El reto de Claudia Sheinbaum será mantener o ampliar la ventaja que le lleva a Xóchitl Gálvez. Y eso no será nada sencillo.
Si alguien piensa que, al haber ganado la encuesta interna
de Morena para convertirse próximamente en candidata presidencial, Claudia
Sheinbaum tiene ganada la presidencia de la República, se equivoca.
Y creo que ella, el presidente López Obrador y su
equipo más cercano, lo saben perfectamente.
El reto es enorme porque llenar los zapatos de AMLO no
es nada fácil.
Claudia tiene varias ventajas y algunas desventajas respecto
a lo que ocurrió en el año 2018.
Permítame enumerarlas.
Una de las principales ventajas de Claudia es sin duda la
popularidad del presidente López Obrador.
La más reciente encuesta de El Financiero indica que el
57 por ciento de la población aprueba la gestión de López Obrador.
Pero, en contraste, la aprobación de las políticas de su
gobierno, en términos generales, es sustancialmente más baja.
Claudia, sin embargo, podría aprovechar el impulso que
provendrá del presidente de la República, como una plataforma de despegue.
Además, tendrá el respaldo de 23 gobernadores y de
numerosos alcaldes.
Otra ventaja es la exposición que ha tenido, no
solamente en el curso de sus recorridos por el país, sino en su gestión como
jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Probablemente ese puesto sea el que más escaparate ofrezca
para cualquier mandatario estatal.
Otro ingrediente favorable es que hoy Morena cuenta con una
maquinaria que no tenía en la elección anterior.
Muchos políticos visualizan hoy al partido en el gobierno
como la vía para acceder al poder, trátese de cargos a nivel local o
a nivel federal, lo que ha permitido que cuente con una muy robusta
maquinaria, la más importante entre las fuerzas políticas del país.
Pero, no todo son ventajas.
Una desventaja es el desgaste natural que han tenido
tanto AMLO como ella en el ejercicio del poder, una condición muy diferente
a la de 2018.
López Obrador realizó una campaña presidencial arrolladora
basada en un discurso que cuestionaba los privilegios y la corrupción, y
que logró una enorme aceptación entre muy diversas capas de la sociedad.
Tanto las clases medias como los sectores menos favorecidos
estaban cansados del PRI y buscaban una alternativa, la cual fue ofrecida por
AMLO.
El nivel de aprobación que tenía al final de su
administración el presidente Peña Nieto era muy bajo, de 26 por ciento al
término de su mandato y eso facilitó el acceso al poder de López Obrador.
Otra diferencia hoy consiste en la persona, obviamente.
Al margen de los méritos personales que pueda tener la
doctora Sheinbaum, carece del carisma del hoy presidente de la
República.
Apologistas y adversarios coinciden en que López Obrador es
verdaderamente un político fuera de serie.
Entre los mandatarios que provienen de la izquierda en
América Latina, es de los pocos que el ejercicio del poder no le ha quitado su
popularidad.
El hecho de que la candidatura de Morena esté hoy en manos
de Claudia Sheinbaum le va a imponer el reto de compararse con la campaña
que hizo el presidente de la República.
Un factor adicional que hace diferente la circunstancia es
el hecho de que en la elección pasada no existía una oposición con la
potencia que eventualmente puede adquirir el frente opositor, ni tampoco una
candidata o candidato con el empuje de Xóchitl Gálvez.
Hace seis años se fracturó la posibilidad de tener un
candidato opositor y la votación se dividió entre el PRI y el PAN.
Ahora la competencia será mucho más intensa debido a la
existencia del Frente y la presencia de Gálvez como candidata.
Los careos entre candidatas en este momento indican que
Sheinbaum lleva alrededor de 10 puntos de ventaja a Gálvez.
Esa ventaja no obstante no es definitiva, cuando faltan
tantos meses para que formalmente comiencen las campañas electorales.
El reto de Claudia Sheinbaum será mantenerla o ampliarla. Y
eso no será nada sencillo.
Mucha agua habrá de correr todavía.
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