La tentación de usar políticamente la vacuna es
descomunal, embriagadora. Querer hacer política con la desgracia de la gente es
atractivo pero, ojo, porque lleva a la perdición. En el contexto actual, el
gobierno y su partido parecen dispuestos a utilizar la vacunación como un
elemento de penetración en el tejido social. Han tomado decisiones impropias de
una corriente política que luchó contra la apropiación simbólica y práctica del
gobierno por un partido y que además ha elevado su retórica en contra de los
delitos electorales. Los bienes públicos no deben tener sesgo partidista.
Siempre criticaron a los operadores políticos que
condicionaban las ayudas gubernamentales a votar por el tricolor. Ahora ocurre
algo parecido con tinte guinda. Este año un buen número de superdelegados será
candidato. Pero una cosa es traficar con becas y adoctrinar a viejitos y otra
la salud pública. La campaña de vacunación debe responder a un impulso
impersonal que convoque a todos los ciudadanos de forma similar a como se moviliza
la Protección Civil y el apoyo en caso de catástrofe. Los gobiernos estatales,
la Cruz Roja, las IAP y el sector privado deberían ser incorporados al
esfuerzo y quitar este tufillo de brigadas revolucionarias a los equipos que ya
vacunan a la población en todo el territorio.
Es contrastante que, en el proceso de compra de vacunas, el
gobierno trabajó de manera profesional desde la Cancillería y ahora ha abierto
la posibilidad de que otros las compren. El reconocimiento a Ebrard ha sido
amplio. Hacienda ha dicho que en la caja gubernamental están los dólares para
pagarla. Herrera ha sido también reconocido por su diligencia. En ninguno de
estos dos casos hemos visto la bandera del partido político, sino la acción del
Estado. En esta tercera fase que corresponde a la Secretaría de Salud, cabe
esperar que sea tan eficaz como sus homólogas y no nos la pinten de guinda.
Espero que reconsideren eso de poner a servidores de la nación al frente de la
campaña. México necesita funcionarios profesionales, decentes, íntegros,
neutrales, no operadores y comisarios políticos para atender esa agenda.
Estoy seguro que si un militante de izquierda escuchara (en
un grupo focal) la comunicación de su partido sobre la vacuna y le dijeran que
las líneas de la campaña fueron escritas por el PRI o el PAN, el contenido le
parecería deleznable. Hacer campaña con la vacuna y decir mañosamente que ceden
el espacio de sus spots, es tomarnos por tontos: el centro del mensaje es
ellos, su partido y sus intereses. El espacio, por tanto, se lo están cediendo
a ellos mismos y a continuación nos recetan la perla (todavía más descarada) de
que están dando la mitad de sus prerrogativas para la compra de vacunas.
Perdón, pero es hacer escarnio del electorado.
Las vacunas se compran con dinero público, con ese 16% que
pagan los ciudadanos cada vez que compran algo. Las vacunas se costean con el
aporte que cada quincena paga trabajadores y empresas para sostenerlo. No
necesitamos que ningún partido político nos regale sus prerrogativas las
cuales, por cierto, también pagamos con nuestros impuestos.
La vacuna no es de Morena. Si el propósito del gobierno es
perseguir como delito electoral el tráfico de bienes públicos, haría bien en
modificar su estrategia e incorporar de manera impersonal y unificadora a todos
en la campaña de vacunación y hacer de ella un motivo de unidad y orgullo
nacional y no un esfuerzo sectario y electorero, pronasoliano.
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