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martes, 17 de agosto de 2021

El Moscoso generoso.





Por :Elios Edmundo Pérez Márquez @EliosEPerez

La amistad, el compañerismo, la camaradería, la solidaridad y la complicidad de la buena, espero en Dios, “sean obras meritorias para el cielo”. De ser así, más temprano que tarde, muchos de mis compañeros del PMT, ausentes y presentes, nos habremos de encontrar, para partir el pan y la sal; hacer el recuento de lo que hicimos y dejamos pendiente, y la reseña de cuando intentamos (y logramos) tomar el cielo por asalto.

     No fue fácil militar, militar de a de veras, en un Partido de auténtica oposición, como el PMT; único Partido que, además de pisarle los callos al gobierno federal, contaba en sus filas, con gente, sobre todo, muchachos como Moscoso, decididos, conscientes, aguerridos y solidarios; ingredientes, éstos que, como en los días recientes, alteraban el guion de un gobierno autoritario y ajeno a la realidad, pero que se incomodaba por las “pintas”, las “pegas” y los “boteos” que realizaba un grupo de muchachos de clase media, y fregada y media.

     Pero era muy divertido y aleccionador, para fortalecer las convicciones, para ir definiendo la estrategia, para generar disciplina; no en un cien por ciento disciplina pero, al fin y al cabo, disciplina y, eso sí, con las convicciones por delante, pues era como sembrar aunque, siendo sinceros, sembramos mucho y cosechamos poco, por lo tanto, llegamos a la conclusión de que había que sembrar más.

     Por lo demás, no había temor a la derrota. Sabíamos, y sabemos, no porque alguien nos los hubiera dicho, sino porque lo vivimos, que no hay peor lucha (de clases) que la que no se hace, que nos asiste la razón histórica y que la lucha de los trabajadores es invencible.

     El PMT, constituido en 1974, dejo de existir, como tal, en 1987, para dar paso al Partido Mexicano Socialista (PMS), y no está mal decirlo pero, desde entonces a la fecha, a muchos de mis compañeros y a este servidor, nos invadió, ha invadido e invade, la nostalgia; lo que, en algún momento, Javier Santiago definió como “ese doloroso deseo de regresar a casa”.

     Heberto ya no está, Vallejo tampoco; se fue el Cabezón, el Búho, en fin, muchos se han ido, cada vez somos menos y, hoy, le tocó a Moscoso. Su corazón generoso, bien puesto a la Izquierda, ya no resistió más y dejó de latir.

     Recuerdo que, en alguna ocasión, cuando Jorge trabajaba en Apoyo Parlamentario de la Cámara de Diputados, y yo andaba de Delegado en Guerrero, como no pude cambiar un cheque y no traía ni un peso para el autobús, pasé a su oficina para pedirle que me prestara unos 10 pesos: ni tardo ni perezoso, sacó unas monedas de su escritorio y me las entregó.

     No sólo eso, con la firme determinación del que siempre ha actuado con generosidad, me dijo que, cuando se ofreciera, sin pensarlo, pasara a su oficina, ya que ahí, yo siempre encontraría al amigo que me proporcionaría unas monedas para el camión o, de ser necesario, un préstamo, digamos, “no tan cuantioso”.

     No está de más decir que, en más de una ocasión, al no recibir el ansiado cheque, o no poder cambiarlo, o por las razones que fueran, tuve que pasar a ver a Jorge y, siempre, me brindó su apoyo, además de que, aprovechábamos la ocasión para ponernos al tanto de los acontecimientos; él de los míos y yo, de los suyos pues, ya como la dije, éramos como hermanos.

     En descargo de ello y como “nobleza”, obliga, he de decir que, así como la materia, ni nace ni desaparece, sino que se transforma, lo que hagas por alguien, tarde o temprano, se te regresará. Por ello, tomando el ejemplo de Jorge, en más de una ocasión, me ha tocado estar del otro lado y, en la medida de mis posibilidades, he brindado el mismo apoyo que Jorge me brindó, sin esperar que, algún día me lo pague; como quien dice, “haz el bien sin mirar a quién”.

     Tal vez por eso, periódicamente, José Luis Hernández se da a la tarea de reunirnos, a los que quedamos, para celebrar, año con año, valga la expresión, el aniversario del surgimiento del PMT que, este año, llegó a 40, que se dice fácil, pero ahí está la historia que, a querer o no, al final, pone a cada quien en su lugar y César Isella, en voz de Mercedes sosa, lo explica mejor que nadie, cuando dice: “uno vuelve siempre a los mismos sitios donde amó la vida y, entonces, comprende cómo están de ausentes las cosas queridas”.

     Eso fuimos y somos. Lo aprendimos en el seno familiar y lo reforzamos en el PMT, cuando éramos jóvenes y nos iniciamos en la actividad política y, más que compañeros de Partido, éramos como hermanos y nos la jugamos, depositando nuestra confianza en uno de sus hermanos; por ejemplo, cuando nos tocaba pintar bardas, con consignas para llamar al pueblo: unos trazaban las letras y, otros, las rellenábamos, pero había otro, allá, en la esquina, “echando aguas”, por si pasaba la patrulla que, si nos llevaba, le tenía que avisar al Ingeniero Castillo o al compa Vallejo, para que nos liberaran.

     El desenlace en la vida de Jorge Moscoso, era lógico; lo sabíamos desde que tuvimos conciencia de la vida y supimos que, todo lo que tiene un principio, tiene un final, e igual sabíamos que era inevitable pues, la vida, es una fiesta a la que llegas cuando ya empezó y te tienes que ir antes de que acabe. Sin embargo, al final, el balance es positivo; como dice Silvio Rodríguez: “uno se pasa casi toda la vida construyéndose los recuerdos” y, en el caso de Jorge, está mal que lo diga de ese modo, pero lo bailado, nadie se lo quita; el Moscoso militante, el dirigente, el Diputado, el luchador social; en mi caso personal, sin agraviar a los presentes, me quedó con la imagen del amigo generoso.

     Nos tocó conocer y ser testigos y protagonistas de un momento determinante en la historia de nuestro país cuando, disentir, era un delito que se perseguía de oficio; conocer y tratar de cerca, a más de un revolucionario de carne y hueso. Nuestros maestros: Heberto Castillo y Demetrio Vallejo; nuestros hermanos : Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Salvador Ruiz Villegas, Eduardo Valle, José Tayde Aburto, Armando Castillejos y Adelita Salazar, Carlos Bracho, Héctor Bonilla, Felipe Santander, Carlos Mendoza, Jorge Villamil; nuestros refugios, en Antonio Caso 17 o Bucareli 20; los personajes que nos visitaban: Rius, Naranjo, Magú, Luis Villoro, Helio Flores, Felipe Herenberg, Salomón Leiter; los que con su voz y talento, nos ayudaron a construir: Óscar Chávez, Amparo Ochoa, Tehúa, Chava Flores, Los Folcloristas, La Nopalera, con Arturo Cipriano, Maru Enríquez Y Marcial Alejandro; nuestro programa, declaración de principios y estatutos, que nos sabíamos de memoria, y tu Chiapas querido.

     Y sí, la verdad sea dicha, Jorge, sí te vamos a extrañar, Elizabeth, tu esposa; tus hijos y tus nietos, pero también, tus amigos y compañeros, aunque no es un adiós, sino un hasta luego porque, como hay Dios en el mundo que, algún día, más temprano que tarde nos habremos de reunir a la diestra del Señor, para partir el pan y la sal; hacer el recuento de los daños y, las veces que sea necesario, la reseña de cuando intentamos (y logramos) tomar el cielo por asalto.

eliosedmundo@hotmail.com

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