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martes, 12 de enero de 2016
Tres prioridades en la educación
En julio de este año habrán transcurrido tres ciclos escolares completos desde que la reforma educativa fue aprobada. Es un buen momento para hacer corte de caja y reflexionar qué se ha hecho bien y qué se debe mejorar para que avancemos en la garantía del derecho a aprender de cada niña y niño. En este espacio, me gustaría enfocar la atención en tres pilares fundamentales de la reforma, los cuales debieran guiar las acciones de lo que resta del sexenio.
Maestros: La reforma educativa debe pasar de ser un cambio constitucional a una transformación real en prácticas administrativas y docentes. La reforma no puede ni debe ser solamente administrada por burócratas; los docentes del país deben conocerla, hacerla suya y tener mecanismos para mejorarla. Un ejemplo son los concursos de ingreso y promoción docente. A la fecha, se han concursado cerca de 76 mil 500 plazas y cargos docentes en el país, lo que representa 6.4 por ciento del número total de docentes. De acuerdo con el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), la tendencia en la tasa de jubilación docente es ascendente, por lo que en el futuro se tendrán más convocatorias con más plazas y cargos a concursar. Considerando que la participación de los maestros es fundamental, debemos informarlos sobre el proceso y manejar los resultados en caja de cristal.
Actualmente, las denuncias sobre irregularidades en el concurso y asignación de plazas han ido en aumento, de continuar dañarían la credibilidad y viabilidad del proceso. Para que la reforma tenga relevancia en las aulas, debemos asegurarnos que impacte de manera positiva a las personas que enseñan y aprenden en ellas; para ello es fundamental escuchar y atender a los maestros. Clemenceau decía que la guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares. Podríamos decir lo mismo de nuestra educación: es un asunto suficientemente importante para dejarlo en manos de burócratas.
Autonomía escolar: Las escuelas requieren mayor independencia y autonomía para crear las relaciones y procesos de aprendizaje más adecuados para sus comunidades. Hoy en día, el sistema les pide mucho y les aporta poco, les tiene poca confianza en sus decisiones y las dota de recursos insuficientes. En 2015, 33 por ciento de las escuelas públicas no participaron y por lo tanto, no tuvieron acceso a recursos en el rubro de Autonomía de Gestión de los cuatro principales programas federales. Podemos hablar de las escuelas y de lo importante que son para la educación, pero lo necesario es dotarlas de recursos y autonomía para que dejen de ser consideradas “centros de trabajo” y empiecen a operar como verdaderas comunidades de aprendizaje. El sistema educativo no empieza en la oficina del secretario de Educación, sino en cada una de las aulas del país.
Gasto educativo: El año pasado destinamos un billón 212 mil millones de pesos al sector educativo. Es el sector público donde los mexicanos destinamos más recursos, y los resultados hasta ahora son pobres.
Existe un malgasto que se repite año con año: desvío de recursos para el pago de comisionados, pago en actividades irrelevantes de formación docente, gasto en infraestructura innecesaria en vez de subsanar las carencias evidentes. Estas deficiencias en el gasto satisfacen una estructura que la mayoría de las ocasiones opera a favor de los adultos, dejando el derecho a aprender de niñas y niños a un lado. Para tener un buen gasto es indispensable poner como objetivo central el máximo logro de aprendizaje de las personas, las niñas, niños y jóvenes así como sus maestros y familias. Gastar en rubros que no aportan al aprendizaje, no es sólo un mal uso de recursos, es robarle el futuro a las niñas y niños.
El año comienza y nos toca a la ciudadanía ser participativa, crítica y propositiva para contribuir a elevar la calidad de la educación en nuestro país. El Estado por su parte debe respetar y fomentar la participación informada. Defender el derecho a aprender de niñas, niños y jóvenes no es tarea de un día, sino un deber colectivo permanente.
* Investigador en Mexicanos Primero
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