Deslinde
Un Dilema para el Cambio
Por ARMANDO SEPULVEDA IBARRA *
Bajo la hostil mira de la saliente (y todavía cercana y viva) mafia del poder, herida en sus intereses aviesos que crearon cuando sus miembros fueron parte o vivieron en amasiato con los nefastos gobiernos del pasado y, con la avidez de usurero o dueño de banco, amasaron fortunas inauditas a la sombra de la corrupción, el régimen del cambio pisa más callos y, al parecer, va por intocables y, con algunos errores y novatadas y también caprichos, tantea sus pasos en el fragor de tormentas de papel por sobre una cuerda riesgosa para cruzar las grandes aguas, como el equilibrista de Zaratustra, asediado incluso por chiflados de casa estilo Fox y desde el exterior de la calaña de Trump, para verlo rendirse a los deseos de los rivales y precipitarse al fracaso, entre la ansiedad de los nostálgicos por volver a los tiempos del saqueo y la impunidad y la rapacidad de las camadas de los nuevos ricos debutantes en las listas de Forbes al final de cada sexenio.
Para evitarle a este volatinero soñador, esperanza de muchos y blanco de ataques de otros tantos, que caiga al vacío por un traspiés como el desafortunado personaje de Nietzsche ante la insidia de los enemigos y el golpeteo incesante de los perdedores y tantos frentes abiertos al calor de las conferencias mañaneras y su enjundia por distinguirse de los demás protagonistas de la historia política del país, hace falta que el Presidente Andrés Manuel López Obrador valore los aciertos y las fallas, los avances y retrocesos, todo lo bueno y lo malo de su incipiente gobierno y, con la humildad propia de los grandes, retome las enseñanzas, consolide logros y corrija desatinos propios de alguien que aspira a una transformación profunda con mucha voluntad y escasos recursos y, a veces, con visión corta o aldeana e influencia negativa de algunos actores de su gabinete de lujo incapaces, sin embargo, para enfrentarse a los problemas por su grandiosa medianía, como si compitieran con los zafios de los clanes de Foxes y Peñas, líderes entre los más mediocres.
Todo mundo afín a la lucha y proyecto del fundador de Morena, entre quienes sobresalen los desposeídos y marginados de siempre y los sectores de la sociedad hartos de las inmoralidades de los gobiernos priístas y panistas, espera con ilusión resultados a corto plazo en beneficio del país antes de sentir decepción por un eventual fracaso, mientras que los familias de la aún vigorosa mafia del poder y sus pajes de pluma y micrófono acuartelados en medios periodísticos que se agasajaron con dineros públicos disfrazados de publicidad a cambio de solapar a los corruptos y esconder sus fechorías, apuestan su resto a que se derrumbe la cuarta transformación aunque así arrastre a México por sendas aciagas como las devaluaciones en los sexenios de López Portillo y Salinas-Zedillo, cuando la economía vino por los suelos y empobreció a buena parte de los mexicanos, enriqueció a unos cuantos amigos y cómplices y condenó a generaciones de mexicanos a la ruina.
A López Obrador le llegó la hora de ajustar sus ideas y estrategias a la realidad del país a partir de su corta experiencia como Presidente de la República y sus frutos y pifias a sólo seis meses de haber asumido el cargo, su momento de examinar a colaboradores en sus destrezas e inteligencias así como
en sus torpezas y mediocridades donde las halla o atesoren, para felicitar a unos y, con la pena, despedir a otros que han dado muestras de ser estorbos para alcanzar la grandeza que concibe el tabasqueño al imaginarse desde su triunfo de julio de 2018 encarnando las hazañas de los héroes nacionales como Juárez, Madero y Cárdenas, nada menos.
Ni los gobernantes de Morena ni sus rivales y protegidos y socios que fueron desplazados del gobierno y los tesoros públicos donde engordaban sus fortunas, pueden negar que desde las trincheras de la antigua mafia del poder se libra una tenaz y descomunal resistencia al cambio de régimen, con la perversa trama de conservar privilegios, canonjías e intereses, para intentar desbarrancarlo o, de pérdida, mirarlo en sus fortalezas para cuando venga la elección intermedia de 2021 y en sueñen con recuperarse y ganar el Congreso de la Unión y, para alimentar más ilusiones, llevarse en el 2024 la Presidencia de la República y volver a ser otra vez intocables, a pesar de que esas bandas sexenales de neo priístas y neo panistas languidecen por el momento bajo los escombros del tsunami de julio de 2018, cuando el pueblo los sepultó, huérfanos de liderazgos y confrontados entre sí por quedarse con sus despojos.
Mas los tiempos del cambio despertaron odios y rencores, durante y después de la histórica elección, entre perdedores y ganadores y, sobre todo, entre las cúpulas de los grupos de poder económico y político que atizan las confrontaciones con sus peones y alfiles desde los medios periodísticos afines que, como por arte de magia, se quitaron la mordaza con que por lo regular ocultaban las tranzas de los regímenes priístas y panistas y enderezaron una crítica feroz y parcial contra el cambio, en especial personajes del periodismo de consigna que han servido a la dictadura perfecta del PRI incluyendo al salinato como empleados u oficiosos y por igual a otros intereses oscuros bajo el disfraz de prensa libre, para desprestigiar a los nuevos gobernantes con la encomienda de magnificar yerros menores o algún dislate verbal, cuando quién olvida que esos esperpentos del periodismo fueron hábiles para esconder los monumentales atracos a la nación tanto en Petróleos Mexicanos como en el frustrado aeropuerto de Texcoco donde unos cuantos notables, sin licitaciones o con dudosa transparencia o, de plano, de la mano de la campante corrupción del gobierno anterior, llevan la tajada del león e incluso la sociedad con personeros del oficialismo que ahora tiemblan ante el reclamo social por que la justicia los siente en su banquillo a rendirle cuentas claras de sus trapacerías.
Aunque la gente sabe que la violencia, la corrupción y la impunidad pertenecen a la herencia de los gobiernos del pasado, también es cierto que la cuarta transformación carece hasta hoy de una estrategia real para combatir a la creciente delincuencia organizada y, en consecuencia, han subido los índices en todos los delitos y, para disgusto del grueso de los mexicanos, tampoco se ha lanzado una verdadera campaña contra los corruptos de los sexenios anteriores a quienes se les ha dado de antemano la graciosa oferta de perdón y olvido, salvo la aplaudida persecución del ex director de Pemex, Emilio Lozoya, ya prófugo de la justicia, por la acusación de embolsarse fortunas mal habidas parapetado en el cargo, ni se siente que entre las burocracias hayan desaparecido las corruptelas con el simple ejemplo del señor de arriba y, para muestra, cualquier mortal remitiría a los contratos de adjudicación directa y cómo ciertos superdelegados y otros funcionarios o amigos del régimen se han beneficiado con contratos de dependencias del gobierno con el tráfico de influencias o el amiguismo que tanto se condenó durante la campaña. Quién puede ocultar errores y omisiones en las altas esferas de la política como la falta de oficio de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, para manejar la crisis de los migrantes centroamericanos y abrirles camino rumbo a los Estados Unidos o incumplir a los emisarios del demagogo Trump los acuerdos para contenerlos desde su ingreso a Chiapas, como su patio trasero que consolidó el canciller Marcelo Ebrard con el gobierno del locuaz vecino con la indecorosa oferta de poner un muro de guardias nacionales en la frontera con Guatemala para frenar y perseguir a centroamericanos que huyen de la violencia y el hambre de sus países, o los grandes zapatos con que calzaron a la señora Claudia Sheinbaum, científica incapaz de tener un plan contra el crimen aun cuando, a juicio de López Obrador, sufra los ataques de “los grandulones y abusivos” a propósito de la creciente violencia capitalina.
Aún hay, sin embargo, tiempo para las rectificaciones, para cerrar frentes que desgastan en vez de abrirlos, para buscar la unidad en la diversidad y para componer la marcha del Arca de Andrés, adonde subieron muchos indeseables oportunistas confundidos con la mayoría urgida de hallar rumbo cierto al país, camino a la cuarta transformación antes de que crezcan los problemas y vuelvan las amenazas de Trump y surja la frustración de un pueblo que, como el reverendo Martin Luther King, ha tenido un sueño...
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