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lunes, 30 de noviembre de 2015

Sin inversión, no salimos


Enrique Quintana


Una de las primeras lecciones de economía es –o al menos debiera serlo– que la inversión es la que marca la dinámica del crecimiento, pues el consumo es más estable.

Cuando la inversión es escasa, el crecimiento también lo es.

Esta ha sido una de las tesis que Jaime Ros ha sostenido en los últimos años y ahora publica un nuevo libro titulado: ¿Cómo salir de la trampa del lento crecimiento y alta desigualdad?, en el que ya no hace sólo el diagnóstico, sino propone políticas para enfrentar este problema crónico de la economía mexicana.

Y lo es ya crónico en verdad. De 1982, año en el estalló la crisis de la deuda externa, a 2014, la economía mexicana creció a una tasa promedio anual de 2.3 por ciento.

Y lo que hay atrás de ese hecho es una lenta e inestable inversión.

Durante la década de los 60, la inversión bruta fija, es decir, la compra de maquinaria y equipo así como la construcción, crecieron a una tasa promedio anual de 8 por ciento, lo que en buena medida explica el dinamismo de aquellos años.

En el sexenio de Echeverría, hubo una desaceleración y la tasa cayó a6.7 por ciento en promedio; con López Portillo, volvió a bajar leventemente a un ritmo de 6.4 por ciento.

Pero el desastre vino durante el sexenio de Miguel de la Madrid. En éste, la inversión no sólo no creció, sino que cayó a un ritmo anual de -4.4 por ciento.

En el periodo 1988-94, con Salinas en la Presidencia, hubo un rebote y la tasa alcanzó un promedio de 7.2 por ciento al año.

Con todo y ello, considerando el periodo completo de 1982 a 1994, la inversión registró un crecimiento de sólo 1.1 por ciento anual promedio.

En el sexenio de Zedillo, hubo una leve alza y la tasa promedio fue de 4.4 por ciento. Y desde entonces, la tasa ha caído sexenio tras sexenio.

Con Fox, el ritmo medio anual de la inversión fija bruta fue de 3.6 por ciento y con Calderón de 2.4 por ciento.

De acuerdo con los datos de Cuentas Nacionales, hasta el segundo trimestre de este año, en el gobierno de Peña el ritmo promedio alcanzó 1.5 por ciento.

Los datos son elocuentes. Mientras no destinemos más recursos a la inversión, la economía no va a crecer satisfactoriamente, independientemente de las reformas que se hagan.

Y uno de los problemas centrales es la inversión pública.

En las Cuentas Nacionales, tenemos datos uniformes para la inversión pública desde 1993. En los 21 años y medio que contabiliza esta serie, hay una caída absoluta de 7.9 por ciento. Es decir, en 1993, el sector público en todos sus niveles de gobierno invertía más que hoy.

La caída media ha sido de 0.4 por ciento al año.

Puede pensarse que en muchos ámbitos la inversión privada sustituyó a la inversión pública. Pudiera ser que en algunos sí, pero en muchos otros no.

Pero, la gran paradoja es que en ese lapso de más de dos décadas, elgasto programable del sector público creció 133 por ciento en términos reales, a una tasa media de 4.0 por ciento anual.

Nos falta mucha inversión pública, que detone y empuje a la inversión privada, sin duda y sobra mucho gasto público que ha hipertrofiado las burocracias de todos los niveles de gobierno.

Twitter:@E_Q_

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