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miércoles, 24 de diciembre de 2014

¡DOLOR!

Mexico, D.f.- Es­te día pa­ra la fa­mi­lia Rol­dán Do­mín­guez no se­rá de No­che­bue­na; sus com­pras ya ade­lan­ta­das qui­zá que­da­rán en el re­fri­ge­ra­dor. En el trans­cur­so del día de­be­rán acu­dir al pan­teón o un cre­ma­to­rio a lle­var los res­tos de Ma­ría Gua­da­lu­pe, de 40 años, y su pe­que­ña hi­ja de 14; un "ca­fre del vo­lan­te" que no res­pe­tó los se­ña­la­mien­tos via­les las arro­lló y les qui­tó la vi­da.

Para la fa­mi­lia na­da será igual en el in­mue­ble don­de com­par­tían to­do con Ma­ría Gua­da­lu­pe y su hi­ja; se les in­for­mó que en el cru­ce de las ave­ni­das Las Bri­sas y Ven­tis­ca, en la Co­lo­nia Acue­duc­to de Gua­da­lu­pe, se en­con­tra­ban los cuer­pos iner­tes de am­bas. Ser­gio "N", el cho­fer de un ca­mión de la ru­ta 88 con pla­cas 916-024, las pri­vó de la vi­da, pe­ro fue ase­gu­ra­do por la po­li­cía.

A es­ca­so un me­tro de dis­tan­cia se en­con­tra­ban; aun ni así la muer­te lo­gró se­pa­rar­las; pa­re­cían co­mo re­cos­ta­das, co­mo si fue­ra una pe­sa­di­lla pa­ra sus fa­mi­lia­res. Pe­ro lo cier­to era que jun­tas sa­lie­ron a rea­li­zar unas com­pras, y jun­tas par­tie­ron en el eter­no des­can­so; que­dan­do el do­lor en sus fa­mi­lia­res que no da­ban cré­di­to al des­ga­rra­dor cua­dro.

Ma­ría Gua­da­lu­pe y la pe­que­ña se de­san­gra­ron a con­se­cuen­cia del fuer­te gol­pe que re­ci­bie­ron, su muer­te fue ins­tan­tá­nea, y ex­pec­tan­tes se en­con­tra­ban al­gu­nas per­so­nas en los pues­tos se­mi­fi­jos que ha­bía en una de las ace­ras de la re­fe­ri­da di­rec­ción en el pe­rí­me­tro de la De­le­ga­ción Gus­ta­vo A. Ma­de­ro, quie­nes die­ron avi­so a los gen­dar­mes pa­ra que pro­te­gie­ran los cuer­pos.

Las tren­zas de la pe­que­ña no cu­brie­ron su ros­tro, a di­fe­ren­cia del ca­be­llo de su ma­má que me­dio la ta­pa­ron; al des­cu­bier­to que­da­ba la ca­ra ino­cen­te de la ni­ña cu­yos sue­ños fue­ron ro­ba­dos; de un gol­pe cer­te­ro su vi­da se ex­tin­guió.

Hoy no se­rá No­che­bue­na pa­ra los fa­mi­lia­res de Ma­ría Gua­da­lu­pe y su hi­ja; en ese ho­gar es­ta­rá pre­sen­te el frío del adiós, el do­lor de la tra­ge­dia, las lá­gri­mas que mo­jan la ro­pa, pe­ro que des­tro­zan el al­ma; por­que la mu­jer sa­lió acom­pa­ña­da de su hi­ja a rea­li­zar unas com­pras de úl­ti­ma ho­ra, y re­gre­sa­ron jun­tas, pe­ro es­pi­ri­tual­men­te, por­que la muer­te las al­can­zó en la ca­lle.

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