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martes, 22 de marzo de 2016

Después de Semana Santa, ¿una recesión?

Lo bueno es que aún es lo menos probable.



Lo malo es que suben las probabilidades de que la economía de nuestro motor estadounidense se contraiga y eso puede ayudar políticamente a Donald Trump.

Hasta el viernes, las posibilidades de una recesión en el corto plazo ascendieron al 30 por ciento para economistas del banco más grande de ese país, JP Morgan.

Hay que tomar la carne del tema entre las manos y deshebrarla para entender cómo se vincula el asunto con el polémico precandidato del Partido Republicano a la presidencia de la nación vecina.

Para eso hablé la semana pasada con Joe Lupton en su oficina de Manhattan.

El senior global economist del citado banco me mostró una gráfica en la que talló su índice como el mecánico que señala a su cliente el problema al abrir el cofre: El desempleo cae en Estados Unidos, pero los salarios no suben como deberían.

El asunto es fácil: si el desempleo baja es porque hay más gente trabajando y menos gente desocupada. Eso obliga a las empresas a pagar más ante la escasez de gente disponible. Eso pasa normalmente.

Ocurrió en 1993; en 1998, al final de 2002; en 2006 y 2007.

En esos años los salarios de los vecinos crecieron a tasas de 4 y 5 por ciento por año, en dólares.

¿Y de 2014 a la fecha? No pasan de incrementos máximos de 2.5 por ciento.

¡Tacañería! Deberían aumentar salarios. En las empresas hay accionistas tacaños, sin duda, pero eso nos lleva a otras dos gráficas señaladas por Lupton.

Una. La que muestra que las ganancias de las empresas estadounidenses caen. Revisé por mi cuenta la congruencia de esas líneas con los datos de tres empresas gigantes.

Efectivamente, las ganancias de GE pasaron de 17 por ciento de los ingresos en 2012 a 13 por ciento en 2015.

Es decir, la utilidad por cada dólar que vendió la empresa a cargo de Jeff Immelt pasó de 17 a 13 centavos en tres años. Hablamos de EBITDA, de ganancias antes de descontar impuestos, entre otros rubros.

En Exxon cayó del 15 al 13 por ciento en ese lapso.

Pero claro, se trata de empresas antiguas y vinculadas directamente al golpeado sector energético.

Veamos ahora Apple, de Tim Cook. Sus ganancias por cada dólar bajaron del 37 al 35 por ciento también en tres años.

Como remate, la oscura tercera gráfica de Lupton: la productividad de los estadounidenses no crece.

Y eso explica quizá lo demás.

Que aumenten significativamente los salarios para gente que en promedio sigue produciendo lo mismo en empresas que cada vez ganan menos, parece poco probable.

Las compañías tendrían que invertir más en máquinas, en robots, en software y en computadoras. Eso elevaría la publicidad y quizá los sueldos. Pero eso no pasa.

De eso ya se dieron cuenta los muchachos que tocan en la banda de Agustín Carstens Carstens.

El viernes, el Banco de México advirtió así en un texto que coquetea con eufemismos:

1. “Las perspectivas de crecimiento global continuaron deteriorándose”.

2. “(En EU) continúa la debilidad del sector industrial, aunque se percibe una incipiente recuperación del manufacturero”.

3. Aquí viene lo bueno: “El mercado laboral ha seguido mejorando, si bien no se aprecian presiones sobre el nivel de los salarios”. Traducción: baja el desempleo, pero no vemos una inflación salarial. Los Carstens y los Lupton, se unen.

JP Morgan y Banxico en sus reportes dejan ver que esto es lo que nos indicará si vuelve a moverse la tasa de referencia de la Reserva Federal: la inflación salarial. Si los salarios no suben más del 2.5 por ciento anual, no habrá señales claras de una mayor inflación general, ni incentivos fuertes para subir su tasa líder ya.

Si eso pasa, Trump tendrá motivos para señalar que los salarios no suben y que eso pasa porque los empleos bien pagados van a dar a lugares de malos sueldos, como México y China, mismos que regresarán a su país cuando él sea presidente. Poco importarán las razones y la lógica. La idea vende. Comunicar esta idea dispara votos de resentimiento.

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