar en las encuestas como indicadoras de un destino
inevitable.
A ver si no cometen errores suicidas, como hacen los
improvisados que se cuecen al primer hervor.
En el equipo de Claudia Sheinbaum hay madurez y
profesionalismo. Saben que pueden perder. No bajan la guardia. Se cubren con el
cuento del golpe de Estado y atacan con furia.
Aún a riesgo de que se anule la elección por su imprudencia,
en Palacio Nacional violan la Constitución. Están conscientes de que Xóchitl
les puede ganar.
Tal vez no sepan gobernar, pero de elecciones sí conocen,
tienen experiencia.
El azar, a veces, juega en la política. Y cambia las cosas.
Faltan un par de meses para la votación. No hay nada
decidido. Con dos empresarios fuertes que tengan el arrojo de Ricardo Salinas,
esto cambia.
U otros factores. El azar es el azar, y juega.
Desde luego que Sheinbaum puede ganar, pero no ha ganado.
El domingo es el debate de las candidatas presidenciales. En
Morena los tensa todo. Inclusive se enervan porque uno de los conductores será
Manuel López San Martín. Válgame Dios. No es un periodista partidizado.
Y eso que “ya ganamos”.
Por lo general los debates no definen una elección. Cierto:
por lo general. Pero a veces sí.
En la cobertura de las elecciones en Argentina vi el debate
Massa-Milei. Las encuestas daban empate, con ligera ventaja a uno u a otro.
Empate técnico.
Y en el debate vi a Massa barrer con Milei. En
conocimientos, soltura corporal, serenidad, facilidad de palabra, argumentos.
Lo hizo pedazos.
Los argentinos vieron lo mismo. Milei hecho trizas en el
suelo. Y se pusieron del lado del vencido.
Milei arrasó en la elección que, según las encuestas, estaba
empatada.
Ganó en todas las provincias (estados), menos en la de
Buenos Aires, bastión electoral del kirchnerismo por la derrama económica de
los programas sociales.
Ahí las encuestas apuntaban a un triunfo de Massa por 15
puntos o más. Ganó por apenas un punto.
Para el debate del domingo, sostienen comentaristas
inteligentes y de prestigio, Claudia Sheinbaum saldrá a la defensiva, a
administrar su ventaja y no arriesgar.
Eso es muy volátil. Las encuestas no son profecías y en el
equipo de la candidata de Morena lo saben.
Pienso que Sheinbaum va a salir a atacar, a ganar con la
espada desenvainada porque no tiene la victoria “en la bolsa”.
Aún después de este debate faltan otros dos. Y quedará un
mes con tres semanas para el día de la votación.
Cualquiera de las dos puede ganar.
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