Los escolares vuelven el lunes con protocolos sanitarios, pero en muchos planteles aún no se dan las condiciones adecuadas
En toda la historia no ha habido, probablemente, un retorno
a la escuela más complicado que el que está enfrentando un mundo sumido en una
pandemia que no cesa. Hace 17 meses que México cerró las aulas en todo el país
para frenar los contagios y aunque ciertos Estados han ido abriendo algunos
planteles, este lunes el retorno será universal para el alumnado de preescolar,
primaria y secundaria. No va a ser fácil. El regreso choca con las reticencias
de muchas familias y de profesores que no acaban de ver condiciones sanitarias
suficientes para garantizar la ausencia de riesgos. En el otro ángulo, hay
organizaciones que llevan meses trabajando para impulsar la vuelta a las
aulas. Si
toda la actividad económica está abierta, ¿por qué las escuelas no?, se
preguntan. La necesidad de atajar cuanto antes los enormes rezagos escolares
que se dan en México anima al Gobierno a mantener el pulso firme en este
asunto: “Llueva, truene o relampaguee”, el 30 de agosto volverán las clases
presenciales, ha dicho el presidente, Andrés Manuel López Obrador.
Algunos Estados, como Campeche o la Ciudad de México, lo
intentaron hace semanas, pero los repuntes de los contagios dieron
marcha atrás con la iniciativa. En todo caso, la actitud del Gobierno mexicano
no es audaz, puesto que es de lo pocos países que aún no han abierto sus
escuelas y millones de alumnos vienen estudiando a distancia o por televisión
de forma deficiente. El regreso a la enseñanza presencial se observa ya en la
comunidad internacional como algo deseable y necesario, pero no todos lo ven
igual. Estados como Michoacán e Hidalgo ya han anunciado que sus alumnos
permanecerán en casa (es decir, en la calle) debido a su situación
pandémica. Tampoco
las familias se muestran muy conformes. Aunque no hay datos fiables,
algunas encuestas encargadas por medios de comunicación señalaban hace apenas
unos días que algo más del 60% de los hogares prefiere tener a sus hijos con
ellos. Y no son pocos los profesores que opinan parecido. La coordinadora
sindical CNTE ha elaborado una encuesta por internet entre padres y madres,
cuyos resultados se presentarán este miércoles. Tratan de sondear su
disposición para el regreso presencial. ¿Cuenta la escuela con los materiales
sanitarios y la infraestructura adecuada para ello?, les preguntan. ¿Es un
riesgo volver sin que todos los que intervienen en el proceso educativo estén
vacunados? Y se cuestionan también sobre la variante Delta, que afecta a los
más jóvenes.
Algunos líderes del sindicato ya han anunciado que los
maestros no regresarán. Las respuestas van llegado de aquí y acullá por parte
de los responsables políticos. El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, ha
repetido que la incidencia en los más pequeños no es ni mucho menos alta. Pero
aunque México tiene abierta la vacunación
entre los 18 y los 29 años, en otros países van más avanzados, con
estudiantes de 15 o 16 años, de secundaria. En marzo de este año, se dio
prioridad a la inmunización de los docentes a quienes se aplicó la vacuna china
CanSino, una sola dosis, con vistas a reanudar las clases. No todos han
confiado en ese laboratorio y algunos no están vacunados. Los avances, como
casi todo en México, van a muy distintas velocidades según el Estado de que se
trate. En la Ciudad de México, una de las capitales con más éxito en este
proceso, han presentado este martes sus datos para la vuelta al cole: las altas
tasas de vacunación, los millones invertidos en adecuar los planteles y la
colaboración en la limpieza y protocolos sanitarios con las familias y los
centros escolares. “Entrar a clase es indispensable. Solo cinco países no han
situado la educación como actividad esencial, es un derecho de los niños”, ha
dicho la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. Y el responsable federal de la
Educación en la Ciudad, Luis Humberto Fernández, ha destacado que las
inscripciones para comenzar el curso “no presentan un descenso sustantivo”,
aunque no hay datos cerrados. Se ha mostrado consciente de que hay ánimo por
empezar, pero también “cierto temor” por parte de las familias. La comparativa
con otros países, ha dicho, permite observar cómo los primeros días las
ausencias serán mayores y se irán mitigando con el paso del tiempo. “La
confianza irá creciendo”. “Nuestra obligación es ofrecer el servicio”, ha
contestado a los periodistas que le interrogaban sobre el rechazo de profesores
y familias a acudir a la escuela.
Los Gobiernos locales han hecho un esfuerzo
por adecuar las condiciones de los planteles, en muchos de los cuales
han tenido que instalar todo el sistema sanitario, pero ese proceso no ha
concluido en todas partes y hay escuelas rurales que no tienen agua potable,
por ejemplo. En estos meses de pandemia, los colegios cerrados han
sido asaltados. La organización Mexicanos Primero contabilizó cerca de
5.500 escuelas vandalizadas para cuya reparación se necesitarían cerca de 550
millones de pesos, calculan. Robaron material de toda clase, incluso
sanitarios.
En cientos de escuelas se repartirán cubrebocas y gel, como
marca el protocolo diseñado por la Secretaría de Educación Pública (SEP). Se
dispondrá de termómetros para medir la temperatura antes de entrar al colegio y
se insta al lavado de manos. También se ha establecido la sana distancia, pero
se desconoce cómo podrá satisfacerse esta norma si todos los niños acuden a
clase como antes de la pandemia, en los mismos espacios. Quedan prohibidas las
reuniones y ceremonias escolares para evitar las aglomeraciones. Por último, se
solicita dar prioridad a los espacios abiertos.
“No ha habido
claridad sobre la forma más efectiva de protegerse o de prevenir. Muchos
conocimientos científicos no han llegado a la gente. Por ejemplo, con el
cubrebocas, pero también con la ventilación. La SEP en sus primeros protocolos
no incluía la ventilación”, ha criticado Ana Cárdenas, una de las madres
activistas del movimiento Abremiescuela, que durante meses llevan presionando
para el retorno ordenado y seguro de los planteles. “Los espacios abiertos son
fundamentales, y sin embargo, se ha dado prioridad al gel o el cubrebocas”,
sostiene. Sobre ese asunto han respondido las autoridades de Ciudad de México,
reconociendo que todas las aulas no están en las mismas condiciones para ello.
A pesar de todo, Cárdenas sostiene que el principal problema
para el regreso presencial lo están planteando los padres. “El miedo, en
algunos casos, impide un debate mínimamente científico. Algunas familias no
quieren que sus hijos vayan, porque temen que contagien a sus abuelos, por
ejemplo. Una de las encuestas que manejó esta organización revelaba que los
padres eran conscientes de que los niños no estaban aprendiendo como es debido
desde las casas y
que arrastraban problemas emocionales, pero se negaban a llevarlos a
la escuela presencial. “Entiendo el miedo, pero la escuela protege”, afirma Cárdenas.
En Estados como Jalisco, San Luis Potosí, Coahuila o Guanajuato, entre otros,
donde las escuelas estuvieron abiertas más de un mes pudieron comprobar que no
eran foco de contagio. Sus datos muestran que se contagiaron 97 personas en un
total de 23.108 escuelas donde convivieron más de 900.000 alumnos y profesores.
“Hay que pensar en las necesidades de los niños, su
aprendizaje y su desarrollo socioemocional. No es irresponsable abrir las
escuelas si se hace de una forma segura”, afirma Cárdenas. “Los niños”, dice,
“han sido excluidos de este proceso y deben ser parte de la solución”, asegura.
No en vano, maestros y alumnos saben cuidarse mejor que sus padres, continúa.
“Por ejemplo, en el uso del cubrebocas”.
México tiene profundas razones para volver a la
escuela. Su
sistema educativo presenta carencias de calado y la brecha entre las
zonas más pobres y las acomodadas no ha hecho más que ensancharse en estos
tiempos con la enseñanza a distancia, que muchas familias no han podido
satisfacer adecuadamente. “Si la economía está abierta ¿por qué la educación no
es también una alternativa?”, se pregunta Lorena Guillé-Laris, directora de la
Fundación FEMSA, la de Coca-Cola, que colaboran en la impartición de cursos
para capacitar a los docentes en habilidades socioemocionales, planeación de
clases, solución de problemas y otras destrezas asociadas a las necesidades que
impone la pandemia.
Guillé-Laris sabe que en México son muchas las
desigualdades, pero “la pandemia invita a ver matices, no es todo o nada. Hay
sitios donde, efectivamente, se pueden abrir las escuelas, los niños deben ser
la prioridad y tener acceso a la educación. Es vital en la primera infancia”,
dice. Y apunta otro dato a tener en cuenta: “Con la vuelta a la actividad
económica muchos más hombres que mujeres han regresado a sus trabajos porque
ellas están con los hijos en casa. La educación y la economía están muy
relacionadas y también con el desarrollo de las siguientes generaciones”.
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