Por I. León Montesinos
Ejército en Ecatepec y el efecto cucaracha
El cuerpo edilicio y su primera quincena
La ética política, ¿sólo deseo de año nuevo?
FUERZAS FEDERALES EN ECATEPEC.- Loable la aparición de las fuerzas armadas y federales en el municipio para tratar de contener la ola delictiva que amenaza con ahogar a la sociedad ecatepequense. Y desde este espacio nos permitimos enviarle una humilde sugerencia al nuevo titular del área de seguridad pública en el municipio, el policía de carrera, Carlos Floro Ortega Carpinteyro: si la estrategia emprendida de manera conjunta por los tres órdenes de gobierno en el municipio más grande del país no va aparejada de un sistema de inteligencia policial y de un mecanismo de denuncia ciudadana que realmente garantice el anonimato de los informantes, lo único que se estará provocando será uno más de los llamados “efectos cucaracha” que hacen huir sólo por un tiempo a los delincuentes, ya sea al DF o a los vecinos municipios como Neza.
¿Por qué lo digo? Porque estoy seguro que son cientos los atribulados ciudadanos dispuestos a denunciar ante las autoridades los nombres y domicilios de sus “perniciosos” vecinos que se dedican a ser parte de las células de los cárteles o que operan pequeñas bandas delincuenciales. Muchos que se han atrevido a acudir a las autoridades o a “ponerles el dedo”, han sido asesinados. ¿Por qué? Sencillo: porque buena parte de los policías municipales y estatales, les brindan protección. Duele decirlo, pero es la pura realidad. Denunciarlos a la policía equivale a suicidarse.
Si no se va a la raíz del problema y se le permite a la sociedad cooperar con la seguridad de que no terminará con un tiro en la cabeza, el problema se atacará de fondo. Por eso, la presencia de las fuerzas federales, sobre todo de las fuerzas armadas, puede ser el inicio del desmembramiento de los grupos delincuenciales en Ecatepec, repito, a través de volver a inspirar confianza a la ciudadanía pero mediante un trabajo de inteligencia que no sea operado por nuestros policías locales, maiceados desde hace buen tiempo, por las bandas que operan en nuestro municipio. Ojalá y no se eche este comentario a saco roto, pues de lo contrario, las cucarachas regresarán con más fuerza y no habrá Baygon que las detenga.
Después de haber prolongado nuestra ausencia un poco más allá del Maratón Guadalupe-Reyes, este columnista retorna a las lides periodísticas deseando a todos los lectores de Mexiquense los mejores parabienes del 2013.
El cuerpo edilicio y su primera quincena: Y por cierto, como usted ya estará enterado, los funcionarios del nuevo cuerpo edilicio que tomó posesión el pasado primero de enero, tiene la seguridad de que cobrarán sus emolumentos de manera puntual los días quince y treinta de cada mes y que ayer (se decía que cobrarían hasta el treinta), debieron haber recibido su primera quincena. Felicidades por pertenecer al selectísimo y reducido grupo de mexicanos que al menos por tres años no tendrán que apretarse el cinturón por las estrecheces que imponen el desempleo y la crisis económica a millones de mexicanos, entre los que nos contamos un considerable número de ecatepequenses.
Les pregunto: ¿Se sienten satisfechos? ¿Creen ser realmente merecedores a devengar su primer salario? ¿Ya hicieron realmente un acto de conciencia interna de lo que implica su cargo y cómo deben conducirse?
Comento lo anterior porque releyendo algunas de los recientes sucesos de nuestra política local me brincó una palabra que parece sacarse a relucir más como parte del coloquial lenguaje político de nuestros gobernantes que como un verdadero concepto que debe regir de manera cotidiana su quehacer político. Me refiero a la ÉTICA.
Cito dos referencias a tan trascendente término lingüístico: durante la toma de protesta de los integrantes del gabinete que conformarán la administración 2013-2015, el nuevo edil, Pablo Bedolla dijo que su gobierno se conducirá con ÉTICA, honestidad, transparencia y responsabilidad de su gestión.
Invoco a la segunda referencia, ésta expresada por la tercer síndico de filiación perredista, Diana Méndez Aguilar, y que en sus primeras intervenciones en el Pleno del Cabildo, comenzó echando tiros cuando señaló que para conformar una buena administración “se necesitan perfiles con capacidad para ejercer el servicio público, honestos, responsables, con ÉTICA y sobre todos comprometidos con los ecatepequenses”.
Puede apreciarse que aunque utilizado en dos posiciones políticas disímbolas, el concepto conlleva a dos veredas que siempre terminan por encontrarse: la honestidad y la responsabilidad; es decir, que la ÉTICA es un término que no acepta dobleces en cuanto se le sitúa en el ámbito de la acción pública, del ejercicio del poder y que la transforma en el concepto de ÉTICA POLÍTICA, tan llevada y traída por todos los partidos políticos pero tan poco conocida y menos aplicada por quienes deberían tener al menos nociones básicas de la misma.
Ni siquiera el ciudadano de a pie puede negar que uno de los temas que se han puesto de moda en nuestro país en los últimos años, ante la cantidad y calidad de las denuncias de corrupción, es el de la ÉTICA POLÍTICA. No hay duda de que desde hace años los mexicanos venimos planteando y exigiendo honestidad en nuestros gobernantes.
Si bien es cierto que se ha puesto mucho más atención en las demandas de acciones como el empleo, la vivienda, la seguridad, etcétera, parece no haberse dimensionado la importancia que para la sociedad tiene el contar con políticos transparentes, honestos y eficaces, congruentes con su decir y su hacer.
Algunos estudiosos en la materia dicen que para hacer funcionar las instituciones, la ÉTICA POLÍTICA debe ser contemplada como una virtud colectiva. Hacerlo de manera individual perjudica el actuar de una organización, de un país, pues si bien la buena intención personal, que siempre es importante en la vida, no parece suficiente cuando tenemos que tomar decisiones en las que entran en juego también las decisiones de otros individuos.
Hay que comprender la relevancia de esta idea, para lograr los ajustes necesarios en lo colectivo. Los individuos que pretenden con su ética individual enfrentar las situaciones, sin hacer este cambio, sin corresponsabilizar a la sociedad en este proceso ético, simplemente pretenden convertirse en "héroes" y eso es lo menos que necesita este país.
Este concepto tiene mucho que ver con la situación que actualmente sacude a México. Y es que los mexicanos teníamos muy clara la percepción de la corrupción que existía en nuestro país, sin embargo el observarla de una manera tan cruda nos sensibilizó del problema pero al presentarse de forma tan recurrente se volvió en un aceptado, aunque sancionado, lugar común.
Entonces viene la reflexión: ¿qué tan importante, dentro de la escala de responsabilidad que debe cumplir un gobierno, es la ÉTICA POLÍTICA? ¿Es acaso más importante que las reformas estructurales? Y la sociedad seguramente en muchas mesas analiza qué será lo mejor: un político eficaz, pero proclive a la corrupción, o un político ético.
Esta idea de la ÉTICA POLÍTICA resulta trascendente si logramos permearla a la sociedad. Y se trata simplemente de que todos participemos. Así como la fuerza de la participación social ha dado muestras en muchas áreas de desarrollo en nuestro país, también lo hará en la cuestión de la transparencia y la honestidad social.
Así como la sociedad se ha concientizado y se ha organizado para exigir respeto a su voto, transparencia en el gobierno, libertad de expresión, rendición de cuentas, parece que llegó el momento para exigir con más severidad la aplicación de la ÉTICA POLÍTICA en todos sus gobernantes, no sólo en quienes encabezan el gobierno municipal, estatal o federal, sino a los integrantes de todos los partidos políticos.
No debemos olvidar que la política es, antes que nada, una actividad humana que se ejerce por las personas y como tal está regida por la moral, que regula la conducta humana en cuanto al bien y al mal. Bajo esos esquemas, no se entiende cómo hoy observamos a algunos gobernantes pender su futuro como políticos en el concepto de ser honestos, aunque estén rodeados de colaboradores corruptos. Creer que con la aportación de un solo individuo las cosas puedan cambiar, es tanto como querer suplantar el valor de la sociedad. Sueños guajiros en el mejor de los casos.
Por eso todo está relacionado, y cuando se habla de gobernantes con más humildad, con honestidad, nos referimos a una conjugación de valores, de virtudes que componen una opción real de liderazgo.
Por ello, no está de más recordar a nuestros funcionarios municipales que la ética determina, por medio de enunciados normativos, qué debe hacerse (a qué se está obligado o, en general, qué debe ser). Esta determinación se realiza por dos vías: mediante la formulación de principios generales y particulares, o mediante la elección de un procedimiento ecuánime y generalmente aceptado, capaz de permitir una decisión sobre cada acción éticamente relevante. Cabe una distinción entre los enunciados de la ética: deontológicos y axiológicos. Los primeros se refieren al deber (por tanto se aplican a una acción o a un agente en tanto que obligatoria u obligado). Los segundos se refieren al valor (se aplican a objetos o estados de cosas en tanto que objetivamente valiosos o simplemente valiosos para alguien).
La ÉTICA POLÍTICA puede definirse etimológicamente como la ética propia del estado o la organización social. En este sentido estaría constituida por las normas de acción que efectivamente permiten la convivencia y la cooperación social y coordinan las acciones individuales para fomentar el bienestar general. Por otro lado, desde un punto de vista moderno podemos definir la ÉTICA POLÍTICA como la parte de la ética que se ocupa de los principios o normas de acción que deben regir el comportamiento del político en su calidad de gobernante o legislador, responsable, en última instancia, del bienestar y seguridad de todos los miembros del estado.
Si pensamos en el hacer político, habrá que decir que la ética es el impulso de la buena política y la crítica de la mala política. De algún modo, pues, el discurso ético se encuentra antes y después de la práctica política: antes, porque fija horizontes; después, porque critica sus fallos, desviaciones y omisiones. Si bien es difícil determinar en qué consiste la buena política, no lo es tanto decir en qué se está equivocando la política, cuando incurre en desviación y corrupciones. De una parte, la política es mala si utiliza procedimientos y medios impropios para fines supuestamente justos y democráticos. La mala política es, en una palabra, la política corrupta. También es mala la política que no se dedica a combatir los problemas de la sociedad como las injusticias, el tráfico de influencias, los privilegios, la violencia, la discriminación. Ahí es donde entra, como consecuencia, la buena política, dirigida a corregir lo que no es como debería ser.
Desde aquí, proponemos que juntos, sociedad y cuerpo edilicio, nos sentemos a dialogar para ir en busca de un Código de Ética para que nuestros gobernantes guíen su función pública dentro de los parámetros de la eficiencia y la honestidad, sintiéndose orgullosos y sin cargos de conciencia en el cobro de sus quincenas subsecuentes. No se trata de que la ciudadanía se convierta en los manicuristas de cabecera de nuestros funcionarios para evitar que les crezcan de más las uñas, sino de contar con un mecanismo que permita tener una retroalimentación entre las acciones de gobierno y la opinión que la gente tenga de las mismas. ¿Qué le parece, amigo lector? ¿Será factible hacerlo? ¿Y ustedes, señores funcionarios, qué dicen al respecto?
Agradecemos sus comentarios a nuestro correo: garrasleo6@yahoo.com.mx
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miércoles, 16 de enero de 2013
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enero 16, 2013
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