En la fiesta de la Presentación del Señor y día en el que se celebra la XXV Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el Papa preside la Santa Misa con los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de la Sociedad de Vida Apostólica.
La paciencia. Es esta la palabra entorno a la que el Papa Francisco ha guiado su homilía de hoy, durante la Santa Misa dedicada a la hodierna XXV Jornada Mundial de la Vida Consagrada. El Papa ha puesto de ejemplo la paciencia de Simeón para demostrar a los miembros de los Institutos de Vida Consagrada y de la Sociedad de Vida Apostólica que hay tres “lugares” en los que la paciencia toma forma concreta.
La paciencia de Simeón
“Observemos atentamente la paciencia de Simeón – dice el
Papa – quien durante toda su vida esperó y ejerció la paciencia del corazón”.
Francisco asegura que Simeón tomó la paciencia “en la oración”, “pues aprendió
que Dios no viene en acontecimientos extraordinarios, sino que realiza su obra
en la aparente monotonía de nuestros días, en el ritmo a veces fatigoso de las
actividades, en lo pequeño e insignificante que realizamos con tesón y
humildad, tratando de hacer su voluntad”. Además – añade – “caminando con
paciencia, Simeón no se dejó desgastar por el paso del tiempo. Era un hombre ya
cargado de años, y sin embargo la llama de su corazón seguía ardiendo; en su
larga vida habrá sido a veces herido y decepcionado; sin embargo, no perdió la
esperanza. Con paciencia, conservó la promesa, sin dejarse consumir por la
amargura del tiempo pasado o por esa resignada melancolía que surge cuando se
llega al ocaso de la vida”.
La paciencia conduce a la conversión
Pero – pregunta el Papa – “¿De dónde aprendió Simeón esta
paciencia?”, “la recibió de la oración y de la vida de su pueblo, que en el Señor
había reconocido siempre al «Dios misericordioso y compasivo, que es lento para
enojarse y rico en amor y fidelidad»”, “el Padre – prosigue – que incluso ante
el rechazo y la infidelidad no se cansa y concede una y otra vez la posibilidad
de la conversión”. Por tanto, para el Papa Francisco, la paciencia de Simeón es
“reflejo de la paciencia de Dios” y con su paciencia “nos conduce a la
conversión y nos enseña la resiliencia”.
¿Qué es la paciencia según Francisco?
¿Qué es la paciencia? El Papa Francisco ha respondido a esta
pregunta: “No es una mera tolerancia de las dificultades o una resistencia
fatalista a la adversidad. La paciencia no es un signo de debilidad: es la
fortaleza de espíritu que nos hace capaces de “llevar el peso” de soportar los
problemas personales y comunitarios, nos hace acoger la diversidad de los
demás, nos hace perseverar en el bien incluso cuando todo parece inútil, nos
mantiene en movimiento aun cuando el tedio y la pereza nos asaltan”.
Los tres “lugares” en los que la paciencia toma forma
concreta
El Pontífice, después de poner el ejemplo de Simeón, ha
explicado a los miembros de los institutos de la Vida Consagrada las tres
ocasiones en las que deben tener paciencia: en la vida personal, en la vida
comunitaria y ante el mundo, pues tal y como ha asegurado, “la paciencia nos
ayuda a mirarnos a nosotros mismos, a nuestras comunidades y al mundo con
misericordia. Son retos para nuestra vida consagrada: no podemos quedarnos en
la nostalgia del pasado ni limitarnos a repetir lo mismo de siempre.
Necesitamos la paciencia valiente de caminar, de explorar nuevos caminos, de
buscar lo que el Espíritu Santo nos sugiere”.
En nuestra vida personal
“A veces, el entusiasmo de nuestro trabajo no se corresponde
con los resultados que esperábamos, nuestra siembra no parece producir el fruto
adecuado, el fervor de la oración se debilita y ya no somos inmunes a la
sequedad espiritual” ha dicho el Pontífice. Con estas palabras, ha querido
recordar que, aunque en la vida de consagrados puede ocurrir que la esperanza
se desgaste por las expectativas defraudadas, se debe ser “paciente con
nosotros mismos” y “esperar con confianza los tiempos y los modos de Dios: Él
es fiel a sus promesas”.
“Recordar esto – ha dicho - nos permite replantear nuestros
caminos y revigorizar nuestros sueños, sin ceder a la tristeza interior y al
desencanto”, pues, “la tristeza interior en nosotros los consagrados es como un
gusano que nos come desde adentro, huyan de la tristeza interior”.
En la vida comunitaria
En cuanto a las relaciones humanas, especialmente cuando se
trata de compartir un proyecto de vida y una actividad apostólica, Francisco
asegura que “no siempre son pacíficas”: “A veces surgen conflictos y no podemos
exigir una solución inmediata, ni debemos apresurarnos a juzgar a la persona o
a la situación: hay que saber guardar las distancias, intentar no perder la
paz, esperar el mejor momento para aclarar con caridad y verdad”. Además – dice
– “no se deben confundir por las tempestades, pues nunca podremos hacer un buen
discernimiento en la vida si nuestro corazón esta agitado”. En nuestras
comunidades – continúa – “necesitamos paciencia mutua, es decir, soportar y
llevar sobre nuestros hombros la vida del hermano o de la hermana, incluso sus
debilidades y defectos”. Un consejo del Papa para nunca olvidar esto es que “el
Señor no nos llama a ser solistas, sino a formar parte de un coro, que a veces
desafina, pero que siempre debe intentar cantar unido”.
La paciencia ante el mundo
Por último, el Papa habla de la paciencia ante el mundo y
vuelve a poner de ejemplo a Simeón y Ana, quienes cultivaron en sus corazones
la esperanza anunciada por los profetas, aunque tardó en hacerse realidad y
creció lentamente en medio de las infidelidades y las ruinas del mundo.
“Necesitamos esta paciencia para no quedarnos prisioneros de la queja: “el
mundo ya no nos escucha”, “no tenemos más vocaciones”, “vivimos tiempos difíciles”
... A veces sucede que oponemos a la paciencia con la que Dios trabaja el
terreno de la historia y de nuestros corazones la impaciencia de quienes juzgan
todo de modo inmediato, y así – concluye – perdemos la virtud más bella: la
esperanza. Tantos consagrados y consagradas que pierden la esperanza por la
paciencia”.
Dos consejos del Papa a los consagrados
Al final de la Eucaristía, el Papa Francisco dió dos
consejos a los consagrados y consagradas: morderse la lengua y tener sentido de
humor: "Huyan de los chismes, aquello que asesina a la vida comunitaria
son los chismes, no hablen de los demás. Hay una medicina que está muy cerca de
casa: morderse la lengua" ha dicho Francisco. Y luego, el otro consejo que
les recomienda en la vida de comunidad: "no pierdan el sentido del humor,
esto nos ayuda tanto, es el anti-chisme, saber reírse de sí mismos, de las
situaciones, también de los demás un poco, pero no perder el sentido del humor.
Esto que les recomiendo no es un consejo muy clerical, pero es muy
humano".
No hay comentarios :
Publicar un comentario