Al llegar al Zócalo y tras la insistencia para que se reelija, López Obrador refrendó ser maderista y rechazó esa petición de la gente
Eso de caminar por carreteras, brechas, calles, a Andrés
Manuel López Obrador nadie le cuenta. Como político opositor fue su divisa.
Marchando es como un peje en el agua. Ayer domingo 27 de noviembre de 2022, en
un hecho inédito en la historia del país, ahora como Presidente constitucional
de México volvió a encender el odómetro.
El Presidente caminó ayer 4 mil 300 metros que se suman a
los miles de kilómetros que empezó a acumular cuando era líder estatal del PRD,
hace exactamente 31 años, en protesta por el fraude electoral en 3 municipios
tabasqueños. Al ritmo de la canción Vamos a andar de Silvio
Rodríguez, Andrés Manuel recorrió 750 kilómetros en 41 días en el Éxodo por la
Democracia que arrancó el 25 de noviembre de 1991.
Al son de “¡es un honor estar con Obrador!”, “¡Somos
acarreados, somos sus aliados!”, ayer el presidente López Obrador protagonizó
un hecho jamás visto en la historia de México. Quizás nunca se vuelva a ver
algo parecido: en el cuarto año de gobierno, el Presidente de México tomó las
calles de la capital del país. Y lo acompañaron, según el conteo oficial, un
millón 200 mil personas.
En medio de tumultos, trompicones, codazos y empujones López
Obrador caminó durante cinco horas y media entre el Ángel de la Independencia y
la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México, haciendo patente su total y
absoluto liderazgo. O como a él le gusta decir para refrendar su vigencia, “no
le quitan ni una pluma a nuestro gallo”.
Si alguien apostó por que ya había visto todo lo que el
carisma de López Obrador era capaz de arrastrar, como en la marcha contra el
desafuero de 2004 o la toma de Paseo de la Reforma de 2006, habría perdido. La
figura de López Obrador se proyecta como un fenómeno de la política nacional y
mundial de los últimos tiempos.
Acarreados o no —eso ya es lo que menos importa—, todo el
mundo ayer en la marcha, con tintes de procesión religiosa, quería acercarse al
Presidente. Querían una selfie con él. Un saludo. Que los tocara. Aunque fuera
que pasara su mirada sobre ellos para poder decir “¡me miró, me miró!”.
NO SE CANSÓ DE SALUDAR
Durante esas cinco horas y media de caminata, Andrés Manuel
estuvo en lo que le apasiona desde hace tres décadas: marchar. Ayer protagonizó
una marcha más, que para él son como un elixir que lo tonifica, que le destensa
el ceño, que lo desestresa, que lo pone alegre, de buenas, que lo rejuvenece,
aunque acaba de cumplir 69 años y como él ha dicho, “estoy chocheando”. Pero
ahí sigue, taloneando.
Ayer, el Presidente no se cansó de saludar a cuanta persona
que logró la hazaña de burlar aquel círculo de fuego que su ayudantía, rebasada
y con cara de susto, logró imponer en derredor del jefe del Ejecutivo para
protegerlo de aventones y pisotones, de sus seguidores, que impetuosos,
impulsivos, endiosados se abalanzaban sobre su líder.
Bañado por su sudor, cuando el Presidente podía, sacaba su
pañuelo para no dejar correr el líquido por su cara enrojecida. Calado en las
lides de gastar suela, López Obrador no aceptó calzarse gorras ni sombreros que
mucha gente le ofrecía para protegerse del sol, que en ningún momento logró
fundir el ánimo del Presidente, ni el ímpetu de sus fieles seguidores que como
nunca se había visto convirtieron el primer cuadro de la Ciudad de México en un
monumental andador. Siempre en orden. No se rompió ni un vidrio.
Con López Obrador a la cabeza, miles de sus seguidores, como
en otras marchas, se volvieron a apoderar del Paseo de la Reforma, de
Insurgentes, de avenida Juárez, Hidalgo, Tacuba, de Madero, de 5 de Mayo,
Venustiano Carranza, Independencia y desde luego de la Plaza de la
Constitución, donde periódicamente, por horas, hicieron retumbar: “¡es un honor
estar con Obrador!”
La marcha de ayer a la que el Presidente convocó desde
Palacio Nacional 12 días atrás —luego de la marcha rosa y ciudadana para
defender al INE, que desbordó cualquier expectativa—, fue el antónimo de todos
los pasos de disgusto que López Obrador había dado por décadas.
Ciertas escenas dominicales de la marcha de ayer, de tanta
rigurosidad, uniformidad, fue como lanzarse desde un trampolín y sumergirse en
una hemeroteca para ver imágenes como las que se vivieron el 21 de marzo de 1938,
después de la expropiación petrolera; o las del 27 de agosto de 1968, para
desagraviar a la bandera nacional; o la más reciente, pero también ya en la
historia nacional, del 3 de septiembre de 1982, después de la nacionalización
de la banca, aunque ahora todo se ve desde drones y teléfonos inteligentes.
TODO UN JOLGORIO
Después de una larga marcha —que inició a las 9:16 y terminó
a las 14:50—, en una corta distancia, López Obrador llegó al templete instalado
a las puertas de la Catedral Metropolitana, en el Zócalo de la Ciudad de
México, y todos los políticos reunidos ahí, igual que sus seguidores en la
calle, le pidieron al Presidente fotografiarse con ellos. A lo que el jefe del
Ejecutivo accedió sonriente, complacido de ser el cumpleañero.
Desde ese templete, que por horas ocupó el mariachi de la
Secretaría de la Defensa Nacional, por si algo le hiciera falta hacer al
Ejército en esta administración, el presidente López Obrador refrendó su
convicción maderista y rechazó una eventual reelección como primer mandatario
del país, después de que la muchedumbre insistía; “¡re-e-lec-ción re-e-lec-ción
re-e-lec-ción!”.
“¡No a la reelección, nosotros somos maderistas, sufragio
efectivo, democracia efectiva, no reelección!”, subrayó López Obrador para dar
paso a un largo, larguísimo informe de sus cuatro años de gobierno, hasta
llegar al “humanismo mexicano”, nombre con el que bautizó a su modelo de
gobierno.
“Amigas y amigos, la política es, entre otras cosas,
pensamiento y acción, y aun, cuando lo fundamental son los hechos, no deja de
importar cómo definir en el terreno teórico el modelo de gobierno que estamos
aplicando, mi propuesta será o sería llamarle humanismo mexicano”, dijo López
Obrador.
La celebración de cuatro años de transformación, el
cumpleaños del gobierno del presidente López Obrador —que formalmente será el
próximo jueves—, fue todo un jolgorio. Bandas, batucadas, mariachis, sonideros,
mantas y pancartas de apoyo, performance, bailes, risas, alegría.
El arrastre del Presidente se muestra innegable. Ayer su
imagen se multiplicó a la velocidad de la luz: él al centro de un torbellino de
gente que avanzó a paso de tortuga en una marcha caótica, desgastante. Por allá
Agustín Lagunes Revilla, un niño de la secundaria técnica 111 disfrazado
de minipeje. Del otro lado una mujer cargando un peluche de AMLO como si
fuera un Niño Dios; más allá una figura de cartón del Presidente; a la vera del
Ángel de la Independencia, una manta de 50 metros de largo por 10 de ancho de
trabajadores de la Secretaría de Seguridad Ciudadana federal, con la imagen de
López Obrador; y por todos lados carteles con la fotografía del jefe del
Ejecutivo al inicio de su mandato y otras con dibujos y caricaturas del
tabasqueño, mostrando unos dientes de conejo. Ayer todo fue sobre él.
NADIE LE HACE SOMBRA
Ningún político presente en la marcha, gobernadoras,
gobernadores, senadoras, senadores, diputados, diputadas, integrantes del
gabinete, líderes partidistas, sindicales, ya sea de manera individual o todos
juntos lograron hacerle sombra al Presidente de México.
Ni siquiera la jefa de gobierno de la Ciudad de México, ni
el titular de Gobernación, ni el Canciller, nombrados por López Obrador como
sus corcholatas para la sucesión presidencial del 2024, tuvieron luz
propia ayer. El Presidente actúa como una especie de croupier: entrega
juego, da y quita los dados, recoge los naipes, cobra y paga las apuestas.
El ritmo, la velocidad, las pausas que López Obrador imprime
en su quehacer político son vistas como una estrategia, como su arma de
comunicar, que ocupa con la destreza de relojero. Él sabe cuándo subir el tono
de su voz, cuándo engolarla; cómo provocar una determinada reacción y crear un
vacío en una situación definida. Es, como dicen, un animal político. Ayer se
vio en todo su esplendor.
Para quien ocupe, adversarios o aliados, Andrés Manuel López
Obrador les dejó más que claro que las calles son de él; que él es el líder
nato de una estructura mayoritaria gobernada por Morena, el partido que él
fundó hace ocho años y que quien tenga entre sus planes de futuro desplazarlo o
siquiera tocarle una coma a lo que ha dejado impreso en la Constitución, se las
verá con él en las calles.
Como líder único de miles, cientos de miles de mujeres y
hombres que acudieron al llamado presidencial, López Obrador caminó ayer sobre
una ruta que en la Ciudad de México conoce muy bien: desde la Primera
Transformación, es decir, el Ángel de la Independencia, sobre la Segunda
Transformación, en Paseo de la Reforma, de ahí sobre avenida Juárez (que sigue
siendo la Segunda Transformación), hasta cruzar el Eje Central y ahí enfilar
por Madero, la Tercera Transformación, para desembocar en la Plaza de la
Constitución, el centro político y religioso del México más antiguo:
Tenochtitlan y sitio donde desde el 1 de diciembre de 2018 vive la Cuarta
Transformación.
Orgullosa de pertenecer al movimiento de López Obrador, la
muchedumbre reunida en el Zócalo capitalino hizo retumbar una y otra vez: “¡es
un honor estar con Obrador!” Antes de que comenzara a clarear ayer, miles de
personas empezaron a poblar el Zócalo. Otros miles marcharon hacia la Plaza de
la República desde distintos puntos, donde, los autobuses que los trasladaron
desde Sonora, Tlaxcala, Puebla, Morelos…
En la carrera para llegar al Zócalo, en las calles de Independencia
y López, un niño de apenas ocho años apura a su mamá que lo lleva del brazo
casi volando, cuando le suelta, “quiero ver al Peje”.
Como en toda marcha, no faltó un provocador. En la de ayer
el numerito lo montó el actor Ernesto Issac Osorio Hernández, del grupo Bla bla
bla etcétera, que osó disfrazarse como Brozo. El remedo de payaso tenebroso
—crítico del Presidente—, se enfrascó en discusiones con seguidores de López
Obrador. En la calle 5 de Mayo y Eje Central llamó “acarreados” y “mugrosos” a
los fans del Presidente. Como respuesta le llovieron mentadas de madre,
jaloneos y hasta una ráfaga de frutas mordidas, en rechazo a su
caracterización.
Núcleo de aquellos ciento de miles de personas que fueron
convocadas, invitadas, emplazadas para celebrar los 4 años del gobierno de
López Obrador, después de 5 horas y media de andar al rayo del sol, el
Presidente mostró un rictus de satisfacción, de felicidad, aunque en momentos
adusta, agotada. Sobre todo, después del largo informe sobre los 110 “logros de
gobierno”, que se prolongó por más de dos horas.
Ayer domingo 27 de noviembre de 2022, Andrés Manuel López
Obrador, presidente de México, se quitó por fin el “aburguesamiento”, como él
mismo llamó a su vigilia de caminatas. La anterior marcha que encabezó fue hace
9 años y dos meses, el 23 de septiembre de 2013, cuando se pronunció contra la
reforma energética de su antecesor en la presidencia de México. Con la marcha
por el aniversario de su gobierno, el Presidente inauguró una nueva etapa en la
sucesión presidencial del 2024: su presencia en las calles para que, como se
leía en algunas pancartas ayer: “Qué siga la 4T”.
Destacable
La marcha estuvo caracterizada por una presencia masiva de
seguidores del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Una caminata de más de cinco horas
El presidente Andrés Manuel López Obrtador encabezó una de
las manifestaciones más nutridas y de mayor duración en la historia del país,
con el fin de conmemorar los cuatro años de su toma de posesión como titular
del Ejecutivo Federal.
La de este domingo fue también la primera ocasión en que un
presidente en funciones encabeza una manifestación, pues las ocasiones
anteriores que se convocaba al Zócalo para una demostración de apoyo, el
titular del Ejecutivo salía al balcón central de Palacio.
López Obrador, además, había usado un escenario con
anterioridad para dar mensajes en la plaza de la Constitución, ya como
presidente, pero no había caminado las calles encabezando una manifestación.
Desde el amanecer arribaron al Paseo de la Reforma miles de
simpatizantes del Presidente provenientes de todo el país, utilizando miles de
autobuses y camionetas turísticas para transportarse a la Ciudad de México.
Desde su arribo al Paseo de la Reforma, a las 9:10 horas, el
paso del Presidente fue lento, debido a la cantidad de personas que se
arremolinaban en torno suyo para tomarse una “selfie” o grabar en video su
paso.
La Ayudantía y personal de logística del Presidente crearon
un cerco en torno a López Obrador, quien avanzó lentamente por Paseo de la
Reforma, hasta la Avenida Juárez, y Madero.
En total, la manifestación duró cinco horas y media.
Era tal la constante marabunta en torno al Presidente que en
varias ocasiones su equipo de Ayudantía le sugirió salir del Paseo de la
Reforma y avanzar hacia el Zócalo a bordo de su auto Jetta.
Los vehículos fueron estacionados sucesivamente en las
calles París, Atenas, Donato Guerra y Balderas para que el Presidente los
utilizara, pero se negó a hacerlo.
También se le sugirió al mandatario utilizar el Metro para
ir de Bellas Artes al Zócalo para evitar la multitud apostada en la zona de la
Alameda (como hizo en la marcha del desafuero, en 2005), pero también se negó.
Su hijo Andrés Manuel, quien inició la marcha al lado del
Presidente, se mantuvo a lo largo del recorrido en una camioneta, siguiendo el
paso de su padre por calles paralelas a Reforma.
López Obrador quería tener el contacto cercano con la gente,
que además de tomarle fotos y videos, se acercaba a entregarle escritos, sobres
con documentos ; estrechar todas las manos que pudiera y lanzar abrazos,
porque, él mismo lo dijo en el transcurso de la semana, podría ser la última
marcha en que participe en su vida.
Desde el arranque de la manifestación, hubo a lo largo del
trayecto batucadas, bandas oaxaqueñas, sinaloenses, mariachis, grupos de rock,
marimbas, escenarios montados en la zona de la Alameda y 5 de Mayo, gente
realizando mítines al paso del Presidente, que dieron a la manifestación cierto
aire de carnaval.
Debido a la alta asistencia y a las oleadas de gente, no
hubo un contingente compacto, sino que los secretarios de Estado —que
estuvieron al inicio de la marcha al lado del mandatario—, gobernadores y
gobernadoras, dirigentes de Morena, senadores y legisladores caminaron
dispersos.
Únicamente el secretario de Gobernación, Adán Augusto López,
se mantuvo permanentemente al lado de López Obrador durante la manifestación.
Pese a la lentitud con que avanzaba la manifestación, miles
de personas permanecieron a lo largo del recorrido ataviados con vestidos
típicos, trajes de comunidades indígenas, personas disfrazadas de López Obrador
en zancos, danzantes prehispánicos cubiertos de plumas, gente en sillas de
ruedas, personas de la tercera edad que deseaban acercarse al Presidente para
agradecer su pensión universal, organizaciones sociales, sindicatos,
comerciantes, gestores de vivienda, etcétera.
El paso de la manifestación fue denso, con gente que aguardó
horas para ver al Presidente y que no pudieron hacerlo debido a la marea humana
que acompañaba al titular del Ejecutivo, a las vallas humanas improvisadas a
cada cuadra que se disolvían ante el empuje de la multitud.
Además de ser la primera ocasión en que un Presidente salía
a las calles a encabezar una manifestación para celebrar su ascenso al poder,
fue la primera ocasión en que López Obrador avanzó por Madero desde que la
calle fue cerrada al tránsito vial, en 2009.
López Obrador tardó cinco horas y media en completar su
marcha desde el Ángel de la Independencia al Zócalo, sin embargo, miles de
personas se habían manifestado a lo largo del día en el Paseo de la Reforma
detrás del bloque en que se encontraba el Presidente.
En la calle Madero, entre la marea humana que lo rodeaba,
López Obrador fue cuestionado sobre sus impresiones de la manifestación.
¿Qué opinión le merece la cantidad de gente que vino?
—Tú dime, tú lo estás viendo.
¿Es igual o más grande que la del desafuero (2005)?
—Tú las viste ambas, tú dime, dijo el Presidente con el
semblante cansado, pero satisfecho.
El paso del Presidente se aceleró ya en Madero para llegar
al Zócalo que se encontraba lleno de simpatizantes.
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