No es delito usar relojes de lujo, bolsas de mano de marca, trajes sastre con un valor que exceda lo que ganaría un trabajador en dos años, tomarse vacaciones en lugares exóticos, o comprar casas y apartamentos que serían la envidia de un magnate ruso, siempre y cuando se paguen estos lujos con recursos legalmente obtenidos.
Cada quien puede usar su dinero en la forma que más le plazca. ¿Verdad? Pues no.
En el caso de funcionarios públicos, y gobernantes, tener acceso a estos lujos, aunque no sea mediante actos de corrupción, muestra una falta de sensibilidad ante la realidad de la extrema pobreza que se vive en el país.
El Instituto Nacional Electoral (INE) ordenó que se retirara un spot en contra del líder nacional del PRI, César Camacho, donde se exhiben fotografías de él, portando relojes que suman un valor de más de dos millones de pesos, spot que además incluye la supuesta reacción de un ciudadano que camina por las calles de Reforma, y exclama ¡Que poca m@dre! También este spot alude a políticos priistas que tienen apartamentos lujosos. El PAN podría haber sido hasta más efectivo en su comunicación política sin haberle agregado el slogan “acabemos con la corrupción” al final del spot.
César Camacho Quiroz, alegó, ante la Comisión de Quejas del INE, que dicho spot “lanza una serie de calumnias ante su persona” y otros dirigentes partidistas, “insinuando que son producto de la comisión de delitos como enriquecimiento ilícito, derivado de presuntos actos de corrupción”. Pero no sólo es problema de que se esté insinuando el uso indebido de recursos públicos, sino que simple y llanamente no es ético –en un país con tanta pobreza– que sus políticos, futuros gobernantes y funcionarios públicos y sus familiares presuman estos lujos.
En este escenario electoral, donde se censuran anuncios que hacen referencia a los conflictos de interés y el enriquecimiento ilícito, entra nuevamente a escena la primera dama, Angélica Rivera de Peña, captada ahora por las cámaras de la cadena Telemundo, mientras recorría tiendas en Beverly Hills – zona de las tiendas más exclusivas en Estados Unidos–, para supuestamente comprar un vestido para la graduación de su hija, Sofía Castro. En este mismo reportaje Telemundo recopiló otras acusaciones hechas en contra de la primera dama, desde la “casa blanca”, hasta los costos de los vestidos con los cuales se presentaron ella y Sofía Castro para ver a la Reina Isabel.
Yo creo que la primera dama y su familia probablemente sí tiene el dinero para comprarse la ropa más lujosa que ofrece Beverly Hills y seguramente seguirá en el debate público la legalidad o posible conflicto de intereses relacionados con la “casa blanca”. El problema es que de nuevo, estas recientes imágenes de la familia presidencial, desbordándose de lujos en un momento en el que la credibilidad del presidente para gobernar ha sido cuestionada por acusaciones nacionales e internacionales de posibles actos de corrupción, pues parecería una falta de sensibilidad ante la realidad del país.
Este tema lo han debatido, lo han entendido y lo han asumido gobernantes de otras democracias. Por eso se entiende la popularidad de José Mujica, ahora expresidente de Uruguay, quien se transportaba en un “vochito”, tenía un perro con tres patas y lo que menos le preocupaba era su apariencia. ¿Se comenta o se critica la forma de vestir o la bolsa de mano de la canciller alemana AngelaMerkel? Lo que se señala de Merkel es su capacidad de gobernar y enfrentar los serios problemas económicos de su país y la Unión Europea. Lo mismo de se dice de Michelle Bachelet, presidenta de Chile. Sería difícil encontrar algún gobernante de las grandes potencias presumiendo un reloj que cueste más de 300 dólares, debido al escrutinio político y de los medios de comunicación que atraería el portar algo “demasiado lujoso”.
La imagen personal de un gobernante debe de entenderse como una forma de comunicación política con el pueblo y los medios de comunicación. En un país, donde uno de los programas principales del gobierno es promover una cruzada contra el hambre, y estos gobernantes ya sean hombres o mujeres, deciden vestir de una forma, o acceder a servicios y bienes que claramente caen en la categoría de lujos, obviamente indignan y crece el repudio en contra de ellos.
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