Por Uriel Reyes Aguilar.
Analista político y columnista del MEXIQUENSE, y estudiante de Ciencias Políticas y Administración Pública, de la Universidad Autónoma del Estado de México UAEM.
Deseo iniciar con las palabras sabias y precisas del sociólogo inglés Anthony Giddens, “Nunca seremos capaces de ser los amos de nuestra historia, pero podemos y debemos encontrar maneras de controlar las riendas de nuestro mundo desbocado”
En repetidas ocasiones he tenido la oportunidad de expresar las ideas afines a este tema, generando una lista de “problemas” que aquejan a nuestras sociedades modernas. Problemas repetitivos y que han pasado a formar parte de nuestro diario vivir.
“México aún no se está moviendo a la velocidad que todos queremos”
Esta es la frase que engloba los “resultados” de tres años de gobierno, frase expresada por el presidente de los Estados Unidos Mexicanos, el cual incluso reconoce las causas que impiden el desarrollo digno de nuestro país: 1) La corrupción, 2) La desigualdad, y, 3) Una situación económica mundial complicada. Un análisis exhaustivo que arroja resultados que la mayoría ya sabemos. ¿Corrupción? Me atrevería a decir que es “Vergüenza” por el tipo de autoridades que nos representan, un hartazgo que no ha llegado a ser generalizado como debería. ¿Desigualdad? Cuando nuestra Secretaria de Desarrollo Social a nivel federal vive en un país de maravillas lleno de programas compensatorios. Y por último ¿Una economía mundial complicada? O una economía nacional paupérrima por no decir mediocre, la cual obtiene una baja en su crecimiento de un intervalo de 2.0% y 3.0% a uno de 1.7% a 2.5% debido a un bajo ritmo de crecimiento que reporto la actividad productiva en el primer semestre del año.
Claro está que con sentimientos de desesperación o ira no logremos cambiar algo en nuestros municipios, estados o en el país, pero es una verdad que dichos sentimientos han generado en la mayoría de la población el cansancio, de ver cada tres o seis años los mismos rostros en el acontecer político, de escuchar día a día los apellidos de las familias de antaño y que tal parece que en la actualidad son simplemente un instrumento de marketing. El hartazgo social ha profundizado en las entrañas del sentir individual.
Todo ello ha ocasionado que vivamos en un mundo desbocado, en la lentitud de un país reformador, de un Estado cuya sombra parece ser la corrupción, en municipios que parecen ser haciendas de los caciques locales. Pero también y evocando al gran escritor francés Albert Camus “Vivo en un país desgraciado, rico en su gente y en su juventud”
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