Los 43 muertos e incinerados de Ayotzinapa son el primer caso donde por un crimen que estremece a México se tienen, en dos meses, un centenar de detenidos, declaraciones confirmadas por los datos, móvil, autores intelectuales, autores materiales. La señora María de los Ángeles Pineda, esposa del alcalde de Iguala, el perredista José Luis Abarca impulsado por los Chuchos y por López Obrador, resultó que no solo abofeteaba subordinados (su marido los mataba), era la jefa de Guerreros Unidos, el grupo que asesinó e incineró a los normalistas.
Pregunta para Freud: ¿Por qué el alcalde criminal de Iguala y su mujer, cabeza de narcos, se visten igual? Recibiendo como autoridades a López Obrador, en una fiesta, en un acto oficial, ambos, físicamente idénticos: misma estatura, mismos cortes de cara, ¿van vestidos como los hermamotos?: polo y blusa rojas, camisa y blusa amarillas, mismo tono.
El caso no está cerrado. Falta por declarar el director de la normal de Ayotzinapa, por detener El Gil. Duda: ¿de quién salió la información (no confirmada) acerca de que iban 17 miembros de Los Rojos en los tres autobuses robados por los normalistas? Quien se lo haya dicho a El Gilsentenció a una terrible muerte a todos cuantos pudieron atrapar, que fueron 43 de entre más de cien.
Faltan los juicios y, sobre todo, las sentencias que deben ser las más duras en nuestro Código Penal. Pero se habrá acabado el negocio para muchos “solidarios”.
Los padres se niegan a ver las evidencias porque eso implica volver a la milpa, al trabajo: se acabaron las caravanas de autobuses de primera clase, los hoteles, las recepciones como héroes.
¿Y el asesinato de Gonzalo Rivas, quemado vivo por los normalistas que incendiaron a propósito la gasolinera donde trabajaba?
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