Por: Rodolfo Escogido Rodríguez
Era el año 1998, a más de medio año del Congreso que
me hizo Presidente de la ODET (Organización Democrática de Estudiantes
Técnicos) se habían planeado cuatro grandes movilizaciones para exigir nuestros
derechos como estudiantes y dar a conocer nuestra fuerza y capacidad
organizativa, una a cada una de las direcciones generales de las instituciones
educativas de estudios de media superior ( DGETI, IPN, dirección general de
bachilleres y CONALEP)
Por azahares del destino, se eligió el día 10 de junio para
la movilización a la dirección de bachillerato, ubicado donde se encuentra el
colegio de Bachilleres 4, en Culhuacán, la cita diez de la mañana, el punto de
reunión las oficinas del Consejo popular juvenil y la ODET en Azcapotzalco, de
ahí iríamos por un recorrido por los Bachilleres de la organización, con el
apoyo de los Cetís 4, 33, 30, 227, vocacional 5 y 6, Conalep e incluso
gente de una secundaria Técnica, a la cita acudieron en camiones secuestrados
de la extinta R100, eran 9 o 10.
CoN los cuales
llegamos al Bachilleres uno, donde se sumaron 3 más, de ahí, salimos de Azcapo,
rumbo al Bachilleres 3 de Iztacalco, ahí, con 4 camiones más, seguimos hacia el
bachilleres 7, en el camino se sumaron 4 camiones más del bachilleres 9, con 21
camiones arribamos al Bachilleres de Iztapalapa, donde nos enfrentaron la banda
contraria perteneciente a la FEP, solo fue un amago con varios petardos,
ahí se sumó banda de bachilleres 7 y 8, ya con un convoy de 24 camiones
arribamos a la Dirección General de Bachilleres, donde, entregamos nuestro
Pliego petitorio, decidimos aprovechar el contingente y una vez más ir a la
Secretaria de gobernación, pedíamos mesura y tranquilidad, ya había iniciado la
marcha del 10 de junio, les pedimos bajarán de los techos de los camiones, para
evitar accidentes, ya que Tlalpan, era una zona con muchos puentes peatonales.
Sin barco los chavos de la secundaria técnica, inicios el
recorrido, yo iba en un taxi de uno de los chavos de la banda, , a la altura de
metro Xola, unos camiones rompen el convoy y se atrasan, nos detenemos, tras
unos minutos de espera nos alcanzan uno de los líderes del Cetís 30, no dice
que había sucedido un percance, pensando lo peor nos regresamos en reversa solo
para ver bajo un puente un camión detenido, todos corriendo y unas chicas
llorando, varios llenos de sangre, no necesito ver, para darme cuenta de lo que
paso, a lo lejos se oían las sirenas de las patrullas, los apremio a dejar el
camión, avanzamos en desbandada, alcanzamos a decirles a varios ya cerca del
centro, que se desbandaran, cada quien por su lado, aprovechando la marcha del
10 de junio, que nos veríamos en las oficinas.
Pocos llegan del gran contingente solo llegan tres o cinco
camiones, no hay preguntas ni reproches, solo silencio, a la gente del Cetís
30 le hacemos la recomendación de no pararse en su plantel, nos quedamos a
beber, la marcha del 10 de junio apagó toda noticia.
Al otro día en páginas de periódico la prensa, una foto de
un camión, del techo, se observa un cuerpo de un joven, casi un niño, con
uniforme de secundaria, cubierto con una camisa blanca, no se ve el rostro pero
un gran charco de sangre parece rodear el escudo del Cetís 30, había muerto al
pegar su cabeza con un puente peatonal, no logro agacharse, le rompió la frente
y se fracturó el cráneo, murió de forma instantánea.
La cacería de los
líderes del Cetís 30 duró muchos meses, nadie fue detenido, el nombre del
joven, no se recuerda, solo se recuerda que el 10 de junio, nuestro 10 de
junio, tampoco se olvida.
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