POR JORGE SUÁREZ-VÉLEZ
Toda crisis presenta oportunidades de tamaño proporcional. La administración de Enrique Peña Nieto ha vivido varias: la 'casa blanca', la confrontación con el magisterio, y ahora la fuga del enemigo público número uno de una prisión de alta seguridad. En ésta, como en las previas, la respuesta del Ejecutivo ha sido atroz, y la oportunidad será nuevamente desperdiciada.
El presidente tuvo la mala suerte de decir, en una entrevista con León Krauze, que mantener preso al Chapo Guzmán era la obligación del Estado mexicano, que sería “imperdonable” que se volviera a escapar. Señaló que frecuentemente le preguntaba al secretario de Gobernación si estaba seguro de que éste estaba bien resguardado. El Chapo se escapa, y no ruedan cabezas.
Osorio Chong anuncia el despido del Comisionado de Prevención y Readaptación Social, de la Coordinadora de Centros Federales y del director del Cefereso del Altiplano. Ante la pregunta de si él renunciaría, contestó que no se renuncia en las crisis. Parece que el secretario no entiende el término “responsabilidad” (accountability, se diría en inglés). Falló algo que era su responsabilidad, él no era un simple observador. Ante la evidente ineptitud y la flagrante y extendida corrupción, sólo una renuncia es honorable.
Esto no es nuevo. Ante la colosal pifia por el tren México-Querétaro o las graves fallas en los procesos de licitación, el secretario de Comunicaciones debió haber sido despedido, cuando menos, y quizá encarcelado. Sigue en su cargo.
Las conferencia de prensa del secretario Osorio Chong con la Procuradora Arely Gómez, y posteriormente la de Monte Alejandro Rubido transitaron de lo inverosímil a lo surreal. Como dice un inteligente amigo mío: “los gobiernos pueden reponerse de errores, pero del ridículo nadie se salva”.
El último presidente de México privilegiaba lealtad sobre capacidad entre sus allegados, el actual insiste en serle leal a su equipo a cualquier costo. Su problema es que éste va en aumento. Si EPN insiste en mantener a su equipo cercano intacto, compacto, no sólo sufrirá el deterioro de su propia credibilidad, que ha caído a niveles delicados, sino que además sufrirá el contagio del deterioro de sus colaboradores. Eso es grave. El margen de maniobra del gobierno se reducirá conforme el final del sexenio se acerque. Hay una erosión natural que es agravada conforme la cercanía de la sucesión fragmente a su equipo.
Ante la renuencia a renovar, a traer sangre nueva, a escuchar ideas diferentes, el presidente se arriesga a que los embates en su contra no vengan sólo de sus enemigos, sino también de su propio partido, donde otras fracciones buscarán posicionarse mejor para la sucesión.
El daño no es sólo interno. La fuga del Chapo se ha vuelto la muestra más palpable de todo aquello que aqueja a la administración pública mexicana: ineptitud, corrupción, impunidad, falta de Estado de derecho y debilidad institucional. Desde fuera, México se ve como un país que dista mucho de ser la plataforma idónea para grandes proyectos de inversión, el país que aspira a vencer la trampa del ingreso medio.
La fuga del Chapo pilla al presidente de México en plena visita de Estado a Francia con 440 personas de comitiva, incluido el gabinete entero. Cuando se habla del Presupuesto base cero y de la racionalización del gasto público, el Ejecutivo gasta decenas de millones de dólares en un viaje marginalmente relevante. Mientras tanto, la embajada de México en Washington lleva cuatro meses sin titular. La relación por mucho más importante para México, con el país gracias a cuya recuperación hemos logrado un magro crecimiento, ha sido malograda por una serie de complejos que tendían sentido en el PRI de los setenta, pero absolutamente fuera de lugar hoy en día.
Ahora, la relación sufrirá el deterioro adicional que proviene de admitir que fuimos incapaces de mantener tras de las rejas al narco más buscado por Estados Unidos, y cuya captura se debió precisamente a ellos (no nos engañemos), en un instante en el que lograron superar las constantes limitaciones que les imponían diferentes instancias
–seguramente comprometidas- en nuestro país.
Este sería un momento idóneo para poner sobre la mesa un plan integral, bien pensado, amplio y profundo para hacerle frente al crimen organizado, para tomar a la creciente inseguridad por los cuernos. En vez de eso, mantendrán la misma estrategia que prefiere barrer la basura bajo el tapete y repetir incesantemente estadísticas inertes para convencer a los mexicanos de que su percepción de inseguridad es producto de su calenturienta imaginación.
Se dice que vienen cambios al gabinete después del Informe Presidencial. También se dice que la definición de demencia es pensar que se obtendrán resultados diferentes repitiendo una y otra vez la misma acción. Ojalá que los cambios vengan acompañados de mejores estrategias, pues el entorno será cada vez menos amable.
Twitter: @jorgesuarezv
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