Lo que sucedió en las 48 horas previas de que se le
diagnosticara positivo de Covid-19 y del martes al viernes 29 de enero, se ha
mantenido como secreto de Estado dentro del gabinete de seguridad, quizás por
las implicaciones legales en que pudiera haber incurrido con algunas de sus
acciones, así como por la fragilidad en la que se encontró el Estado mexicano,
al sufrir el Presidente un momento de alto riesgo donde el equipo de médicos
–dos de ellos del sector privado–, encabezados por el secretario de Salud,
Jorge Alcocer, por años doctor de todas las confianzas de López Obrador,
trabajó muy bien para estabilizarlo y evitar que aquello se convirtiera en
tragedia.
Esa primera parte de la enfermedad del Presidente comenzó la
tarde del viernes 22, cuando López Obrador le confió a su coordinador de
asesores, Lázaro Cárdenas, que se sentía bastante cansado, y que le había
costado trabajo mantener la secuencia en las reuniones que había tenido.
Ninguno de los dos sospechaba que tenía Covid, porque no presentaba ningún
síntoma. Cárdenas le recomendó descansar y reducir la agenda del fin de semana,
por lo que sólo mantuvo entrevistas con los gobernadores de San Luis Potosí y
Nuevo León, así como un par de reuniones con empresarios, a petición de Alfonso
Romo, el exjefe de la Oficina Presidencial.
El Presidente viajó a esos estados, pero tanto Romo como la
candidata de Morena a la gubernatura de Nuevo León, Clara Luz Flores,
comentaron al equipo de López Obrador que no lo habían visto con ánimo y que,
cosa rara en él, repetía cosas que ya había conversado momentos antes. Desde el
mismo viernes, antes de iniciar su gira de trabajo, López Obrador se había
vacunado contra el Covid, como un trámite fuera de las pruebas semanales que le
hace la unidad médica en Palacio Nacional los martes. Incluso, Cárdenas bromeó
con él de la posibilidad de que podía contagiarse del virus antes de que se
vacunara, lo que provocaría diversas teorías conspiracionistas, como sucedió,
primero con la especulación de que era un tema electoral, y después los rumores
de que su enfermedad era realmente una embolia.
López Obrador había expresado a sus colaboradores su
preocupación porque la cifra de muertes iba a llegar en breve a las 150 mil,
por lo que vendría una nueva andanada de críticas contra él –cada vez es más
susceptible a ellas– y contra el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell,
arquitecto de la fallida estrategia del combate al coronavirus. Luego viajó a
Monterrey y después a San Luis Potosí, mientras le llegaba el resultado de la
prueba. El resultado le fue entregado la madrugada del domingo en su hotel en
la capital potosina: positivo.
Pese a ello, no interrumpió su gira por San Luis Potosí,
donde inauguró un cuartel de la Guardia Nacional. Pero los observadores notaron
que algo sucedía con el Presidente. Raymundo Rocha, de El Sol de San Luis,
escribió: “Se acabaron los saludos, las sonrisas, los chistes. Hoy (domingo 24
de enero), el presidente Andrés Manuel López Obrador fue otro muy diferente al
de giras anteriores. No sonrió, tenía la mirada sin brillo, no cantó el Himno
Nacional y no habló convencido de lo que decía, y por si fuera poco, sigue
recorriendo un país de casi 150 mil muertos sin cubrebocas”.
El Presidente ya se sabía enfermo y no canceló ningún acto
ni tampoco tuvo cuidado en sus interacciones. En San Luis Potosí, la prensa
registró que, sobre el templete colocado para la ceremonia de la Guardia
Nacional, con la mano que llevó a su cara y nariz, saludó al gobernador Juan
Manuel Carreras, quien se tuvo que hacer la prueba de Covid. Tampoco cambió su
modo de transporte a la Ciudad de México, y tomó un avión comercial. Aun pese a
que utilizó el cubrebocas, fue una irresponsabilidad, con dolo podría añadirse,
el haber viajado en avión sabiendo que era portador del coronavirus.
Por la tarde, a través de su cuenta de Twitter, el
Presidente reveló que estaba enfermo de Covid-19, casi 12 horas después de
haber recibido la prueba positiva, y comenzó su confinamiento en Palacio
Nacional. Informó que presentaba síntomas leves y que ya estaba bajo tratamiento
leve. Omitió que se sentía bastante mal, sin fuerza y con temperatura alta. Se
decidió dentro del gabinete de seguridad que su estado de salud se mantendría
con secrecía y se prohibió a todo el staff del Presidente hablar
sobre el tema con nadie, incluidos sus familiares y amigos. El hermetismo se
mantuvo.
La vaguedad en los reportes sobre su salud, señalados en
este espacio como acciones ocasionadas por incompetencia profesional, no tuvo
ese factor como el origen. La forma como estuvieron informando en Palacio
Nacional, Sánchez Cordero y López-Gatell, como ahora lo muestran los detalles
que circularon dentro del gabinete de seguridad, fue para ocultar el estado de
salud de López Obrador, su irresponsabilidad de interactuar con el conocimiento
pleno de que tenía Covid, y el momento de mayor crisis durante todo el periodo
de tratamiento y el sexenio mismo, que fue aquella madrugada del 26 de enero,
que le provocó un notable deterioro físico el martes y el miércoles.
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