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jueves, 29 de diciembre de 2022

Pronósticos y predicciones

Si analizamos los indicadores más relevantes de la economía nacional, su comportamiento es estable.

 


Luis Wertman Zaslav

La información es la brújula de los negocios y las estimaciones podrían serlo de la inversión; sin embargo, parece que falta rigor en los pronósticos de analistas, firmas de correduría y otros centros que siguen el comportamiento de los mercados, cuando se trata de separar lo que esperan, de lo que creen.

La diferencia entre predecir y pronosticar podría ser la falta de información que implica lo primero y la suficiencia de ésta en lo segundo, aunque no necesariamente suceda. Existe una diferencia entre anticipar una nevada y predecir, sin muchas bases, que ocurrirá; la base es el estudio de los datos y la aplicación de principios científicos.

Pero eso no se ve a simple vista en muchos de los pronósticos económicos y la prueba es el cierre de este año, la economía mexicana terminará en mejor posición de lo que nadie esperaba (salvo el Gobierno Federal) y todavía continúa la expectativa de que noviembre y el mes que termina serán negativos. De 2023, mejor ni hablar, porque casi todos los escenarios son de recesión, anticipando un enfriamiento de la economía de los Estados Unidos que todavía no tiene datos concluyentes al respecto.

Es decir, tenemos más predicciones que pronósticos y eso puede lastimar a una economía solo porque las decisiones de su gobierno no son compartidas en lo ideológico. La pregunta, en concreto, debería ser ¿qué tienen que ver las fobias o las filias con los números para decidir una inversión o un negocio? En estricto sentido nada, pero sabemos que así no funciona el mundo financiero.

Si analizamos los indicadores más relevantes de la economía nacional, su comportamiento es estable, con un manejo basado en la responsabilidad, mucho más capitalista que los detractores de esta administración están dispuestos a admitir y menos cerca de otros modelos como lo desearían algunos apoyadores; solo que hay un elemento importante que une ambos polos: es una economía en la que vale la pena invertir.

Y esa conclusión la tienen muchas empresas que están orientando capital hacia México, que no es correspondida por corporativos nacionales que todavía parecen reacios a hacer la apuesta por consideraciones que no tendrían relación con los números que llegarían todas las semanas a sus escritorios.

El consumo, a pesar de la inflación, sigue alto; la industria de los servicios se ha recuperado, junto con el turismo; y las variables macroeconómicas, incluyendo el precio de los combustibles, señala que México es un destino atractivo.

No obstante, algunos agentes económicos siguen enfocados en las predicciones y así las manifiestan en público (no sé si en privado pueden sostenerlas) para terminar creando un clima distinto al que se ve en las hojas de balance (electrónicas, claro).

Un nuevo anuncio del INEGI sobre la disminución de la tasa de desempleo al 3 por ciento en noviembre, la menor mensual desde que se tiene registro, sería una comprobación adicional de que hay demanda de mano de obra y que aquellos que han buscado una oportunidad de trabajo la están obteniendo.

Cualquier pronóstico debe tratarse con seriedad y bajo el estudio de las cifras disponibles, nunca con fines ideológicos o, peor, con la intención de contagiar miedo a mercados y a sectores de la población que, gracias a la desinformación y a la postura que pueden compartir sobre lo que piensan que ocurre en el país, son fácilmente influenciables.

Podríamos argumentar que eso pasa en todos los países y que es un signo de estos tiempos, pero el sector privado y los mercados financieros no pueden darse ese lujo, de ellos dependen miles de personas y sus puestos de trabajo, además de que el objetivo de un negocio es crear prosperidad, vía utilidades, basándose en información para pronosticar adecuadamente.

 

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