No hay que esforzar la imaginación para captar qué hará el Presidente cuando, en marzo, Xóchitl Gálvez le pise los talones a Claudia Sheinbaum y en abril la rebase.
Entre los que rodean al Presidente hay fanáticos, algunos
son fascistas involuntarios y otros comunistas de baja estofa, que no se
detienen en consideraciones humanas ni legales.
Al fanatismo no se le pueden hacer concesiones. Hay que
acabarlo con votos.
Y que como corriente política sus integrantes no se vuelvan
a levantar mientras no acepten convivir en la legalidad con quienes piensan
diferente.
López Obrador rechazó compartir el espacio físico de Palacio
Nacional con la presidenta de la Suprema Corte y con la presidenta del Congreso
en la ceremonia del Grito de Independencia.
Intolerancia y misoginia.
Dice que representan un proyecto diferente al suyo, al que
señala de oligárquico y corrupto.
De ahí a no compartir el mismo suelo con los que piensan
distinto a él, hay un paso muy pequeño.
Los cubanos, venezolanos y nicaragüenses algo saben de eso.
Ya tienen el poder. No se les paró a tiempo, cuando se
podía.
Ahora, con la Presidencia en sus manos, quieren destruir a
la candidata de oposición, con los mismos métodos que acaba de emplear Daniel
Ortega en Nicaragua.
Ortega sacrificó hasta a sus más cercanos compañeros de
lucha, como hizo, de manera más suave pero no menos implacable, AMLO con
Ebrard.
Y que emplea Maduro para inhabilitar a María Corina Machado,
la opositora que le gana una elección.
A Xóchitl le espera la persecución judicial.
Ya empezó. El martes en la noche el Comité Ejecutivo de
Morena en la Ciudad de México demandó a la alcaldía Miguel Hidalgo que le
demuelan su casa.
No va a ocurrir, porque ahí gobierna el PAN, pero si en
manos de Morena estuviera, por supuesto que se la tiraban.
Claudia Sheinbaum se inauguró como alcaldesa de Tlalpan con
un casco junto a una máquina armada de una bola de cemento con la que
demolieron la casa de un adversario político suyo en esa demarcación
capitalina.
¿Qué consideración van a tener con Xóchitl? Ninguna.
Ya le pusieron un par de demandas para encarcelarla con
delitos inventados.
No son progresistas ni humanistas. Mucho menos demócratas.
Son fanáticos.
Y como todos los fanáticos, en cualquier parte del mundo,
carecen de sentido del humor. Por eso arden en cólera al oír las respuestas de
la candidata de oposición.
“Trataron de destruir mis orígenes, mis empresas, a mis
clientes, y ahora ¡mi casa!”, contestó Xóchitl a la demanda de demoler su
hogar. Y les puso la puntilla con humor:
“¿No se quieren llevar mi bicicleta al corralón?”.
A Xóchitl le espera la intervención ilegal del Presidente
para difamarla y distorsionar sus dichos.
Ya comenzó. Ocurre ahora, cuando Xóchitl está ocho o diez
puntos debajo de la candidata oficial.
No hay que esforzar la imaginación para captar qué hará el
Presidente cuando, en marzo, Gálvez le pise los talones a Sheinbaum y en abril
la rebase.
A Xóchitl le espera una elección de Estado.
Lo mismo que le hicieron a Ebrard, pero en grande: los
funcionarios de la Secretaría del Bienestar, 25 mil Servidores de la Nación,
harán el trabajo ilegal.
Recorren el país, casa por casa de los beneficiados de
programas sociales, con la noticia de que hay que votar por Sheinbaum para
seguir recibiendo los apoyos del gobierno.
Treinta millones de mexicanos reciben recursos vía programas
sociales, lo que no está mal. Pero decirles, como ha dicho AMLO, que si votan
por la oposición los van a perder, es un delito penal.
El dinero público está al servicio de la candidata del
Presidente. Lo estuvo en la “encuesta” de Morena, expresado en cientos o miles
de millones de pesos para aplastar al “hermano” Marcelo Ebrard.
Para la elección presidencial no sólo estará el dinero
público, ilegal, sino la extorsión del jefe del Ejecutivo federal a los
concesionarios y dueños de medios.
A los propietarios de medios de comunicación que no se
alinean con el gobierno y su candidata, se les difama, injuria y amenaza.
A Xóchitl le espera un intento de fraude a la manera de
Morena.
La secretaria general de ese partido, Citlalli Hernández, lo
dijo: En la encuesta que ganó Sheinbaum “la boleta de una persona joven de la
sierra de Guerrero valía distinta a la de una empresaria de Las Lomas”.
Eso es contrario a la Constitución, como lo recordó ayer
José Carreño en su artículo en El Universal.
Ante esa maquinaria ¿qué le queda, entonces, a Xóchitl y a
los mexicanos que valoran la libertad?
Vencer a los fanáticos con plena participación electoral y
un alud de votos en junio.
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