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domingo, 21 de febrero de 2016

Los aciertos de Francisco


Rafael Fernández De Castro



Francisco partió de México dejando mensajes claros y con palabras de sanación para un pueblo adolorido. El gran acierto de su viaje fue centrarse en los jóvenes, los indígenas, la familia y los migrantes.

A los jóvenes les espetó: “ustedes son la riqueza del país”. Ellos por su parte le confirmaron la falta de oportunidades, la violencia, la impunidad que los jóvenes mexicanos enfrentan. Nuestro país cuenta con casi 30 millones de jóvenes, es decir, un poco más de 25 por ciento de la población. De acuerdo con el Inegi, durante el primer trimestre de 2015 la tasa de desempleo de jóvenes entre 20 y 24 años fue de 8.3 por ciento, casi el doble del nivel nacional. De los que tienen empleo, sólo 15 por ciento gana más de seis mil pesos mensuales. Además, suelen ser los más afectados por la violencia que azota a nuestro país con una tasa de victimización de casi 47 por cada cien mil habitantes.

Francisco estuvo fascinado por la diversidad cultural indígena que México posee y que experimentó en Chiapas y Michoacán. En la misa que presidió en San Cristóbal de las Casas, se hizo presente el sincretismo religioso --animales y otros símbolos indígenas cerca del altar. Fragmentos de la liturgia fueron leídos en chol, tzeltal y tzotzil, después de autorizar formalmente el oficio de misas en lenguas indígenas. El Papa recordó el profundo conocimiento de los pueblos indígenas de la madre tierra y su armonía con el medio ambiente.

Recalcó la importancia de la familia, urgiendo a todos a fortalecerla. “Prefiero una familia herida que intenta todos los días conjugar el amor, a una familia y sociedad enferma por el encierro o la comodidad del miedo a amar”. Aclaró que no existe la familia perfecta; se requiere dialogar para seguir andando e invocó a los matrimonios a renovar sus promesas matrimoniales. Y a los jóvenes les machacó: “En la familia van a tener dignidad. Nunca dejen de lado a la familia”.

México es un país atravesado por la migración. Millones de mexicanos desde el siglo XIX han emigrado a Estados Unidos. Desde hace más de dos décadas cientos de miles de migrantes utilizan nuestro país para llegar a Estados Unidos. En la última década, millones de mexicanos han retornado de Estados Unidos, unos por voluntad propia y muchos más deportados. Finalmente, México es destino de inmigrantes. En los últimos tres años, por ejemplo, las peticiones de refugio se han triplicado.

Francisco reconoció el calvario que viven los migrantes en su tránsito por México y subrayó que las vejaciones que sufren miles de migrantes en los últimos años han hecho que el mundo experimente una crisis humanitaria. Bendiciendo la Cruz del Migrante justo en la línea fronteriza entre México y Estados Unidos, recordó las injusticias que viven millares de migrantes en ambos lados de la frontera y en su alocución binacional sentenció que “ninguna frontera podrá impedirnos compartir el amor de Dios”.

Desde luego que Francisco no vino a regañar; tampoco debe pensarse que esto fue obra de la diplomacia mexicana. El Papa llegó para conciliar, para expresar palabras de aliento como las que pronunció a quienes están presos en el Cereso número 3 de Ciudad Juárez: “agranden el corazón para perdonar a la sociedad que no los pudo ayudar y los empujó a cometer errores”. O bien, su sabia analogía de alpinistas: “el arte de ascender al triunfo no está en caerse, sino en no permanecer caído”.

El Papa compartió sus mensajes a través de homilías precisas y de corta duración. Cada uno de sus sermones estaba perfectamente preparado y utilizaba la sabiduría del evangelio para iluminar distintas facetas de nuestra difícil realidad.

Tengo que reconocer que la tradición del clero mexicano de no preparar la homilía me aleja de la iglesia. (Desde luego, hay claras e importantes excepciones).

Me parece que hubiese sido preferible que Francisco pronunciara sus palabras a los migrantes en la frontera con Guatemala. Es allí, donde mi amigo el padre Flor María Rigoni señala que “están abiertas las venas de la migración latinoamericana”. En la frontera sur, ya no en la norte, encontramos las nuevas dinámicas de la migración regional y global.

Gracias papa Francisco por recordarnos andar con la frente en alto y no dejar de lado a la familia, quien “custodia la esperanza”.

Twitter: @RafaelFdeC

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