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martes, 20 de septiembre de 2016
Horóscopo, ¿Verdad o mentira?
Debemos de tener en cuenta el hecho de que el Zodíaco responde a doce signos, que son los que se manifiestan astrológicamente a lo largo del año. Cada uno de estos signos se corresponde con las doce constelaciones, que se pueden encontrar a lo largo de la eclíptica y a cada uno de ellos le corresponde 30º (si tratamos el cielo como una esfera).
La denominación de estas constelaciones viene en parte de siglos atrás, de pueblos antiguos, tales como los árabes, los chinos, etc. Por lo tanto, el cielo, a nivel de constelaciones, sería un conglomerado de animales, objetos y, sobre todo, elementos mitológicos. Aquellas gentes nombraban grupos de estrellas según la impresión que su visión les producía, lo que a su parecer sugería tal o cual conjunto de estrellas. Sin duda, algo muy subjetivo por parte de aquellos habitantes del hemisferio norte.
Todo ello hace pensar que, para que los doce signos del Zodíaco se correspondan con los nombres de las constelaciones que son atravesadas por la eclíptica, éstas debían de haber sido el motivo de inspiración para la configuración de todo el sistema anteriormente comentado. Es por esto por lo que, lejos de ser algo divino o misterioso, el Zodíaco se puede considerar como algo con origen terrenal y humano. Se trataría simplemente de la aplicación de un simple cálculo matemático a una circunferencia, que quedaría dividida en doce partes iguales, las cuales se corresponderían con algo subjetivo, como son las constelaciones. Al mismo tiempo, se hizo de tal modo que cada signo resultante pudiera ser aplicado a una parte del año (la mayoría del 21 al 21 de cada mes).
Signos del horóscopo
Una vez ya tenían confeccionado “el mapa“, tan sólo hacía falta inventar “las variables del juego”, poniendo para ello en uso al Sol, la Luna y los planetas (principalmente los visibles). De este modo, según la posición que mostraran respecto a un observador en la Tierra y la región del cielo en la que estuviesen situados (esto es, la constelación o signo que ocupasen), ejercerían una influencia en mayor o menor grado sobre un individuo en concreto.
De hecho, en la confección de la gran mayoría de horóscopos personalizados se tiene mucho en cuenta la fecha y hora exacta del nacimiento, porque, según esta creencia, la posición que los astros ocupen en el firmamento en ese preciso instante determinaría muchos aspectos de la vida de esa persona, tales como su carácter y su forma de actuar en determinadas situaciones.
Los planetas, en gran parte, junto al resto de astros más brillantes, deben sus nombres principalmente a las creencias de los antiguos, creencias en dioses o mitos fácilmente cuestionables. Son estos los dioses de la mitología griega, pero sobre todo latina, los que dan nombre a todos ellos (la gran mayoría de dioses griegos fueron tomados como modelo por los romanos, aunque con distintas denominaciones). Sin embargo, a la hora de la interpretación astrológica, se ha conferido a cada astro el valor que mantiene de acuerdo con su referente mitológico, por lo que se pone de manifiesto la mezcolanza entre lo físico y lo inventado. Quiero decir con ello que no por el mero hecho de que a aquel planeta situado entre la órbita de Mercurio y la Tierra se le haya llamado Venus (coincidente con el nombre de la diosa latina del amor) ha de hablarse de “presencia de amor” en los nacidos bajo el signo en que dicho planeta se encuentre. Ni siendo Marte (el dios latino de la guerra), en otro caso semejante, ha de hablarse de conflictos. Igualmente, tampoco el hecho de que Venus y Marte se encuentren en oposición significa “problemas amorosos“.
Todo esto queda justificado si tenemos en cuenta que las posiciones que adoptan en el cielo son en realidad aparentes, determinadas por los movimientos de la Tierra alrededor de su órbita solar y por los suyos propios. Y es que no se puede hablar de oposiciones o conjunciones (fenómenos astronómicos puramente relativos, que tienen que ver con el ángulo que adoptan los cuerpos celestes respecto al Sol de forma aparente) como si de un mal encuentro o un encuentro agradable entre planetas se tratase.
Siendo esto así, se estaría tratando de personificar a meros trozos de roca o masas de gases en rotación que viajan en su periplo alrededor del astro rey a distancias muy alejadas los unos de los otros, lo cual sería adecuado en un contexto literario, pero resultaría absurdo si pensamos que ello puede influir en nuestro día a día y, por si fuera poco, en diversos aspectos como salud, dinero y amor (por si no se contentan ya con dar una visión general).
Bien es verdad que el asunto de la Astrología no es tan sencillo. Hay muchas divisiones y estructuraciones en torno a cada signo (de tierra, de agua, de aire, de fuego; a cada uno le pertenece un color, un número, etc.), pero no por mayor complejidad ha de ser más válido. Sin duda alguna, podríamos estar hablando de un juego muy elaborado, aunque la realidad no va más allá.
Si lo miramos todo con buena lupa veremos que, como ya he dicho, en el espacio abierto todo es aparente desde un punto en concreto a otro distinto. La posición de las estrellas y los planetas puede variar muy pocas centésimas de segundo de arco si observamos desde un punto cualquiera de la Tierra y su opuesto. Sin embargo, paremos a imaginar lo que pasaría si de repente nos situásemos en Urano. Pues muy posiblemente, casi seguro, los planetas estarían dispuestos de forma distinta que en la Tierra y ocuparían lugares distintos en la bóveda celeste. Incluso si nos alejamos más del Sol, veremos cómo la figura de Orión se disgrega, Sirius ya no brilla tanto… Entonces, si ello es así, que lo es, cabría plantearse una serie de preguntas:
¿Acaso el desarrollo de la vida de una persona que naciera en Urano, si así fuese posible, en una fecha y hora idénticas a la de una que naciera en la Tierra, tendría un conjunto de elementos, de los habitualmente “marcados” por los planetas, distintos?. ¿Y si los dos nacieran en la Tierra a la misma vez? ¿Todos los nacidos en la Tierra en una fecha y hora idéntica, pertenecientes, por lo tanto, a un mismo signo y regidos por los planetas en las mismas condiciones los unos de los otros, van a tener caracteres clonados?
¿Existe en realidad el término “signo zodiacal“, teniendo en cuenta que las constelaciones son un simple efecto de la perspectiva?. Siendo así, ¿es capaz de encuadrar, de someter de por vida a una persona en un lugar que sólo le corresponde por los factores de la fecha de nacimiento y el capricho de la Naturaleza?
Ahí quedan esas preguntas en el aire, las cuales no me atrevería a contestar por mero respeto a todos aquellos que confían en tal método supuestamente predictivo. Aunque sí criticaría con dureza a todos aquellos que usan, abusan, difunden, tratan e inventan en lo referente al mismo.
Porque hoy día es una realidad el hecho de que multitud de revistas, periódicos y demás publicaciones, cuentan con su apartado de predicciones semanales o incluso mensuales divididas en signos zodiacales y obtenidos en base a supuestas interpretaciones de las supuestas relaciones que los astros supuestamente mantienen entre sí. Y digo “supuestas”, valga la redundancia, porque también es una realidad que de una a otra fuente varían muchos las predicciones, hasta el punto de ser, en la mayoría de los casos, completamente opuestas. Son tantos los que lo usan “por rellenar una página en blanco” o simplemente como reclamo para la venta de su artículo, que ya resulta difícil discernir la predicción que es “de fiar” y la que no. Cierto es que esto del horóscopo es una mera tradición y, en cierto modo, un juego, pero eso no impide que las haya más o menos acordes con las reglas a seguir. Queda claro que, como todo juego, las tiene y el saber aplicarlas es la base para obtener un buen resultado.
Aunque para mi entender, por muy buen respeto que haya guardado a dichas reglas y por excelentemente interpretado que esté, siempre me seguirá pareciendo un juego y como todo juego, un arte, una tradición, pero ni mucho menos algo que vaya a sacar a la luz aspectos de tu vida venidera.
Los juegos, juegos son y habrá habido más de uno que se haya desilusionado al leer en el periódico, durante el desayuno, que la predicción para ese día, en el que tan lleno de energía se había levantado, no le era favorable. Puesto que el horóscopo es un juego, juguemos a no jugar con él.
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